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Bordar, un arte de paso lento

La curadora Catalina Restrepo escribe sobre mAIta, la exposición de tapiz de Margarita Leongómez, donde dialoga sobre el papel de la Inteligencia Artificial en el arte, el trabajo manual y la vejez, en un mundo sometido a los algoritmos
Por Relatto
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La exposición mAIta Hilo + Algoritmo de Margarita Leongómez presenta un cuerpo de trabajo que interpela las nociones contemporáneas de autoría, producción artística, y el papel de la inteligencia artificial en el arte. A través de una serie de imágenes bordadas, tomadas de perfiles de artistas de renombre que trabajan con inteligencia artificial, Leongómez nos invita a reflexionar sobre conceptos ligados a ideas preconcebidas como lo son el esfuerzo y el talento en la creación artística.

Sin caer en una postura crítica simplista, su práctica aborda estas cuestiones desde una perspectiva abierta y personal. No se trata de una denuncia hacia los métodos contemporáneos de producción artística, sino de una exploración profunda de los matices que definen el arte en la era digital. Leongómez se enfrenta a un debate que ha resonado en el arte desde las vanguardias del siglo XX: ¿dónde reside el valor de una obra, en su ejecución manual o en su conceptualización? En la tradición de la apropiación artística, Margarita se inserta en una conversación que ha involucrado a figuras como Jeff Koons, Takashi Murakami y Anish Kapoor, cuyos trabajos son conceptualizados pero ejecutados por equipos de asistentes.

Al incluir bordados de obras apropiadas, Leongómez traza un paralelismo entre el tiempo invertido en el acto manual y la velocidad con la que las obras de estos artistas suelen ser producidas. Su apropiación no busca desacreditar la obra original, sino subrayar las diferencias en el proceso, evocando, en cierta forma, las preguntas que Walter Benjamin planteó sobre la reproductibilidad técnica del arte. El bordado, como medio lento y laborioso, contrasta con las posibilidades inmediatas que ofrecen tanto la inteligencia artificial como los grandes estudios de producción artística. Este diálogo entre lo manual y lo digital introduce una dimensión temporal en la exposición que cuestiona la relación entre tiempo y valor.

Leongómez se enfrenta a un debate que ha resonado en el arte desde las vanguardias del siglo XX: ¿dónde reside el valor de una obra, en su ejecución manual o en su conceptualización?

Además, mAIta también se entrelaza con la experiencia personal de la artista. Las imágenes de personas de la tercera edad, presentadas con una apariencia juvenil, abren un espacio para la reflexión sobre el envejecimiento, la vitalidad y la resistencia frente a los retos personales. Leongómez confronta sus propios desafíos relacionados con la edad, pero lo hace con una postura retadora, de perseverancia y un deseo constante de explorar nuevos territorios.

La exposición, en este sentido, no solo presenta una tensión entre lo artesanal y lo digital, sino también entre la juventud y la edad, lo efímero y lo duradero. En mAIta, Margarita Leongomez no busca respuestas definitivas, sino que nos invita a considerar los complejos vínculos entre técnica, concepto y la figura del artista en un mundo donde los límites entre lo humano y lo artificial son cada vez más difusos.

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