El 21 de septiembre de 2021 escribí un artículo titulado «Ganaron los dos y Miranda«. De ese relato recojo las siguientes frases: si perdía Carlos Eduardo Ocariz Guerra, perdía mucho, yo diría todo. Si perdía David Ricardo Uzcátegui Campins, ganaba mucho.
Ese comentario me pareció pertinente luego de que la MUD le asignó la tarjeta de la manito, tan sudada por esos estudiantes, a Carlos Ocariz y se suponía que iban a iniciarse los acuerdos que todos esperábamos para ganar Miranda.
Pero no, la realidad política venezolana no se parece a la realidad estadística ni a lo que suponen los entendidos. La verdad, no sé a qué se parece… Lo que sí sé es cómo se ha gestado.
De lo que se suponía iba a suceder, y teniéndolo delante de mis narices, no pegué una: Carlos Ocariz no perdió pero tampoco ganó; Uzcátegui no ganó y además perdió feo; y el estado Miranda, ese que he pateado casi toda mi vida, quedó nuevamente bajo el embrujo de la patanería más insolente después de que el gobernador que fue reelecto la volviera un emporio de la desidia y el engaño, donde el hambre, la sed, la falta de trabajo y la desgracia hospitalaria son parte de la cotidianidad del vivir mirandino.
Pero, ¿cómo es posible pelarse tanto en un tiro tan corto, torito?, como diría un jugador de bolas criollas… ¿Cómo es posible? Bueno, es que hay unas inéditas variables en juego que te llevan a cometer ese tipo de errores y que no hemos metido en el cocktail, en el modelo matemático político venezolano. Esas variables, desde mi punto de vista, tienen mucho que ver con el populismo acérrimo, ese virus peor que el covid-19, en el que comerse un semáforo o llegar rascado manejando por instrumentos es más una gracia que una falta; donde los días del Caracazo -aquellos fatídicos 27 y 28 de febrero de 1989- habían sido, en vez de un gran acto de vandalismo, un abuso de poder de Carlos Andrés Pérez; donde dar un discurso en el Congreso Nacional justificando un golpe de Estado por un tenaz defensor de la democracia no es una contradicción; donde votar por un militar golpista para que imponga una democracia fue un fervor nacional.
Entonces, ¿por qué preguntarnos qué pasa en nuestro país? No pasa nada nuevo, solo que estamos cobrando, cosechando, lo que los que han apostado a la destrucción de nuestra patria pusieron sobre el terreno de juego y muchos han comprado: destruir la democracia. Aquella que logró hacer a nuestra Venezuela bonita, deseada por propios y extranjeros, donde nos escogían como destino tirios y troyanos, porque nuestro país enamoraba pero… también tenían cobijo este grupito de farsantes que predican la pobreza como el mejor método de vida pero no se bajan de una 4Runner.
Ese grupo, algunos de los cuales conocí de cerca y sentí la incomodidad de no saber lo que realmente pensaban porque siempre andan con la maldad en el rostro y eso no es fácil de disimular, ese grupo, capaz de inocular ese lascivo veneno de la envidia, codicia y el engaño a una población que se la da de pendeja y ahora parece que lo es, donde muchos de sus líderes, civiles o militares, dejaron desarrollar el jueguito porque estaban en la mordida y no se atrevían a desafiar frontalmente a los mafiosos que por años nos socavaron, ha logrado su cometido engañoso parcialmente.
Esos vendedores de elixir contra la calvicie supieron organizar su discurso, acomodaron los peones, enfilaron estrategias prácticas y eficaces, capaces de demoler a cualquier líder de la oposición, llámese Enrique Mendoza, Henry Ramos Allup, Leopoldo López, Henrique Capriles, Juan Guaidó o el que se presente, así traiga escafandra y lanza afilada, así deje todo en el intento; no son los líderes de la oposición venezolana o cubana los que fallan, es un sistema mafioso que paga para que los destruyan sistemáticamente y los supuestamente pensantes, dolientes de oposición, donde quiera que estén le juegan la vaina, le siguen el ritmo, se dan golpes de pecho como el borracho que habla tonterías en medio de una rasca.
Liderazgo tras liderazgo de la oposición democrática irán cayendo uno a uno porque la estrategia, el mensaje, lo primerísimo, es aclararle al venezolano, a ese hablador de tonterías que nunca ha arrimado una para el mingo, que la política es algo serio, un estrado donde nos jugamos todo terreno al que hemos visto solo con un giño y no como el alter ego que deberíamos, como el camino a andar para salir de esta desgracia.
Hay que montarse en eso profesionalmente y no por raticos…
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