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El último “fallschirmjäger”

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Un día como el lunes (10 de mayo) pero de 1941 Rudolf Hess (secretario de Adolf Hitler) volará solo en un Me 110 y saltará en paracaídas sobre Escocia. Su objetivo: intentar negociar con el Imperio Británico para firmar la paz con el Tercer Reich. No será escuchado y el gobierno nazi le declarará loco, diagnóstico que no estaba lejano a la realidad. El conflicto entre ambas potencias se mantiene y a los diez días de este hecho entablarán la última batalla (“Operación Mercurio”, Isla de Creta, 20 de mayo al 01 de junio) en la que Alemania use sus famosos fallschirmjäger (paracaidistas) de manera masiva. La primera y única vez en que se han usado exclusivamente tropas aerotransportadas para conquistar un objetivo estratégico. El Führer lo había establecido como prioridad debido a que desde ella los británicos podrían bombardear su principal fuente de combustible: el campo petrolero de Ploesti en Rumanía; ahora que en un mes se iniciaría la “Operación Barbarroja” (el principal Frente en la Segunda Guerra Mundial, SGM: el Oriental: el ruso).

Los fallschirmjäger habían sido fundados a finales de 1934 y principios de 1935 como parte de la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) cuando el mariscal (para ese momento general) Herman Göering vio un salto de mil soldados soviéticos (los cuales junto a los italianos fueron los pioneros en el uso de esta arma) en el marco del a cooperación germano-rusa que duró desde 1922 hasta 1941. Estos fueron los primeros pasos pero su creación oficial sería el 29 de enero de 1936 bajo el Generalmajor Kurt Student, líder indiscutible de la misma y quien planificó y comandó la invasión de Creta. La teoría sobre el uso de las fuerzas aerotransportadas se dividía entre lo táctico (en pequeños grupos destruir las comunicaciones y suministros en la retaguardia del enemigo) o lo estratégico (en grandes grupos que asaltan amplias zonas como ocurrirá en Creta). La rapidez de la famosa Blitzkrieg tuvo en ellos un importante peso al tomar aeropuertos y el fuerte Eben Emael en las campañas del Frente Occidental (Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda) (para comprender las mismas pueden leer nuestras series respectivas en esta misma columna cuando se cumplió el ochenta aniversario el año pasado en los meses de abril y mayo).

En lo que respecta a la historiografía sir Winston Churchill es de los primeros que trata el tema al dedicarle el Cap. XX. “Creta”, Libro II. “Solos” en su ya más que citada por nosotros: La Segunda Guerra Mundial; 1948-56. No pueden dejar de faltar los clásicos: Cajus Bekker, 1962, La Luftwaffe el cual le dedica un subcapítulo: “17. Sangre sobre Creta” y AA.VV., 1982, “Blitzkrieg en el Sur: capítulo 5°. La Batalla de Creta” en: Enciclopedia Ilustrada de la Aviación. Tomo 3). Cercanos a nuestro tiempo están las obras del historiador Anthony Beevor, 1991, La batalla de Creta; y si desean una versión más resumida del mismo autor está el capítulo “10. La guerra de los Balcanes de Hitler” de su obra La Segunda Guerra Mundial (2002). No puede dejar de faltar la editorial Osprey con sus textos: Bruce Quarrie, 1983, German Airborne Troops 1939-1945 y Peter D. Antill, 2005, Crete 1941, germany’s lightning airborne assault.

Cajus Bekker explica las dificultades de llevar a cabo la “Operación Mercurio” desde que se aprobó el plan el 27 de abril. Un buen ejemplo de cómo la logística comenzaba a ser un grave problema debido a lo extenso del imperio hitleriano (de las bases en Alemania hasta Atenas eran 1600 kilómetros). Todo se complicaba porque las tropas que habían invadido Grecia debían retirarse para no retrasar la invasión a la Unión Soviética y esto debía hacerse en medio de carreteras estrechas y sin asfaltar. Por estos mismos caminos debían cruzar simultáneamente las tropas de fallschirmjäger (22 mil) con todos sus equipos y muy especialmente el combustible (3 millones de litros) para los más de 400 Ju 52 que debían hacer tres oleadas y transportarlos a la isla, además de los bombarderos (400) y cazas (180) que les darían apoyo. La Luftwaffe debía usar aeródromos griegos cuyas pistas eran de tierra. La inteligencia alemana fallaría y creerían que les esperaba menos del doble de soldados en Creta cuando la realidad es que el comandante Bernard Freyberg contaba con aproximadamente 40 mil soldados británicos, neozelandeses, australianos y griegos aunque con escasa cobertura aérea (menos de 20 cazas) y armas.

Los británicos sabían por Ultra y otros medios el día exacto del ataque pero el general Freyberg le dio más importancia a las costas creyendo que un importante contingente vendría por mar. Es verdad que los alemanes lo intentarían pero sabían que la Royal Navy no les daría cuartel lo cual ocurrió (más de 4 mil soldados ahogados de los 7 mil que usarían esta vía) pero los Stukas también se cobraron varios buques (más de cinco). Los fallschirmjäger no contaron con la necesaria sorpresa en los ataques vía planeadores (750 soldados que destruirían las defensas) o saltando al atacar los tres aeródromos de la isla: Maleme al Oeste, Rethimno en el Centro y Heraklion al Este; al inicio de la batalla el 20 de mayo. Previamente los bombarderos machacaron las antiaéreas y tropas. La primera pista capturada fue la de Maleme (la mayor y prioritaria en el plan) al tercer día y después de muchos paracaidistas muertos entre ellos buena parte de sus oficiales. Churchill afirma: “el Alto Mando alemán parecía indiferente a las bajas”, aunque la realidad es que este ignoraba el número de las mismas.

A partir del 27 de mayo los alemanes pudieron desembarcar tropas al tomar un puerto y gracias a la superioridad aérea que infligían grandes daños a la Royal Navy. Al día siguiente capturarían por fin Heraklion y los británicos decidieron evacuar la isla lo cual lograron en más de la mitad de sus tropas (14 mil aproximadamente, el resto caería muerto o prisionero). Se puede decir que lo determinante para la victoria alemana fue el dominio del aire por parte de la Lufwaffe y el gran sacrificio de los fallschirmjäger que a pesar de las bajas (entre 4 a 6 mil) no cedieron nunca. Más de la mitad de los transportes se perdieron. El costo fue extremadamente alto por lo que Hitler prohibió otra acción de este tipo, razón por la cual la isla de Malta se salvaría del mismo destino que padeció Creta.

En lo que respecta a su representación cinematográfica no conozco una película que se centre en ella porque las que existen solo se refieren a un corto momento de la misma. Solo un documental se podría reconocer aunque se realiza desde la perspectiva grecobritánica: The 11th day: Crete 1941 (Christos Epperson, 2005). De modo que es una de las tantas deudas que tiene el cine con la SGM porque del lado Aliado sí se han representado otras batallas de paracaidistas como A bridge too far (Richard Attemboroug, 1977) y la serie Band of brothers (Tom Hanks, 2001). Nos adelantamos a la fecha del 80 aniversario porque hemos preferido mantener una continuidad de la serie sobre la invasión a los Balcanes (la cual hoy finalizamos) y por la coincidencia de fechas con la caza de la Royal Navy sobre el mayor acorazado de la Kriegsmarine (armada alemana): el Bismarck. A este evento le dedicaremos las dos próximas entregas para después tratar la “Operación Barbarroja” a la que esperamos dedicar los meses que van de junio a agosto.

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