Por Ambiente: Situación y retos
De niño aprendí una canción que mis padres la transformaron prácticamente en himno al cumplir 50 años de casados. En diciembre de 1994, fue la susodicha celebración y, con ese motivo se dieron el “gustazo” de reunir a toda su familia ya “hiperdispersa” por el mundo. Fue lo que se llamó el ORFAK (Operativo de Reencuentro de la Familia Kaplún) Desde Venezuela llegamos mi compañera, mi hijo y yo, de España llegó un hermano con toda su prole… en fin, bastante gente. Y en la propia fiesta de sus bodas de oro, nos tuvieron como sorpresa que una amiga de mis padres cantara en versión de lujo, “Gracias a la vida” de la chilena Violeta Parra.
Los que llegábamos desde Venezuela lo tenemos particularmente fresco ese recuerdo porque la forma que elegimos para viajar desde el Caribe hasta el Río de la Plata fue por tierra, por el lado andino de ida, y atravesando Brasil, de vuelta. Aquello fue un viaje de los que mi padre, como comunicador social, llamaba de “Prealimentación”; es decir, cuando para escribir algo te pones antes a escuchar, ver y sentir. De hecho, ese viaje sirvió para hacernos amar a América Latina tanto como Violeta a su amado: “Gracias a la vida que me ha dado tanto/me ha dado el sonido y el abecedario,/con él las palabras que pienso y declaro:/madre. amigo, hermano, y luz alumbrando/ la ruta del alma del que yo estoy amando”.
La canción dice, entre otras estrofas. “Gracias a la vida que me ha dado tanto/.Me dio el corazón que agita su marco/ cuando miro el fruto del cerebro humano:/cuando miro el bueno tan lejos del malo/cuando miro el fondo de tus ojos claros.” Pues bien, esa canción me vino a la mente en oportunidad de leer esta semana un artículo publicado por El País de Madrid, titulado “Niterói, la ciudad de Brasil que suelta mosquitos desde hace ocho años para frenar el dengue” y subtitula: “Los prometedores resultados de la introducción de insectos criados en laboratorio animan a otros municipios a interesarse por el método, descubierto en Australia y que se usa en 14 países”. El artículo es escrito por Naiara Galarraga Gortázar y fechado en Río de Janeiro el 12 de abril pasado y seleccionado por el citado diario para su Newsletter “Correo sí deseado”.
Para disfrutar de una de las vistas más lindas de la ciudad de Río de Janeiro, lo ideal es cruzar la bahía de Guanábara en ferry, como hacen diariamente miles de personas, y desembarcar en Niterói en tan solo 20 minutos. Desde allí se puede contemplar el atardecer sobre la ciudad más famosa de Brasil, una experiencia invaluable. A pesar de la necesidad de tomar precauciones, las posibilidades de contraer dengue son mucho menores en Niterói, una ciudad dormitorio que se destaca por su museo con forma de platillo volante diseñado por Oscar Niemeyer. Además, se ha ganado la reputación de ser una ciudad modelo en medio de la crisis de dengue en Brasil y América Latina.
Según datos oficiales del Ministerio de Salud de Brasil, la tasa de incidencia de dengue en Niterói es de 187 casos por 100.000 habitantes, siete veces menos que la media nacional y la de Río de Janeiro (1.401 por 100.000 habitantes). Parte de la estrategia para combatir esta enfermedad radica en la liberación masiva de mosquitos modificados, conocidos como wolbitos por los brasileños. Estos mosquitos son una variante de Aedes aegypti a los que se les ha introducido la bacteria Wolbachia en laboratorio, reduciendo así su capacidad de transmitir el dengue, así como otras enfermedades como el zika, la chikungunya y la fiebre amarilla.
«De ser una investigación experimental, hemos evolucionado a convertirnos en un instrumento de política pública gracias a la adopción del método por parte del Ministerio de Salud», explica Diogo Chalegre, de 40 años, líder de relaciones institucionales del proyecto Wolbachia en Brasil. A medida que se atenúan las dudas sobre los resultados iniciales, el interés aumenta debido a la grave crisis de dengue en toda América. Durante este año, Brasil ha registrado más de 1.100 muertes por esta enfermedad, se están investigando otras 1.800 y la tasa de incidencia es de 1.460 casos por cada 100.000 habitantes, el doble que hace un año.
Todos los involucrados en el método Wolbachia hacen hincapié en que no se realiza ninguna modificación genética, sino la introducción de un microorganismo natural presente en 60% de los insectos en el planeta».
Durante más de ocho años, se ha llevado a cabo la liberación regular de millones de mosquitos en Niterói, logrando así reemplazar a los Aedes aegypti originales (sin la bacteria Wolbachia) por los modificados, conocidos como wolbitos, que son inofensivos y son criados en un laboratorio de Fiocruz en Río de Janeiro por el World Mosquito Program, una institución de salud pública carioca inspirada en el Instituto Pasteur.
Todo parece indicar que esta estrategia está dando resultados. La bióloga Catia Cabral, de 46 años, explica: “Nuestro enfoque difiere de otros métodos, ya que no buscamos erradicar a los mosquitos, sino reemplazar la población de Aedes aegypti con nuestros mosquitos con Wolbachia”, detalla en la instalación. Ella supervisa el criadero junto a su equipo. Se trata de un laboratorio con ambientes a diferentes temperaturas al que es recomendable ingresar con la menor cantidad de piel expuesta, ya que los insectos no se detienen ante nada.
En esas instalaciones, se encargan de cultivar miles de huevas en bandejas de agua, alimentar a las larvas con una mezcla de pasta de hígado y harina de pescado, separar meticulosamente hembras y machos utilizando un aparato que los diferencia por tamaño, contarlos con mucha paciencia y una especie de cucharilla. En un par de días, los huevos eclosionan y, al convertirse en wolbitos adultos, reciben una alimentación a base de un cóctel de sangre humana y animal. Las jaulas más grandes tienen aproximadamente el tamaño de un frigorífico y albergan alrededor de 80,000 ejemplares. Parte de la producción se destina a ser liberada en las ciudades que forman parte del programa, mientras que el resto se mantiene para poner más huevos y reiniciar el ciclo. Cada semana, se producen alrededor de 120 gramos de huevas, es decir, unos 120 millones de huevas.
Anamaría Schneider, secretaria de Salud de Niterói, se refiere a ellos como los «mosquitos del bien». Schneider aún recuerda la sorpresa y desconfianza del alcalde en ese momento, cuando en 2015 Fiocruz y el World Mosquito Program (WMP, una organización sin ánimo de lucro) le propusieron que el municipio, con medio millón de habitantes, acogiera un ensayo piloto. Eso sonaba increíble. «Él se alarmó y dijo: ¿cómo? Todos los alcaldes están exterminándolos… ¿Y quieren que yo libere mosquitos?», recuerda. A pesar de todo, finalmente aceptó. Según explica Schneider, «confiaba en la ciencia y en la credibilidad de Fiocruz». Además, para la ciudad es totalmente gratuito. De acuerdo con datos del Ministerio de Salud brasileño citados por la compañía de mosquitos, por cada real invertido se obtiene un retorno de entre 44 y 550 reales (entre 8 y 101 euros).
Las hembras y su secreto
La clave de este método descubierto en Australia son las hembras. Explica la investigadora que ellas transmiten a sus crías la bacteria que frena el contagio. Y gradualmente se sustituye una población por otra. Cada tanto capturan mosquitos para comprobar cómo avanza la sustitución de los originales por los modificados. Importante para el éxito de la misión, porque los zancudos no viajan lejos, unos 100 metros a lo sumo. Y viven más o menos un mes.
Los prometedores resultados en Niterói y en las otras ciudades que han abrazado el método —implantado en 14 países por World Mosquito Program— han aumentado su atractivo y la demanda. Seis ciudades más repartidas por todo Brasil (Natal, Uberlandia, Presidente Prudente, Londrina, Foz de Iguaçu y Joinville) se preparan para recibir mosquitos modificados a partir de junio, con lo que serán ya 11 ciudades. Para eso necesitan muchos más mosquitos de los que ahora pueden producir. Por eso, WMP Brasil está construyendo una macrogranja. Si ahora crían cada mes 40 millones de mosquitos con Wolbachia, dentro de un año esperan aumentar hasta 400 millones al mes, explica Chalegre.
A partir de la experiencia piloto en un primer barrio de Niterói, se fueron sumando nuevos distritos y en siete años se llegó a cubrir toda la ciudad. Pero la secretaria de Salud de Niterói recalca que los mosquitos son parte de una estrategia que abarca muchas otras actuaciones. El secreto es la combinación de todas ellas, incluidas las campañas para evitar el agua estancada en los hogares (pozos, macetas), el repelente y evitar las ropas negras que, se desconoce por qué, les encantan. “Tenemos 300 agentes de control de zoonosis que visitan 6.000 edificios al día”, explica Schneider. El Ayuntamiento tiene un equipo específico para entrar en los edificios abandonados. Y también está la vacuna. Brasil es el único país por ahora que la suministra en la sanidad pública.
Termina el artículo de El País: “Belo Horizonte, Campo Grande y Petrolina son las otras ciudades donde el método se usa. Cuando en Niterói comenzó la suelta de los mosquitos contra el dengue, tampoco fue fácil convencer a los vecinos, recuerda la responsable de salud. Para eso, el Ayuntamiento echó mano de los médicos de familia, inspirados en una experiencia cubana, que viven en los barrios donde atienden. Ellos fueron los encargados de explicar a los líderes comunitarios y asociaciones de vecinos los detalles del innovador método. “Logramos conquistarlos, fue un trabajo de hormiguita”, recuerda Schneider.
Ahora Niterói recoge los frutos de todos esos años mientras el dengue causa estragos mucho mayores al otro lado de la bahía, en la ciudad de Río de Janeiro. Allí también han aplicado el sistema Wolbachia, pero a mucha menor escala y con la dificultad añadida que suponen los grupos armados que controlan barriadas enteras y dificultan muchísimo la implementación y monitoreo del proyecto, explica Chalegre, de WMP”.
Ambiente: Situación y retos es un espacio de El Nacional, coordinado por Pablo Kaplún Hirsz
Email: [email protected], www.movimientoser.wordpress.com
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional