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May 12, 2025


Recuerdos de infancia fluvial

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Por aquel tiempo

ya ni atisbo a recordar

si fui, si no el último, sí

uno de los últimos

en salir de la comarca,

triste y melancólico villorrio

ya abandonado por la mano

de Dios y del Diablo.

El río, eso sí lo recuerdo,

ya estaba casi seco, apenas

un delgado hilo de agua

que discurría con morosa

dificultad por entre las

tristes piedras y pedruscos

que parecían amenazar

también con irse al lejano

exilio.

Los animales domésticos

también habían comenzado

a emigrar y eran pocas las

aves domésticas que llegaban

al caer la tarde a pernoctar

al Palafito que por casa solíamos

apenas tener.

La brisa que se ausentaba la mayor

parte del día, por breves momentos

volvía con un leve y lento ritmo

infatigable una y otra vez como

amenazando con ausentarse para

siempre.

La sabana desierta apenas exhibía

una garza larguirucha y de albo

plumaje y un triste y solitario

botón de Bora en derredor de un

moribundo Mosure negado a su

extinción.

Por aquel tiempo ya los

fundadores del pueblo

habían empezado a morirse

de muerte natural o de tristeza.

Alguien de mi generación me

dijo que su abuelo le había

susurrado al oído en su lecho

de muerte en plena agonía que

de tristeza también se muere.

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