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QUERIDA SALSA Al maestro con cariño (parte 2): Gerry Weil

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El 11 de agosto de 1939 nace en Austria, Viena, un músico, maestro pianista que parece haber inspirado aquel famoso refrán de “nadie es profeta en su tierra”. Si no lo inspiró, sin duda ha sido uno de los más vivos ejemplos de su significado. Este artículo celebra un año más de vida de uno de los músicos más importantes de la Venezuela contemporánea y sin duda la figura más importante del jazz venezolano, Gerhard Weilheim, mejor conocido como Gerry Weil. ¡Feliz nueva vuelta al sol, maestro!

Luego de terminar mis clases de percusión latina con el maestro Alberto Borregales (ver “Querida Salsa: Al maestro con cariño: Alberto Borregales”), tenía ya la fiebre por la salsa en niveles incontenibles. En el grupo de gaitas Quinoa tuve la libertad de proponer y de tocar a mis anchas. Digamos que esa fue la práctica que correspondía a los estudios de timbal recién culminados. Pero, aunque la idea era hacer esas gaitas lo más salsosas posible, seguía sin ser salsa. Pasaba que cada vez que había la oportunidad de organizar un “ventetú” para tocar, el único pianista que teníamos a la mano era el del grupo de gaitas que estaba acostumbrado a una dinámica muy especial: cuando él llegara al sitio, ya el piano estaba armado y enchufado, hasta con su sillita puesta.  Y como lo único que queríamos era tocar, entonces nos íbamos mi primo hermano Claudio Guzmán (mi eterno partner in crime de la música) y yo a buscar el piano donde guardaban todos los instrumentos del grupo de gaitas, cargábamos aquel monstruo entre los dos (era electrónico pero pesaba lo suyo), lo llevábamos temprano a donde fuera el toque, lo conectábamos y quedaba listo para la descarga. Luego nos tocaba llegar más tarde con nuestras cosas (timbal y congas). Al terminar la fiesta, nuestro pianista se despedía con una sonrisa, solo cargando de peso extra lo que se había comido y bebido, mientras nosotros salíamos llevando nuestros instrumentos. Al día siguiente, íbamos de nuevo al sitio de la fiesta a buscar el piano para llevarlo a su lugar de reposo. Lógicamente, esta situación se hizo cada vez más insostenible. Hasta que un día dije ¿y si yo aprendiera a tocar piano?

Desde hacía un par de años había en mi casa una calculadora Casio que incluía un teclado de piano (Casiotone VL1), que yo siempre utilizaba para imitar melodías que sacaba de oído. Cuando la fiebre de la salsa explotó en mi casa, ya me ponía a tocar melodías de algunos tumbaos de piano sencillos, siempre identificando la nota más alta de cada acorde. Pasaron algunos meses hasta que me puse a aprender a tocar piano con un poco más de formalidad. Y destaco la diferencia entre “aprender a tocar piano” y “estudiar el piano”. Yo intenté al principio replicar el método de Borregales, pero lo cierto es que el timbal y el piano son dos animales muy diferentes. Necesitaba conseguir un maestro que pudiera enseñarme a tocar salsa. 

En uno de mis trabajos en mercadeo conocí en la agencia de publicidad a Gerhard Weilhem. Creativo, surfista profesional, músico y locutor. Un día hablando con él sobre la música y el piano me sugirió: “Deberías estudiar con mi papá, Gerry Weil”. No sé cómo es ahora, pero en aquel entonces conseguir un cupo para estudiar con Gerry era casi imposible. Sin embargo, yo venía recomendado. Hablé con Gerry padre y acordamos comenzar las clases todos los jueves a las 7:00 am. Yo llegaba de traje y corbata luciendo como un vendedor de maletín porque me iba luego a mi trabajo de oficina y Gerry me recibía de short y camiseta en su casa, que era un templo a la música y a la creatividad. Yo llegué con el objetivo claro de aprender a tocar salsa con el maestro de jazz más respetado de todos los tiempos en Venezuela. A este punto me permito insertar una historia o leyenda urbana que cuento como alguna vez me contaron y que me hizo creer que muy pronto alcanzaría mi objetivo.

Resulta que a finales de los años setenta, principios de los ochenta, el maestro Eddie Palmieri llegó a Venezuela para dar unos conciertos que al final no se realizaron, razón por la cual el empresario encargado de producir los conciertos le metió una demanda a Palmieri que implicaba una prohibición de salida del país. Palmieri puso el asunto en manos de sus abogados y mientras el lío se resolvía, se dedicó a pasarla bien en su estadía obligada en Venezuela, siendo San Agustín del Sur uno de sus lugares preferidos para rumbear. Lugar donde el maestro Gerry Weill se movía como pez en el agua por su amistad con la familia Quintero, entre otros. Así que ambos maestros coincidieron en San Agustín por aquellos días en los que seguramente fueron unas rumbas antológicas. Eso me colocaba a mí solamente a un grado de distancia de entender todos aquellos acordes agrios y disonantes que tenía años escuchando en los discos de vinilo de Eddie Palmieri. Iba a tomar clases con Gerry que estuvo codo a codo con Palmieri frente a un piano, ¿qué podría salir mal?  Cuando las clases comenzaron, muy pronto entendí que por ahí no iba la cosa.

Gerry no es alemán, pero es austríaco. Tenía un método de clases desarrollado por él que había probado ser exitoso en el pasado. Su libro de armonía debe ser probablemente uno de los libros de música más difundidos en Venezuela, formal e informalmente. Pero Gerry no pudo conmigo. Él me puso a estudiar Hanon, el Anna Magdalena de Bach, el Preludio en Mi menor de Chopin, las canciones infantiles de Chick Corea y mucho más. Y mientras tanto, técnica, digitación, armonía (mucha armonía), y yo no entendía nada. Gerry era la música clásica y el jazz en pasta. A mí no me interesaba nada que me desviara de mi objetivo. Era como un adicto que sólo quería entender cómo se tocaba la salsa en el piano. Como se hace con los adictos, Gerry no hizo caso a mi vicio y siguió enfocado en su método, lo cual hizo que yo perdiera el interés y no me preparara antes de las clases llevando el proyecto de las sesiones con Gerry a un impostergable final.  

Gerry es un maestro incomparable. Ser su alumno y nutrirse de su monumental sabiduría y experiencia es un privilegio que yo no supe aprovechar. Con el tiempo le he dado la razón y he tratado de aprender por mi cuenta todo aquello que Gerry recomendaba abriendo mi repertorio a mucha música más allá de la salsa, estudiando obras de Chopin, Schuman, Cervantes, Lecuona, Moleiro, Monk, Evans y otros. Muchas veces me he planteado darme la oportunidad de volver a estudiar con Gerry y aprender ahora sí todo aquello que tenía trazado en su hoja de ruta. Como el mismo Gerry lo demuestra cada día de su vida: mientras haya interés, compromiso y disciplina, siempre podemos crecer, aprender y ser mejores artistas y creativos. 

CODA: A pesar de que me considero un músico 85% autodidacta, con todas las limitaciones que eso implica, quiero tomar este espacio para mencionar a todos aquellos maestros pianistas con los que alguna vez tomé clases, ya que absolutamente todos en mayor o menor grado han puesto su empeño en compartir sus conocimientos y su gran talento conmigo. Gracias maestros Alberto Crespo, Olegario Díaz, Virginia Ramírez, Héctor Suárez, César Orozco y Joel Uriola por su generosidad y paciencia.


Ale Marquis es músico, melómano y creador de contenidos. En su canal de YouTube se ha dedicado a resaltar el legado de los maestros pianistas de la llamada salsa. Creador junto a Luis M. Guzmán del podcast Querida Salsa, disponible en las principales plataformas de difusión.

@AleMarquis

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