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Kristol se avanzó cuatro décadas 

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Irving Kristol

                                                                              A Isilio Arriaga 

 A raíz del hallazgo que realicé acerca de la estrategia de Kissinger para Trump respecto a la lucha contra el totalitarismo de Xi que comenté en el artículo anterior ( https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/trump-show-y-estrategia/ ),he intentado profundizar sobre el tema y encontré  algo muy relevante y bastante curioso: un artículo de  Irving Kristol, en el que en los ochenta predice la situación actual casi que como una premonición y que me parece muy importante analizar. 

En primer lugar, considero útil una breve referencia a quién es Irving Kristol y porqué es tan importante para el tema analizado. Fue un periodista estadounidense que fue apodado el «padrino del neoconservadurismo», historiador de la City University de Nueva York, en su juventud fue trotskista, se dedicó al periodismo, cofundador y coeditor (primero con Daniel Bell y luego Natal Glazer) de The Public Interest de 1965 a 2002. Fue el fundador y editor de The National Interest de 1985 a 2002, publicaciones connotadas de los “neocons” de la época. El neoconservadurismo, sostenía Kristol, no es una ideología sino una «persuasión», una forma de pensar sobre la política más que un compendio de principios y axiomas, alaba las virtudes de la economía de la oferta y de la democracia, pero lo que lo caracteriza como analista político es “un agudo escepticismo hacia los “intelectuales” como clase social y hacia las posturas adoptadas por aquellos que se autoproclaman líderes morales”. (https://fundacionfaes.org/wp-content/uploads/2021/10/20130423214602irving-kristol-patriarca-del-neoconservadurismo-1920-2009.pdf ) . 

A pesar de la crítica insidiosa de la izquierda contra el neoconservatismo, tanto   Kristol como casi todos los neoconservadores de su generación tendieron a favorecer una política exterior prudente y pragmática. De hecho, Kristol llegaría incluso a manifestar que, tras la consolidación del realismo como guía teórica de las relaciones internacionales de Estados Unidos, no quedaba nada más que escribir acerca de la materia. Se considera “su herencia: reajustar las tesis conservadoras tradicionales a la realidad sociopolítica de los Estados Unidos de su tiempo” (ídem). De manera que el artículo de Kristol que voy a comentar a continuación es de vital importancia porque en él se ve un cordón umbilical entre la política exterior neocon y la del trumpismo hoy, rechazando la tesis que la política exterior de Trump es un rechazo profundo a aquella. 

En un artículo publicado en la revista del New York Times en septiembre de 1983 (https://www.nytimes.com/1983/09/25/magazine/what-s-wrong-with-nato.html) Kristol pidió una «OTAN de toda Europa, con Estados Unidos como aliado pero no como miembro». La OTAN europea de Kristol tendría sus propias armas nucleares (Gran Bretaña y Francia ya las tienen) y su propia estrategia militar, independiente de la estrategia estadounidense. Señala Kristol que “la OTAN se encuentra en dificultades. Europa Occidental y Estados Unidos, señala el estudio, parecen tener diferentes actitudes y políticas hacia Oriente Medio, Centroamérica y Polonia, diferentes percepciones de la amenaza soviética y diferentes concepciones de las relaciones económicas adecuadas entre Occidente y Rusia”. 

Como consecuencia Kristol asevera: “Cada vez es más evidente que la alianza atlántica, tal como la hemos entendido y con la que nos hemos sentido cómodos durante tantos años, está perdiendo gradualmente todo significado”. 

Criticaba Kristol la dependencia de Europa de los Estados Unidos, aun en la época de la guerra fría, en términos muy similares a las ideas de Trump de ahora: “Europa no necesita 200.000 soldados estadounidenses para librar una guerra convencional; tiene suficientes soldados propios y la importancia militar de los soldados estadounidenses es marginal. En la mentalidad europea, están allí como rehenes para garantizar que, si la Unión Soviética invade Europa Occidental en una guerra convencional, el presidente se verá sometido a una fuerte presión, al ver un ejército estadounidense diezmado, para presionar el botón rojo”.  

Prosigue Kristol con una recomendación estratégica: 

“En realidad, solo existe una estrategia militar viable para Europa Occidental. Esta consiste en fortalecer las fuerzas convencionales de la OTAN para poder librar, y ganar, una guerra convencional contra la Unión Soviética, a la vez que se posee una capacidad nuclear táctica y estratégica de segundo ataque lo suficientemente potente como para impedir que Rusia inicie una guerra nuclear. Debemos dejar de atemorizar a la ciudadanía de Europa Occidental, que es lo que estamos haciendo con nuestro excesivo énfasis en la guerra nuclear y las armas nucleares. Necesitamos fuerzas convencionales de tamaño y potencia suficientes para infligir una derrota militar a un agresor… La pregunta es: ¿Existe entre los pueblos y gobiernos de Europa Occidental la voluntad de hacer estos sacrificios por la seguridad europea?”. 

Como corolario de esa estrategia Kristol indicaba que: 

“La era del internacionalismo liberal, que se extendió desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1980, prácticamente ha llegado a su fin. El antiguo establishment liberal que dirigía la política exterior estadounidense y que básicamente coincidía con la visión europea del mundo ha perdido, en gran medida, su credibilidad, su autoridad y su influencia política. Ya no se oye hablar de «ganarse el corazón y la mente» de europeos, africanos o asiáticos; esa frase ha desaparecido del vocabulario estadounidense. Estados Unidos se está convirtiendo en un país mucho más nacionalista, mucho más preocupado por su interés nacional y más dispuesto a actuar unilateralmente si es necesario para lograrlo”. 

Argumentaba como fundamento de ese corolario el hecho que: 

“Si algo hemos aprendido de la experiencia de la OTAN en los últimos 30 años, es el redescubrimiento de una vieja verdad: la dependencia corrompe, y la dependencia absoluta corrompe absolutamente. En la medida en que Europa ha dependido de Estados Unidos, la voluntad europea se ha corrompido y la vitalidad política europea ha disminuido. Una OTAN reconstruida podría revertir ese proceso. Pero tendría que ser una OTAN paneuropea, con Estados Unidos como aliado, pero no como miembro”. 

Concluye Kristol, indicando que se debía perseguir como objetivo geopolítico: 

“Una OTAN independiente, con su propia disuasión nuclear, responsable de la defensa de Europa Occidental, dispuesta a hacer los sacrificios necesarios para luchar (con ayuda estadounidense, si fuera necesario) y ganar una guerra convencional contra la Unión Soviética si estallara: esa es la OTAN del futuro, si es que ha de sobrevivir”. 

Me fascinó ver estas ideas del “padrino del neoconservatismo” porque veo entonces que en la política exterior MAGA contrario a la idea general, no hay un rechazo a las ideas “neocon” sino por el contrario existe una identidad casi total y sobre todo porque veo un fundamento estratégico a una política exterior, que lamentablemente expresada en términos kitsch y fanfarrones de Trump, tiene un fundamento teórico sólido, y por lo tanto de implementarse bien, debería augurar el éxito deseado. 

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