La ópera es muchas cosas entrelazadas. Es drama, música, actuación, teatro libreto, vestuario, sentimiento, melodía, orquesta, arte y escenario. Si alguien me pidiese que se lo explicara a los venezolanos para que lo entendiesen como si tuviesen cinco añitos, se los diría de esta forma: la ópera es al mundo del arte lo que es una hallaca a nuestro paladar, una mezcla exquisita de muchas cosas.
Venezuela también lo es. Este país es la consecuencia de muchas de sus historias muchas veces mal narradas. Los venezolanos somos venezolanos. Somos una mezcla de indios, negros, blancos, españoles y canarios, de alemanes, italianos, portugueses y polacos con criollos y mestizos. De gigantes con enanos y de altos con bajitos. De morenos pelo hirsuto con catiras y pelirrojas, de gordos con flacos, de feos con bonitos como también de malos con buenos. Este país es la alegoría de una hallaca o quizás dicho de manera más elegante: esta nación es una ópera de Cabrujas, musicalizada por Teresa Carreño, escrita por Simón Díaz en voz del Monumental.
Nadie duerme en un país que renace, que sufre, que se reinventa a diario enalteciendo su pasado democrático. En una entidad geográfica territorial que se arranca la piel para emular al ave fénix, en una nación que busca identidad y destino. En una patria donde la esperanza regresa al sentimiento de todos, de blancos y negros, de altos y bajos, de buenos y malos. Nadie duerme porque pedimos perdón por nuestros propios pecados y desatinos. Nadie duerme porque oramos con la fuerza del corazón y la energía del universo porque la paz regrese para que recuperemos la cordura y la sindéresis después de que un estafador ideológico nos embriagara durante un cuarto de siglo. Puccini nos imaginó en el pasado para recrearnos en su historia. La historia de Turandot.
Nessun dorma! /Nessun dorma! /Tu pure, o Principessa, /Nella tua fredda stanza/ Guardi le stelle / Che tremano d’amore e di speranza. / Ma il mio mistero è chiuso in me,/ Il nome mio nessun saprà!, no, no / Sulla tua bocca lo dirò!… /Quando la luce splen/ Quando la luce splenderà / Ed il mio bacio scioglierà il silenzio / Che ti fa mia!…
¡Que nadie duerma! / ¡Que nadie duerma! / Tampoco tú mi princesa / Que en tu fría habitación, solo miras las estrellas / Que tiemblas tanto de amor como de esperanza / Mi misterio es solo mío y mi nombre está escondido / Y solo saldrá a la luz, cuando al besarte en la boca / Mi aliento acabe el silencio/ que te haga por siempre mía!…
La ópera de Puccini es la historia de la humildad y la valentía desafiando a la arrogancia del poder que representa Turandot. Alegoría heroica del pueblo venezolano cuando de manera asertiva y colectiva respondió con sabiduría el pasado 28 a las interrogantes del destino: la esperanza, la sangre y Turandot fueron las sabias respuestas de más de 7 millones de ciudadanos.
Nessun dorma que apenas se abre el telón para representar la victoria del amor sobre el odio en el tercer acto. Que nadie duerma cuando la voz del tenor y la soprano con firmeza, humildad, constancia y sinfónica armonía doblegan a Turandot hasta escucharle decir que existe un nuevo príncipe y expresa con viva voz: conozcan a quien los reinará. En nuestra ópera tenemos a la Calaf de Turandot.
Il suo nome è …Amor. / Su nombre es amor.
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