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Zelenski, el profeta

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El histórico altercado del 28 de febrero entre Volodímir Zelenski y Donald Trump en el Despacho Oval de la Casa Blanca dio pie a todo tipo de análisis. Sólo uno, me parece, se ha pasado por alto: el judaísmo de Zelenski. Por supuesto que sabemos que el presidente ucraniano es judío, pero rara vez se menciona su origen porque sería una aproximación políticamente incorrecta al personaje. Y, sin embargo, el judaísmo de Zelenski resultaba extraordinariamente llamativo en su violento diálogo de sordos con Trump.

Zelenski, de hecho, es un superviviente, un superviviente de una de las mayores comunidades judías de Europa central, la de Ucrania, exterminada casi en su totalidad durante la Segunda Guerra Mundial. La capital de esta comunidad era Leópolis, entonces llamada Lemberg, en alemán. Fue en la Universidad de Lemberg donde dos juristas judíos Raphael Lemkin y Hersch Lauterpacht crearon y definieron en los años treinta los conceptos de genocidio, originalmente destinado a los armenios masacrados por los turcos, y de crimen contra la humanidad, convertidos en normas por la comunidad internacional. Después vino el Holocausto. El exterminio fue obra de los nazis, por supuesto, pero desgraciadamente, como en Polonia, con la contribución de una parte de la población local.

Este colaboracionismo de los ucranianos ha caído en el olvido, pero no impidió que Zelenski se convirtiera en presidente con la legitimidad indiscutible de su pueblo. Esta judeidad confiere a Zelenski una dimensión suplementaria: como superviviente o hijo de supervivientes sabe distinguir el mal, y sabe lo que es un holocausto. Y sabe lo que es un asesino. Cuando se refirió a Putin como «asesino», Trump no puede entender a qué se refiere el presidente ucraniano. Cuando Zelenski prevé, en el peor de los casos, el exterminio de Ucrania, es obvio que el pasado de su comunidad le viene a la mente y le inspira. Tal es su profetismo. Porque se trata, en efecto, de un profetismo judío enraizado en una larga historia, alimentado por una historia que permite a Zelenski descifrarla como ningún otro, un discernimiento que es ajeno a Trump o a J.D. Vance, el perro guardián trumpista, ambos ignorantes de la profundidad histórica del conflicto ucraniano.

¿Qué saben de historia ucraniana estos ideólogos más bien frustrados? ¿Están familiarizados con el término Holodomor (hambruna en ucraniano)? La gran hambruna de 1932 (entre 5 y 6 millones de muertos), organizada por Stalin para tratar de acabar con cualquier identidad ucraniana o reivindicación de independencia. Todo ucraniano recuerda el Holodomor y Putin se refiere necesariamente a Stalin cuando afirma que Ucrania no existe.

Está claro que si Putin se saliera con la suya estaríamos asistiendo, estrictamente hablando, no a un holocausto del pueblo ucraniano, pero sí a una ocupación que se parecería mucho a la de los nazis en Europa central a partir de 1940. No es inconcebible, además, que los rusos reservaran un destino especial a los pocos judíos supervivientes en Ucrania, ya que el propio Putin ha expresado públicamente en varias ocasiones su indignación por el hecho de que Occidente apoye a un ‘dictador’ judío al frente de Ucrania. En otras palabras –y por citar al propio Putin en 2023, en San Petersburgo–, Zelenski es «un ser inhumano», al que calificó también de «neonazi». Putin añadió en el mismo discurso que tenía «muchos amigos judíos», un tropo habitual del antisemitismo.

En el odio de Putin a Zelenski el antisemitismo nunca se menciona, pero está muy presente. Llamar nazis a los judíos se ha convertido en un rasgo característico del antisemitismo contemporáneo. ¿No es inquietante que el primer ataque ruso contra Kiev, hace tres años, destruyera el mundialmente famoso mausoleo de las víctimas judías del nazismo, Babi Yar? ¿Coincidencia? Algunos objetarán que Israel votó con Estados Unidos y Rusia en la ONU para no apoyar a Ucrania. ¿Es entonces Israel indiferente al judaísmo de Zelenski? La relación entre Israel y el judaísmo de la diáspora es lo suficientemente complicada como para explicar la calculada estrategia de Netanyahu. Quieran Netanyahu o Putin lo que quieran, Zelenski es efectivamente un judío, pero un judío de la diáspora, conservador a ultranza de una tradición profética que en Israel se ha vuelto demasiado política.

En un tono más ligero, viendo la tragicomedia entre Trump y Zelenski en televisión, como todo el mundo, no pude evitar acordarme de la película de Charlie Chaplin El dictador. En esta obra maestra, realizada en 1940, en una época en la que aún no sabíamos en qué iba a consistir el Holocausto, vemos a un pequeño barbero judío de Varsovia (interpretado por Chaplin) luchando contra una marioneta gesticulante y gritona que es una parodia de Hitler, también interpretada por él. Pues bien, Zelenski, sin afeitar, mal vestido, enfrentado a un Trump dominador, con corbata roja, me recordó inevitablemente a Charlie Chaplin: el barbero contra el dictador.

Recordarán que Zelenski fue cómico antes de entrar en política; apostaría a que Charlie Chaplin fue uno de sus modelos. Aunque Chaplin no era judío, el traje instantáneamente reconocible de Zelenski es claramente una metáfora del atuendo del vagabundo, el vagabundo provocador que dice la verdad a los poderosos y a los asesinos. Zelenski bien podría ser el máximo representante del espíritu profético de la diáspora ucraniana. ¿Qué profecía? Algunos anunciaron la destrucción del Templo y otros la venida del Mesías. Al no ser profeta, no puedo decirlo.

 

Artículo publicado en el diario ABC de España

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