Intentaré hacer una breve taxonomía de un bicho raro que se expande por todos los continentes y que a falta de un mejor término condensaré en uno de los nombres con los que ellos más les gusta ser llamados: el progresismo. Todo comienza con el pensador alemán Karl Marx, sus ideas políticas se centran en la teoría del materialismo histórico, que sostiene que la historia de la humanidad es una historia de lucha de clases. Marx creía que el capitalismo, con su estructura de clases entre la burguesía (propietarios de los medios de producción) y el proletariado (trabajadores), inevitablemente llevaría a la explotación y la alienación de los trabajadores. Propuso que esta contradicción interna del capitalismo conduciría a su colapso y a la eventual revolución proletaria, estableciendo una sociedad sin clases y sin propiedad privada. Quien llevó a la práctica estas ideas fue Lenin, él desarrolló las ideas de Marx adaptándolas a las condiciones específicas de Rusia a principios del siglo XX. Mientras que Marx había previsto una revolución proletaria en sociedades industrializadas, Lenin creía que una revolución podía ocurrir en un país agrario como Rusia. Para ello, Lenin introdujo el concepto de un partido de vanguardia, compuesto por revolucionarios profesionales, que lideraría al proletariado en la lucha contra la burguesía. Lenin también enfatizó la necesidad de una dictadura del proletariado para consolidar el poder revolucionario y evitar la contrarrevolución. A diferencia de Marx, que veía la revolución como un proceso más espontáneo, Lenin creía que era necesario un liderazgo fuerte y centralizado para dirigir el movimiento revolucionario.
Esta dictadura del proletariado ya sabemos en que terminó: en la implacable tiranía de una élite comunista que por el terror se impuso sobre sus oponentes y estableció el comunismo como régimen de opresión económica por parte del estado, este sistema llegó a su cúspide con Stalin, a partir de él, comunismo es sinónimo de totalitarismo.
El político e ideólogo alemán que se destacó por su oposición a Lenin y por su contribución al desarrollo de la socialdemocracia fue Karl Kautsky, su enfoque se centraba en el parlamentarismo y el reformismo, en contraste con la visión revolucionaria de Lenin, él fue el gran teórico de la socialdemocracia alemana, junto con Ferdinand Lassalle, quien fundó el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), fueron los fundadores de una segunda corriente del comunismo, la socialdemocracia.
Estas dos vertientes hasta mediados del siglo XX representaron dos versiones del marxismo, una totalitaria, la estalinista y otra simplemente la socialista, llamada socialdemocracia, pero con el fin común de establecer el ideal marxista. Solamente en 1959 el SPD abandonó el marxismo, y a partir de allí se consolidó una nueva versión socialista no autoritaria, sino democrática, pero que persistió en la idea de un estado de bienestar, lo cual quería decir un estado gigantesco, intervencionista, que en la mayoría de los casos llevada a une estado deficitario y por lo tanto inviable.
Fue a partir de finales de los setenta, con la puesta en boga de las teorías del liberalismo preconizadas por los teóricos de la escuela austríaca y sus sucesores que la socialdemocracia aceptó el realismo económico y se llegó prácticamente a un consenso en la necesidad de la racionalidad sobre las inclinaciones ideológicas, así se acabó el mito muy difundido del “socialismo nórdico”, no hay tal, esos gobiernos aplican una estricta política económica liberal.
Por otro lado, paradójicamente la adopción por parte de la socialdemocracia del estado de bienestar llevó a que el proletariado adquiriera un mejor status socioeconómico y se “aburguesara”, abandonando su afiliación a los partidos socialdemócratas, tesis explicada en el libro Angels in Marble: Working Class Conservatives in Urban England de Robert McKenzie y Allan Silver, publicado en 1968.
En resumen, hasta los sesenta tenemos dos versiones de los seguidores del marxismo, una totalitaria, los comunistas, y una democrática, los socialdemócratas; a partir de los sesenta, estos abandonan el marxismo y a partir de los finales de los setenta, se unen al consenso de la política económica liberal.
Por otro lado, en los años treinta un teórico marxista italiano, Gramsci, critica el determinismo económico de la izquierda y propone la “hegemonía cultural”, en una apretada síntesis Gramsci propone: que la clase dominante mantiene su poder no solo a través de la coerción política y económica, sino también mediante el control de la cultura y las ideas. Esto se logra a través de instituciones como la educación, la religión, los medios de comunicación y la familia. En lugar de una revolución violenta, Gramsci propone una “guerra de posiciones”, donde las clases subalternas deben luchar por el control de la cultura y las ideas. Esto implica una batalla prolongada para cambiar la percepción y la conciencia de la sociedad. Ello se logra a través de intelectuales orgánicos, individuos que trabajan en la diseminación de las ideas socialistas en las instituciones de socialización del conocimiento (escuelas, universidades, medios de comunicación, instituciones culturales), una vez cooptadas estas instituciones ellas efectuarán la guerra cultural de Gramsci se centra en la importancia de la cultura y las ideas en la lucha por el poder político.
Entonces a partir de los setenta, ante la derrota del socialismo en lo económico ellos se plantearon una nueva estrategia, la guerra cultural antes mencionada, dividieron la sociedad no entre burgueses y proletarios como el marxismo clásico, sino crearon múltiple “identidades” para llevar a cabo esa guerra cultural, el objetivo es la destrucción de la democracia liberal a través de una guerra de posicionamiento, en las cuales se destruyen las instituciones sociales de la democracia liberal (familia, religión, cultura clásica, etcétera) por medio de una serie de “luchas” que plantean un conflicto entre “ opresores” , hombre, blanco, cristiano, etcétera, y “oprimidos”, mujeres, negros, ateos o de otras religiones principalmente el islam, y todo el alfabeto de identidades sexuales que llaman géneros.
La unión del marxismo tradicional-comunistas-(totalitarios) con los socialistas en la lucha por derribar la democracia liberal, plantea la guerra cultural postulada por Gramsci uniendo las dos vertientes, una “woke” que hace énfasis en los aspectos culturales de esa guerra, con los más clásicos proponentes del estatismo en su versión socioeconómica, es esa unión que ellos llaman “progresismo”.
Así el progresismo es la izquierda contemporánea que une las dos versiones actuales de ella, la “woke” que enfatiza la guerra de identidades y la estatista tradicional, que enfatiza los aspectos socioeconómicos, son diferentes énfasis, pero es un solo movimiento que persigue el mismo objetivo de la destrucción de la democracia liberal, continúan en la unión de todos los movimientos nacionales en una gran internacional progresista y por su puesto los unen la táctica de disfrazarse de mod5rados hasta que llegan al poder.
Esta guerra cultural la está ganando ampliamente la izquierda, en primer lugar porque los demócratas liberales no tienen una doctrina orgánica para enfrentar esta nueva versión de lucha planteada por los progresistas, en segundo lugar, porque como consecuencia de los anterior, no se tiene una narrativa que venza los mitos del progresismo y por último y principalmente, porque no se ha organizado ni a nivel nacional ni mucho menos en una internacional de movimientos democráticos liberales, ni se ha ganado las instituciones culturales (educativas, medios de comunicación, organizaciones culturales) o creado alternativas que enfrenten esta guerra cultural. Por eso el progresismo domina, al punto que todo lo que no sea progresista es fascista o ultraderecha, y los demócratas liberales se avergüenzan de no ser progresistas y copian sus lemas y programas, pero el pueblo prefiere el original a la copia, de allí el triunfo del progresismo frente a la democracia liberal en este siglo. Hasta que no se comprenda la naturaleza del problema y se actúe en consonancia los Sánchez, Mélenchon, Wagenknecht, Harris, Petro, Bolsonaro etcétera seguirán gobernando, en próximo artículo ahondaré en esta idea aplicado a Colombia.
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