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Historia de un bebedero de agua

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Por Alejandro Álvarez Iragorry. Coordinador de Clima21

Cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias de la UCV, a finales de los años setenta, en el pasillo que se dirige hacia los cafetines estaba un bebedero de agua. Era un aparato convencional: cajón metálico, grifo de presión en la parte de arriba, un sumidero y en la parte trasera siempre escondida la promesa de la existencia de un filtro. 

Su particularidad es que era conocido como “el ecosistema”. El nombre le venía de la cantidad de incrustaciones orgánicas que crecían sobre el aparato. No parecía tener mucho mantenimiento, al menos uno que eliminara las adherencias que lo recubrían. 

Es importante decir que esas características no impedían que fuese usado por una buena parte de la comunidad que hacía vida en la facultad. En esa época era poco frecuente ver gente cargando con botellas de agua, como ocurre en los últimos años. Nunca oí que alguien se enfermara por beber agua de él.

Alguien me diría que eso no era ninguna magia. En muchas partes existían esos bebederos y mucha gente los usaba sin ningún problema. Simplemente, en la mayor parte de los casos el agua que se suministraba a la población era potable.

Cuarenta años después poca gente en Venezuela confiaría sin reservas en la calidad del agua que sale de un grifo. Actualmente el agua disponible es de dudosa calidad y frecuentemente tiene una alta turbidez, mal olor y sabor desagradable. 

Pero ¿cuál es la calidad del agua que tenemos en Venezuela? Los organismos oficiales no ofrecen respuestas claras a esa importante pregunta, a pesar de que por ley la calidad del agua debería ser información pública. 

En contraste, los especialistas tienen fuertes dudas de que la calidad del agua que se suministra en Venezuela presente las características necesarias para ser considerada segura para el consumo humano.

¿Y cuáles son las consecuencias de esta situación?. La mala calidad del agua es la principal causa de enfermedades tales como amibiasis, diarreas, giardiasis, helmintiasis y hepatitis aguda tipo A. Igualmente, el agua puede contener contaminantes como metales pesados, pesticidas, compuestos derivados del cloro y otras sustancias que pueden afectar la salud de las personas y las comunidades.

Uno de los criterios que definen las obligaciones legales de los Estados con respecto a los derechos al agua y al saneamiento es que el agua debe ser de una calidad tal que resulte segura para el consumo humano, tanto para beber, preparar alimentos y para la higiene personal y doméstica.

Desconocer esas obligaciones es poner en peligro la salud de la población principalmente las personas más vulnerables, principalmente niños, adultos mayores y personas enfermas. Asimismo, agrava el círculo de pobreza y destruye las posibilidades de una vida digna y productiva.

La transición hacia una nueva Venezuela incluye desarrollar de nuevo la responsabilidad, capacidades y medios para asegurar a la población la realización del derecho al agua y el saneamiento como garantía de una vida digna y productiva.

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