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2 600 millones de personas son cristianas, un tercio de la población mundial

 

Hoy, como cada Viernes Santo, para unos 2 600 millones de cristianos, un tercio de la población mundial, es un día que enmarca lo que somos y pone énfasis en la evolución sociopolítica de nuestras culturas. La discusión en torno a la figura de Emmanuel es una temática extensa y tan universal como el alcance ecuménico de sus palabras. La certeza de que Yeshua Ben Yosef (Hijo de José), conocido como Jesús, ha sido la personalidad de mayor importancia en la cultura occidental, es absolutamente incontestable. Las páginas de los libros están repletas con las más profundas muestras de lo es Cristo para los hombres. Los estudios relacionados al Rabí se centran en su influencia en la fe y en la historia. Para los creyentes, los que siguen al Cordero de Dios, es frecuente conocer los aspectos ligados a la espiritualidad, y en los que en ningún caso están sometidos a debate, pero generalmente los detalles de su vida están en la bruma del desconocimiento; se carece muchas veces del discernimiento que se requiere para ponderar la repercusión hasta el fin de los tiempos de aquel humilde carpintero nacido hace más de 2 000 años en Judea.

La autenticidad de la figura del Hijo del Hombre ha sido puesta en duda en diversas ocasiones, muchas veces sin ser esos argumentos suficientemente consistentes, mientras otros,  sí ponen, efectivamente, un punto de atención en la crónica de su gesta. Desde épocas inmemorables Jesucristo ha sido detalladamente analizado, hay elementos no solo en la hagiografía (historia de la vida de los santos), sino que lo hacen relevante en la cronología real.  Ciertos detalles del Señor sí están expuestos a ser discutidos por carecer de veracidad y tienen distorsiones en el registro de los hechos. Culturalmente, se nos ha indicado que Jesús vino al mundo durante el traslado de sus padres desde Nazaret en Galilea, a Belén, antiguo lugar de nacimiento de José y del rey David, para atender un censo fiscal romano del reino de Judea. Acá encontramos una incongruencia: Judea en ese entonces era un reino; aunque fuese cliente de Roma, gozaba de independencia y sus súbditos no tenían que pagar impuestos a los romanos. Para darle un carácter afín con una profecía, en los evangelios de Lucas y de Juan se indica que nació en Belén. El momento del nacimiento de Jesús está más que comprobado que no ocurrió entre el 24 o 25 de diciembre, en ninguno de los evangelios, sean canónicos o apócrifos, se hace mención a la fecha del alumbramiento de su madre, es más que conocido que se le marca en esos días para sacar partido de que en distintas culturas se celebraba el solsticio de invierno y lo que esto representaba.

Esta es la posible apariencia del rostro de Jesús, la recreación fue hecha por el experto en reconstrucción facial forense Richard Neave de la Universidad de Manchester

Del Imperio Romano hay registros que comprueban la existencia de Jesús; algunos ejemplos son los siguientes: Tácito, en su libro Anales (del año 114 al 117), apunta citando a los cristianos: “Cristo, de quien les viene el nombre, fue condenado al suplicio por el gobernador de Judea, Poncio Pilato, bajo el reinado de Tiberio”. Suetonio en su obra del año 120, Vidas de los doce Césares, escribe sobre una medida tomada por el emperador Claudio: “Como los judíos no dejaban de sublevarse a instigación de un tal Crestos (Cristo), los expulsó de Roma”. En otro texto sobre Nerón, se refiere: “Los cristianos, clase de hombres llenos de supersticiones nuevas y peligrosas, fueron entregados al suplicio”. Plinio el joven en una carta hecha en el año 113 y destinada al emperador Trajano, describe a los cristianos perseguidos del siglo primero: “Confesaron que su falta o error únicamente consistía en reunirse unos días determinados, antes de la salida del Sol, y cantar un himno a Cristo como a un dios…”. El escritor sirio en lengua griega Luciano de Samósata, menciona: “Los cristianos honraban a Jesús como a un Dios, lo consideraban un legislador y lo elevaban como a un guía. Aquel hombre fue crucificado en Palestina por haber introducido esta doctrina nueva en el mundo.”

El cronista judeo-romano Flavio Josefo escribió entre los años 93 y 94 Antigüedades judías, texto del que se extraen pasajes que dan cuenta del Hijo de David. En el libro XVII escribe: “Aproximadamente en esta época vivió Jesús, un hombre sabio (si es lícito llamarlo hombre), pues fue un hacedor de prodigios, un maestro de los hombres que recibían la verdad con placer. Atrajo a muchos judíos y además a muchos gentiles. Era el Mesías”. Otra cita, esta vez del libro XX, hace referencia al impacto que causó Jesús en el entramado sociopolítico de ese entonces, “Ananías era un saduceo sin alma…Hizo que el Sanedrín juzgase a Santiago, el hermano de Jesús (llamado Cristo), y a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los entregó  para que fuesen apedreados”.

En su tiempo Judea estaba ocupada por los romanos, una gran cantidad de hebreos rechazaban esta situación, lo que generó que existieran grupos radicales como los zelotes,  quienes inclusive asesinaban a otros judíos por considerarlos colaboracionistas del imperio invasor y mantenían una constante hostilidad contra los fariseos y saduceos. Durante este proceso surgieron eventualmente movimientos rebeldes,  como los de Simón de Perea, Athroges y Teudas, o posteriores al Mesías como el de Judas de Galilea, zelotes protagonista en la Primera guerra judeo-romana en los que la violencia cobró expresión del descontento. Es por esto que es significativo la irrupción de Jesús de Nazaret; la prédica de  su mensaje lleno  de paz, espiritualidad y enseñanzas para ahondar en la humildad, la compasión y la importancia del prójimo,  sacudiría hasta sus cimientos a la religión y la política del pueblo judío.

En  Jesús, como el alfa y omega descubierto en las catacumbas de Commodilla, se aprecia un parecido con la representación del dios Júpiter de los romanos

La muerte de Jesús da paso a otro punto de interés para los estudiosos: ¿qué pasó con su cuerpo? José de Arimatea fue el encargado de sepultar al Nazareno, este era parte realmente del Sanedrín, como lo indica el evangelio de San Marcos, más que un partidario de Cristo. La práctica usual era colocar los cadáveres de los ajusticiados por la ley en tumbas dispuestas para estos, las cuales, cuando estaban repletas, eran vaciadas y los cadáveres echados en fosas comunes. Esto podría indicarnos que los restos de Jesús tuvieron un destino incierto. La resurrección era una creencia extendida durante miles de años entre las culturas del Mediterráneo; es así que comienza a aparecer en las escrituras el renacimiento primero de su espíritu y, luego, cobra una dimensión en la que ya su reencarnación es en cuerpo y alma, tal como se hace presente entre sus discípulos. Finalmente para dar forma a la fe, se extiende la convicción de su ascenso al Cielo al lado de Dios padre. Cinco datos precisos, de veracidad casi absoluta, corroborar la existencia de este fundamental personaje. Hay registros de que Yeshua Ben Yosef vivió en Palestina; predicó la paz, el amor y el perdón; fue bautizado por Juan el bautista, miembro de la secta de los esenios; reprendió a los mercaderes del Templo de Jerusalén y fue crucificado en el Gólgota, en las afueras de esa ciudad.

Es a partir del año 313 cuando los emperadores Constantino I y Licinio, mediante el Edicto de Milán, permiten a los seguidores del Mesías continuar con su creencia y cesa la persecución. Durante casi 300 años estuvo prohibido ser cristiano, sus vestigios y escrituras habían sido sistemáticamente destruidos para tratar de evitar su expansión, lo que justifica que no sean mayores las pruebas o documentación que sobreviven. En el año 325 Constantino I apoya el Concilio de Nicea y entonces se crean los fundamentos cristológicos de la relación existente entre el Dios padre y su hijo, se concreta el principio doctrinal y se sientan las bases del derecho canónico.

Hasta el siglo III el símbolo del cristianismo era el pez y el ancla, en la Edad Media aparece Jesús en la cruz

Jesús es, indudablemente, el centro de la humanidad; su nacimiento divide el tiempo en antes de Cristo y después de Cristo. Ningún otro personaje ha transformado con tal contundencia y radicalidad la historia. Los pueblos son reflejos de sus creencias; abrir las puertas a su palabra es conectar con el humanismo del que tanto necesitamos en la actualidad; en medio de esta grave situación sanitaria nos invita a tener en cuenta al prójimo como a uno mismo. En nosotros está presente la obligación divina de ser grandes por ser fieles obras de un Ser supremo, creador de vida. En esa cruz está colgado aquel que se entregó para salvarnos; el símbolo de su sacrificio es la firme base sobre la que se erigen los valores de la cristiandad y en sus enseñanzas residen los principios más hermosos de nuestra existencia. ¡Gracias Jesús por ese viernes!

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