Continuamos con nuestras reflexiones sobre los profundos cambios y migraciones que ocurrirán desde las ciudades a Aldeas en el curso de los próximos 50 años.
Es común el uso de la expresión Educación Física para referirse a actividades curriculares en las instituciones educativas que ponen interés en prácticas y ejercicios deportivos.
Esa es una antigüedad que asume que existe un cuerpo físico, no espiritual o no pensante, al que hay que atender especialmente.
No obstante, hay algunas prácticas muy variadas agrupadas bajo el también falso nombre de Artes Marciales como el Kung Fu, el Judo, el Taekwondo que prestan igual atención tanto a lo físico como a lo espiritual
Para nuestra reflexión asumimos el concepto de integralidad corpórea que concibe a la persona como la permanente confluencia de acciones y pensares de todo el cuerpo, entendiéndolo como todo no separable.
El deporte, en sus múltiples manifestaciones, especialidades y normativas, en constante crecimiento y complejidad, expresa esa condición, esa integralidad corpórea. No hay deporte puramente físico, independientemente de la diversidad de sus expresiones y lenguajes.
Es de complejidad similar preguntarse acerca de su origen. Al igual que el arte o el lenguaje, surgió con el ser humano y sigue cursos de evolución y, eventualmente, de reflexión y especialización. Es inherente a la relación con los otros y con la naturaleza.
A su diversidad, independientemente de su nivel de expansión u organización, concurren variados personajes, funciones, organizaciones y normativas que ahora expresan la globalización de la cultura occidental con los aportes que, de diversos orígenes e historias, han concurrido a ella.
Jugadores somos o hemos sido todos y en cualquier momento de la vida: en el barrio, la escuela, la playa, la cancha, pero para muchos esas actividades se hacen permanentes hasta llegar a niveles clasificados o profesionales. Se desarrollan técnicas y una manera de ser en la que se pierde el acto espontáneo o inmediato y se adquieren rasgos que corresponden a la participación o presencia de otros personajes, organizaciones y espacios a los cuales el jugador resulta obligado. El jugador, por ejemplo, “se debe al público” lo que implica que su actuación y presencia están pendientes no solo de los otros jugadores sino de las respuestas que recibe de los espectadores o fanáticos y que vienen a ser otros participantes de su performance.
Aun cuando no todos los deportes suponen un equipo, muchos de ellos lo implican, y, con ello, el ejercicio de valores éticos como la participación y la solidaridad que son inseparables de las preparaciones, entrenamientos y eventos.
El equipo exige un entrenador o capitán que coordine y mantenga el sentido del equipo y su juego. Esa relación es de fuerza similar a la que se tiene con el público o espectadores.
Puede ser un ejercicio privado e individual, sin espectadores o testigos, pero es difícil ignorar la participación, presencial o virtual, de los espectadores en el drama en curso.
El deporte globalizado es, fundamentalmente, urbano. Se realiza como cosa de las ciudades. Con los problemas de transporte, contaminación y costos que esto supone. Con algunas excepciones, ha devenido en mueble de ciudad, con espacios y tiempos que intervienen en el juego, ampliados con la penetración e incremento de poder que aportan las tecnologías.
Desde las escuelas, calles o barrios hasta los grandes eventos regulares e internacionales exigen organización, acuerdos, normas, medios, fines, propósitos, actitudes y posiciones.
Esa institucionalización ha seguido un curso similar al de la industria y el comercio. Se ha racionalizado y ha generado organizaciones y sistemas de complejidad progresiva. Se ha llegado a presencias, dimensiones y coberturas con límites difíciles de establecer, en los cuales compiten poderes de origen o propósitos diversos: políticos, ideológicos, empresariales, apostadores, religiosos… que se añaden a las complejidades de las personalidades de los jugadores, fanaticadas, tradiciones y simbologías.
Las tecnologías digitales, la robótica e Internet, los juegos digitales y su altísima carga de violencia se agregan a esas maquinarias, con una profundidad tal, que obligan a severas interrogantes sobre la realidad o ficción de esos jugadores, espectadores y escenarios. Es una maquinaria mundial, global que deja un margen cada vez más estrecho a la voluntad.
La Aldea
En la Aldea las artes, la música, el baile, el espectáculo, compiten con el deporte en su fuerza de atracción. Se redimensionan los espacios. La inmediatez, la amistad, la grupalidad, la continuidad con la Naturaleza ofrecerá al deporte, jugadores y público muchas opciones de participación. Los horarios de trabajo reducidos gracias a la automatización y la robotización de la producción y de la administración, facilitarán tiempo para el deporte y el esparcimiento, que se habrán adecuado a ser disfrutados de acuerdo a la edad y a las vocaciones.
No dejarán de existir jugadores, equipos y fanaticadas regionales, nacionales o internacionales, pero las grandes maquinarias, que ahora imponen sus condiciones, obligadas por sus engranajes trabados y turbideces, desaparecerán y serán reemplazadas por instituciones adecuadas y democráticas.
arnaldoesté@gmail.com
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