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Die grosse flucht / La gran huida

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Foto de Ursula Hammacher el día de su matrimonio en 1942

Ursula Christophel Petersen, cuyo apellido de casada es Hammacher, vivía con su hijo de un año en una ciudad cercana a la frontera oriental del Tercer Reich. Sus padres siempre habían vivido en Kognisberg, la capital de Prusia Oriental, donde ella había nacido y crecido hasta que en 1942 en el aeródromo donde trabajaba como secretaria conoció al piloto de la Luftwaffe Heinz con el cual se casaría en 1942. La casa de sus padres había sido bombardeada por los británicos a finales de agosto de 1944, y antes que los soviéticos rodearan la región hace exactamente 80 años lograron huir al oeste. De esa forma pudieron salvarse de la despiadada venganza de los rusos, aunque no supieron si Heinz se había podido salvar. Años después emigrarían a Venezuela, y el niño se convertiría en mi tío político Hendrick y me contaría las hazañas de su padre. Frau Ursula personalmente me contó su testimonio y actualmente tiene 102 años. Su historia es una más de millones que a medida que avanzaban los soldados de Stalin escapan en dirección al oeste desde finales de 1944 hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. 

En nuestra anterior entrega nos dedicamos a la Ofensiva Vístula-Oder (del 12 de enero al 2 de febrero de 1945) del Ejército Rojo que llegaría a los ríos Oder y Neisse dentro del Reich y conquistaría la casi totalidad de Prusia Oriental (salvo su capital que fue sitiada hasta el 9 de abril). Antes de dicha ofensiva los rusos habían capturado en octubre de 1944 los pueblos alemanes que quedaban más al este, donde la mayoría de los que no habían huido previamente fueron masacrados. El más conocido fue el de Nemmersdorf porque fue recapturado al poco tiempo y la propaganda nazi lo usó para estimular una lucha más fanática y un mayor reclutamiento en el llamado “volkssturm” (ejército que ese mes había comenzado su reclutamiento entre hombres ancianos y adolescentes, entre otros). Este objetivo fue logrado pero también generó un verdadero terror en la población civil que provocaría la mayor migración interna de la Europa moderna (las cifras van de 10 a 15 millones). No solo fue el terror porque también se le sumaría la política de expulsión llevada a cabo por los países a los que se le cedió territorio antiguamente alemán. 

 

Al llegar los soviéticos a cualquier pueblo alemán se iniciaba la violación de todas las mujeres desde niñas (se conocen casos desde 8 años) hasta ancianas (se han contabilizado más de 2 millones de casos, de los que 10% terminaba en asesinatos), muchos hombres eran fusilados y/o torturados e incluso en algunas ocasiones no dejaban a nadie vivo (los bebés eran pateados, por decir lo menos). En Nemmersdorf se llegó hasta clavar a las personas a las paredes o carretas, y existen mujeres que fueron violadas hasta 70 veces. El saqueo era generalizado, y los testimonios de las víctimas que sobrevivieron era que el alcohol podía dar la oportunidad de frenar algunas conductas y facilitar la huida. Pero si los tanques lograban alcanzar las grandes filas de civiles que habían escapado, estos simplemente los atropellaban; y la aviación también los acosaba ametrallándolos. Más de 100.000 civiles murieron de esta forma, y si se les suma los que fallecieron por todo lo que significó esta movilización pueden llegar hasta 1 millón. 

La crueldad fue promovida desde los altos mandos del Ejército soviético como una forma de venganza por todo el sufrimiento que padecieron durante la ocupación nazi, pero no se puede negar que no había un solo ciudadano de la URSS que  no tuviera alguna victima en su familia. En los documentales los testigos lo justifican y hasta el presente no se ha dado un claro reconocimiento por parte del Estado ruso. Pero los líderes de las otras potencias de los Aliados miraron para otro lado al final de la guerra. Incluso en muchas ocasiones no te salvaba el hecho de no ser alemán, porque los prisioneros de guerra y personas perseguidas por los nazis que se habían escondido por años, al salir a abrazar a sus “libertadores” recibían el mismo trato. 

Al principio las autoridades nazis impedían la huida, pero luego fue imposible detener a las grandes masas que llenaron las carreteras. Frau Ursula recuerda caminar en medio del invierno con su hijo de un año rodeado de miles de personas, y agradece que en muchos pueblos se abrieron las puertas de las casas y todo edificio que pudiera darles refugio temporal. Se compartía la comida y lo que pudiera ayudar para el viaje, porque no tenía sentido dejárselo a los rusos. Los que más padecieron probablemente fueron los civiles y soldados de las ciudades portuarias del Báltico que terminaron rodeadas por los soviéticos. Para rescatarlos, el “gran almirante” y máxima autoridad de la marina alemana: Karl Donitz, planificó la “Operación Aníbal” (que se desarrolló desde el 23 de enero hasta el 8 mayo de 1945) la cual consistía en reunir todos los barcos posibles (1.500 naves de todo tipo, los británicos reunieron la mitad cuando Dunkerque) e iniciar la evacuación. Más de 160 barcos fueron hundidos, entre ellos está la mayor tragedia de un barco de pasajeros (9.300 civiles ahogados): el “Wilhelm Gustloff” (por un submarino ruso), pero se salvaron 800.000 civiles y casi 400.000 soldados. 

La realidad es que las películas y documentales sobre el tema son desconocidas para la inmensa mayoría. Hollywood nunca los ha atendido. Conozco solo dos filmes y varios documentales alemanes. Nacht fiel über Gotenhafen / La noche cayó sobre Gotenhafen (Frank Wisbar, 1959) que trata sobre la huída de Prusia Oriental y la tragedia del “Wilhelm Gustloff”. La miniserie para TV: Die Flucht / La huída (Kai Wessel, 2007). Y el documental de 5 episodios del canal de TV público: ZDF: Die grosse flucht dirigido por el historiador germano Guido Knopp. De la bibliografía examiné varios textos pero en especial a los historiadores Max Hastings, 2004, Armagedón: La batalla por Alemania, 1944-45 y Antony Beevor,  2002, Berlín, la caída. 1945. Sobre el esposo de frau Úrsula, mi hermano Clemente Balladares Castillo le dedicó un capítulo: “Heinz Hammacher. Combate para la Luftwaffe de su magnífico libro del 2004: Héroes del aire en Venezuela. Agradezco por su testimonio a frau Ursula, a mi tía Mercedes “Nena” Castillo y a su hija, mi prima Vanessa Hammacher Castillo; y a la memoria de mi querido tío Hendrick Hammacher.  

Al final de la “gran huida” frau Úrsula llegó a casa de su cuñada en Leipzig, y en ese lugar vivió la conclusión de la guerra pero sin su querido Heinz. Un día dejó a su bebé en el coche durmiendo en el patio de la casa, se distrajo un momento y al voltear vio dos soldados rusos cargándolo. El susto fue inmenso pero estos no eran violentos, en todo caso sabía que debía pasar a la zona occidental. Un día tocaron la puerta y ella salió a abrirla con su hijo, era Heinz. Se había escondido en los Alpes y en junio se entregó a los soldados estadounidenses que al tiempo lo dejaron libre. Reunida la familia huyeron hasta Dusseldorf y luego emigraron a América para establecerse finalmente en Venezuela. 

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