El escepticismo es una corriente filosófica griega que defendía que no debemos creer dogmáticamente ninguna doctrina. Se deben analizar, examinar, equilibrar cada una de las doctrinas y “suspender el juicio”.
Esta filosofía se podría pensar que lleva al nihilismo, a no creer en nada. Sin embargo, si le añadimos el adjetivo de ecléctico (eclecticismo: combinación de elementos de diversos estilos, ideas o posibilidades) lo que se produce es una gran libertad para la persona, pues te permite escoger las ideas de cada doctrina con las que estás de acuerdo.
Sería, en cierto modo, como una ideología a la carta, como un buffet de comida donde solo ponemos en el plato aquello que nos gusta.
Esta forma de ver las cosas evita el pensamiento en bloque. El tener que ser de un grupo determinado anulando la individualidad, el criterio personal. Seguir una doctrina como si de un equipo de fútbol se tratara. Es mi equipo y lo defiendo por encima de todo.
Nietzsche tenía una manera de pensar bastante parecida. Él pensaba que cada persona debía sacar sus propias conclusiones, seguir su propio camino, y no dejarse llevar por ideas “de grupo”, como el nacionalismo o la moral religiosa.
Desde el punto de vista político, esto a veces es difícil de llevar a cabo, pues las propuestas suelen venir dadas en bloque. Este es mi paquete de propuestas, lo tomas o lo dejas. Sin embargo, en una verdadera democracia, donde los poderes políticos estuvieran separados, la diversidad se podría defender en el poder legislativo y la unidad, también necesaria, en el ejecutivo.
Es cierto que si cada persona pensara de una manera diferente, la situación podría devenir en caos. Pero es un riesgo asumible si lo comparamos con la riqueza de experiencias que podríamos tener, y, sobre todo, la realización personal que se nos brindaría si cada uno de nosotros pudiéramos ofrecer al mundo las conclusiones sacadas de nuestra propia experiencia
El ser humano es gregario, y probablemente gracias a esto ha conseguido evolucionar y ser el ser vivo que controla el mundo. Pero el mundo filosófico griego, sobre todo en la época del epicureísmo, estoicismo y escepticismo, inventó el individualismo. Ya no éramos un animal político como decía Aristóteles, sino un ser humano que podía defender su propio criterio frente a la sociedad.
En mi opinión el hombre evoluciona, y parte de esta evolución debe basarse en poder defender los criterios propios frente a ese “pensamiento en bloque”. La libertad de expresión, muy extendida afortunadamente, ayuda en gran manera a que esas ideas propias se puedan defender.
“El pensamiento en bloque”, además, lleva a comportamientos arcaicos y sectarios. Si defiendes una doctrina al 100%, por necesidad te opondrás a otros que defienden una doctrina antagónica, lo que sin duda llevará al enfrentamiento. Sí, este tipo de comportamiento se podría entender como comportamientos menos “evolucionados”, que necesitan del apoyo moral del grupo, como si fuéramos homo sapiens aún viviendo en la prehistoria.
El eclecticismo produce el milagro de que la doctrina capitalista y comunista, por ejemplo, se puedan compaginar. De hecho, los actuales sistemas económicos contienen rasgos de ambos, como puede verse en muchos países donde existe la libertad de mercado conjuntamente con la gratuidad de la salud.
Cuando se mezclan doctrinas se produce una sensación de confusión, a priori parece que no se tienen las ideas claras. Es mucho más sencillo defender eslóganes fáciles y sencillos. Sin embargo, estos pueden llevarnos al populismo, aportando ideas simplistas para problemas complejos.
La libertad de pensamiento es fundamental para el progreso del ser humano, y no estar atado a tener que participar 100% en alguna doctrina imperante, no sólo hace que como sociedad se cometan menos errores, al haber más contrapesos, sino que además da la libertad necesaria para tener criterio propio. Pero primero hay que librarse de las doctrinas imperantes. El escepticismo ayuda a destruir ese pensamiento automático, el eclecticismo reconstruye las distintas piezas y hace posible, lo que podíamos llamar, “nuestra propia doctrina personal”.
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