“Homines dum docent discunt” (SÉNECA)
Hay un viejo proverbio latino que dice que los docentes aprenden mientras enseñan, y es cierto. Un profesor tiene que ser muy ignorante para pretender saberlo todo y no admitir dudas sobre nada. En una clase el profesor también aprende. No es menos verdad que el buen profesor escucha a sus alumnos.
Lo que sigue a continuación es un rizo obligado y necesario. Présteme un poco de su paciencia, querido lector, por favor. Decía ahí arriba que el buen profesor escucha a sus alumnos, pero del mismo modo, un buen alumno escucha a sus profesores. Por raro que suene, conviene recordar esto a esos alumnos que no leen prensa ni se paran a pensar si están haciendo algo mal en clase. En la vida académica a los pupilos se les supone un espíritu sensible. Los alumnos deben guardar silencio cuando entra el maestro en el aula, evitar los gritos y las conversaciones en el momento en que comienza la lección. Y lo digo y lo escribo porque esto no es fácil hoy en día. Hace falta trabajar los buenos modales, lograr que los alumnos no se encuentren demasiado relajados como para no callarse nunca y no respetar al docente que habla. Para que la educación funcione, los alumnos deben saber estar en silencio, saber escuchar de forma activa y, de vez en cuando, tomar notas.
Es posible que solo lo haya imaginado yo, pero creo que los adolescentes ahora leen poco, escriben poco y desprecian los diccionarios. Es posible que sea una generalización muy simple. No lo sé. Solo hay que abrir los ojos. Ver a un chaval abriendo un diccionario de papel en clase sería tan extraño como pasar lista sin subir la voz mientras un gamusino de jersey rojo sentado al fondo del aula levanta la pata izquierda y responde «aquí estoy, profe «.
Creo que los profesores que se quejan de la falta de esfuerzo en las asignaturas por parte de los alumnos son sinceros. No hablan por hablar. Si usted se dedica a la docencia y lee estas líneas, quizás le habrá pasado como a mí que alguien le formula una pregunta más o menos interesante, usted empieza a responderle y en ese preciso instante el pupilo le interrumpe con otra pregunta y sigue preguntándole sin esperar a que usted le conteste. Otras veces, un alumno pregunta y comienza a responder cuando en apenas 6 segundos el pupilo se pone a mirar para otro lado o habla con un compañero. Pero, ¿qué está pasando?
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Antes de seguir adelante, aclaro que esta es solo una de las caras de la luna, y afortunadamente, hay muchas más. Uno intenta hacer bien su trabajo todos los días en clase; sin embargo, en los colegios existen seres humanos sin filtro ni educación que se comportan mal, gesticulan, protestan por todo y suben la voz cuando deberían callarse. En este pequeño cosmos hay pupilos y pupilas que ven un trato injusto y abusivo por parte de un profesor que quiere ser riguroso y enseñarles su asignatura de la mejor manera posible. Algunos profesores observamos posiciones de victimización, tonos de queja frecuente en la dinámica de la clase que cada vez recuerda más al relato ficticio de determinados políticos que mienten mientras hablan, y que además hablan mucho. No sé si se me entiende.
No todo va a ser malo. Hace días he estado con un pequeño grupo de alumnos que estuvieron en clase de forma exquisitamente educada, motivada y atenta. Estudiantes de este tipo también cuentan de forma agradable en la memoria de un docente. No obstante, cuando un centro carece de valores como el rigor y la exigencia y cualquier pupilo encuentra más difícil suspender que aprobar, la institución académica queda retratada y el resultado no es bueno.
Conversaba con un colega hace años sobre la indisciplina en las aulas y la mala educación de los alumnos, después de haberme sentido incómodo por la mala contestación de uno de ellos, a lo que mi compañero me respondió que eso iba en el sueldo. Me quedé pensativo. Y le dije que no, que yo no lo aceptaba, que nadie se merece eso. Me acordé entonces de los árbitros y el insulto universal que los más estúpidos les gritan en el campo de fútbol. Sé que no se lo merecen. Sé que es injusto. Y ahí empieza todo. Si aceptamos esto, admitimos el maltrato y la cobardía de las personas más primitivas.
Estos días supimos a través de la prensa el fatal desenlace del incidente ocurrido en diciembre del año 2024 durante un evento deportivo celebrado en O Grove (Pontevedra, España). Un abuelo defendía a su nieto de los insultos del padre de una jugadora en el curso de un encuentro de balonmano femenino. El espectador maleducado insultaba al árbitro de 16 años y el abuelo le pidió que se callase. La historia acabó de forma trágica.
Nadie va a devolver la vida al hombre, nadie va a quitar la pena del jovencísimo árbitro y, uno tampoco sabe si tendrá dolor de conciencia el espectador por cómo se desencadenó todo. Creo que hay que ser consciente del respeto y hay que educar a los hijos, y a los hijos que llegarán a ser padres algún día. Entre estos océanos y mares de Internet se mueve otro adagio antiguo que dice que para ser viejo y sabio, primero hay que ser joven y estúpido.
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“Conmoción por la muerte del abuelo de un árbitro que lo defendió de una agresión: «Es la impotencia de lo inexplicable” / OndaCero. Madrid, 26.02.2025
ondacero.es/conmocion-muerte-abuelo-arbitro/
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