Dentro del teatro existencialista escrito por Jean-Paul Sartre una de las obras que se destaca es la de Muertos sin sepultura, cuyo argumento se desenvuelve entre unos miembros de la resistencia en Francia que son a su vez capturados y torturados por unos franceses colaboradores de los nazis. En la actual España, moderna y contemporánea, su presidente del gobierno, en cumplimiento de una Ley de Memoria Histórica, ha conseguido sacar a los restos de Francisco Franco del llamado Valle de los Caídos, una especie de enorme cementerio donde además del exdictador se encuentran enterrados en fosas comunes cadáveres de combatientes de lado y lado de la guerra civil española. Así mismo, el gobierno socialista del señor Pedro Sánchez ha dicho que permitirá que los españoles que tengan familiares enterrados en ese Valle de los Caídos puedan sacar a sus deudos de tal cementerio ad hoc e inhumarlos en otros lugares. Todo dentro del hábil e inteligente proceso de propaganda electoral del señor Sánchez, quien busca los votos de la izquierda a como dé lugar sin pactar con Podemos dónde moran los marxistas.
También se ha vendido la especie –y a precios muy baratos– de que Francisco Franco realizó un golpe contra una República democrática, como es ahora en la actualidad el Reino de España, donde los cambios de gobierno y la producción de leyes transcurren con pocos problemas. La opinión pública se ha olvidado del ambiente anticlerical y de permanente violencia política en el cual se desempeñaba una República lejana de ser idílica. Gil Robles uno de los actores políticos de aquellos días, en un informe ante las Cortes, denunciaba en aquel entonces que habían sido incendiadas 160 iglesias, y por si fuera poco se habían producido 269 asesinatos políticos, 1.287 casos de agresión, 69 oficinas políticas destruidas, 113 huelgas generales, 228 huelgas parciales, 10 redacciones de periódicos asaltadas, etc. La gota que rebasó el vaso fue el asesinato del diputado derechista Calvo Sotelo, y así el 17 de julio el general Francisco Franco con tropas acantonadas en África del Norte, se rebeló contra la República en aquel tiempo ya dominada y controlada por los comunistas y los anarquistas. Es cierto que durante este conflicto las tropas franquistas hicieron grandes masacres, pero se calcula también que las tropas republicanas asesinaron a 55.000 civiles. Por otra parte, escritores como George Orwell, llamaron la atención sobre la masacre que los comunistas infligieron a los troskistas del POUM en Barcelona. Bajo este contexto el historiador Paul Johnson en su libro Tiempos modernos explica al detalle las manos metidas de Stalin donde tanto daño le hizo a la propia causa republicana. Otro caso de “memoria histórica” olvidado deliberadamente.
Francisco Franco, no obstante todas sus actuaciones malas, logró apartar a España de la Segunda Guerra Mundial, y sobreponer a la economía española al terrible bloqueo a que fue sometida después del gran conflicto. E incluso con ayuda de los tecnócratas del Opus Dei, sobre todo de López Rodó, convirtió a su país en la octava potencia industrial del mundo. Y cuando se murió, la transición hacia la democracia fluyó gracias al haber elegido al príncipe Juan Carlos como su sucesor.
En el reciente careo –denominado debate– entre cinco candidatos a presidente del gobierno del reino de España, le llamaron la atención una vez más al señor Pedro Sánchez sobre la manipulación propagandística de la “memoria histórica” y que contrasta firmemente con el viaje que el rey Felipe VI efectuó a Cuba, hogar de una de las dictaduras más añejas del mundo solo superada por la de Corea del Norte. De igual modo le advirtieron que Estados Unidos estaba a punto de sancionar al reino de España por el apoyo que su gobierno le estaba dando al gobierno venezolano presidido por Nicolás Maduro.
Nos despedimos de estas líneas con este fragmento de un manifiesto de los intelectuales franceses sobre los poderes (1973):
No existe la tortura “buena”, ni la policía política “buena”, no existe dictadura “buena”. No hay campos de concentración “buenos”, ni genocidio “legítimo“. Hay combates necesarios, pero tampoco hay un ejército “bueno”, hay Estados menos malos que otros, pero no hay un Estado “bueno”. Las exacciones, palizas, chantajes, toma de rehenes, sin ser comparables a las torturas, no son “buenos” o “malos” según la causa a la que sirven. Son todos malos, sea cual sea el juicio que se tenga sobre las primeras responsabilidades o las últimas finalidades.
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