Comparto plenamente la decisión de exiliarse de Edmundo González, la situación de estar refugiado en una embajada porque su seguridad estaba comprometida, por lo que todos sabemos, era insostenible e improductiva políticamente para animar la resistencia al fraude y para el reconocimiento de su condición de presidente electo.
Su presencia en el extranjero debe ser aprovechada para generar una campaña que escale el rechazo al fraude y estimule las acciones internacionales apropiadas que le eleven el costo al régimen por el desconocimiento de la soberanía popular expresada el 28 de julio, la represión subsiguiente y contribuya a la materialización de un proceso de transición. Esas gestiones pueden comenzar con la solicitud a los gobiernos y parlamentos de los Estados democráticos de que se le reconozca su condición de presidente electo. Tal reconocimiento de parte de Estados Unidos, la Unión Europea y las demás democracias del orbe y todo lo que ello supone sería una presión enorme sobre el régimen.
Lo ocurrido con Edmundo González refleja la situación y el estado de las cosas en Venezuela; respecto de la cual no se trata de ser optimista o pesimista sino de ser realista y la realidad nos dice que, por los momentos, el país está perdiendo la confrontación del 28 de julio porque no ha podido cobrar la victoria electoral. Lo real y que retrata la situación es que en vez de que el presidente electo estuviese ocupado preparando y negociando la transición hacia su toma de posesión haya tenido que exiliarse.
Es conveniente registrar que el acoso, las amenazas y la decisión de ponerlo preso no han generado ninguna convulsión o protesta más allá de comunicados y declaraciones públicas. Lo cual denota la capacidad del régimen para generar una cierta “normalización” de la actividad en el país y por opuesto la incapacidad de los afectados por el fraude de complicarle la gobernabilidad para forzarlo a negociar una transición constructiva respetando el veredicto de las urnas. Por supuesto, que la “normalidad” impuesta es consecuencia, principalmente, del terrorismo de Estado (posibilitado por el control sobre la FAN y los cuerpos de seguridad) puesto en marcha por el régimen contra todo aquel que rechaza lo ocurrido la noche del 28 de julio y exige el respeto a la soberanía popular.
Los desenlaces posibles del actual estado de las cosas no están definidos todavía, pero el transcurrir del tiempo sin que se produzcan acciones contundentes que le compliquen la gobernabilidad al continuismo, trabaja a favor de la consolidación del fraude. Vista la situación interna, la acción de la comunidad internacional democrática debe trascender de lo declarativo a acciones que eleven los costos de permanencia del statu quo que se pretende consolidar.
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