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Donald Trump y el mercantilismo

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El mercantilismo es una teoría económica que predominó en Europa desde el siglo XVI hasta el XVIII.  Las ideas principales del mercantilismo fueron: 1) Acumulación de riqueza básicamente los metales preciosos, se creía que la riqueza de una nación dependía de la acumulación de oro y plata; 2) Balanza comercial favorable: exportar más que importar, fomentar las exportaciones y restringir las importaciones para lograr una balanza comercial positiva; 3) Intervención del Estado: regulación y control, el Estado debía intervenir en la economía para proteger los intereses nacionales y regular el comercio; 4) Industria nacional: apoyar la producción nacional y evitar la dependencia de productos extranjeros. 5) Proteccionismo: imponer aranceles a las importaciones y subsidios a las exportaciones para proteger la economía nacional. Gracias a esta sabia política económica para la época, el mercantilismo jugó un papel crucial en la formación de los estados-nación europeos y en la expansión colonial, sentando las bases para el desarrollo del capitalismo moderno. Aunque el mercantilismo como sistema económico ha sido superado por teorías más modernas, su influencia sigue presente en ciertas políticas económicas y en la forma en que los países manejan sus relaciones comerciales internacionales. El lector prevenido habrá observado que Donald Trump presenta como programa de política económica de su gobierno una versión actualizada de la política económica del mercantilismo de la época moderna. 

Justamente sobre esta idea la columnista Gillian Tett del Financial Times dedicó un enjundioso artículo para analizar el tema, la conclusión “Los mercados tendrán que acostumbrarse a la mentalidad mercantilista de Trump. El próximo presidente de Estados Unidos y su equipo ven el comercio en términos políticos, más que estrictamente económicos” (https://www.ft.com/content/6c95004a-a569-4633-9eab-88479bcbc086?accessToken=zwAGKIntTn7Ykc9slQBKpWlGM9Oeq4hHm8vAhg.MEUCIBMee0dxw7WwZZwiuNcDGgYF1WVWe5ZKMCDGsc7TlBQ0AiEA5PxYN5-sZwSS_5xAlZchJues08NxJqj4D40vEFiYrz8&sharetype=gift&token=28dd7862-dc46-48de-9326-2cfb8f2360ae). 

Indica Tett que «la administración de Joe Biden alentó explícitamente a las empresas estadounidenses a utilizar estrategias de “nearshoring” y “friendshoring” para hacer frente al deterioro de los vínculos entre Estados Unidos y China, por ejemplo ubicando la producción en países vecinos como México. Añadiendo que “ Y muchos directores ejecutivos han asumido hasta ahora que Trump no revertiría esta estrategia, ya que va en contra de su propio interés económico: las cadenas de suministro transfronterizas están tan integradas que sería difícil desenredar estos vínculos y sería económicamente perjudicial para Estados Unidos. Por citar solo un ejemplo: los automóviles con una etiqueta “made in America” se construyen con cadenas de suministro que, en promedio, cruzan la frontera entre Estados Unidos y México siete u ocho veces”. 

Sin embargo, Tett señala que esta idea es errónea, pues el mensaje de Trump revela tres cosas clave: 

1) es tremendamente ingenuo asumir que el “friendshoring” siempre será amistoso; 2) Trump ahora está tratando de probar los límites de la acción, lanzando una retórica “impactante” para ver cómo reaccionan otras naciones y los mercados; 3) la retórica de Trump no se trata “solo” de intimidar a los demás; también refleja un cambio ideológico más amplio. En las últimas décadas, la mayoría de los economistas y directores ejecutivos han visto instintivamente el comercio en el marco utilizado por el economista del siglo XVIII Adam Smith, es decir, como un conjunto de flujos económicos entre países de estatus similar, que pueden beneficiarse cada uno al aprovechar al máximo sus diferentes ventajas naturales”. 

Continúa Tett (y perdonen las citas extensas, pero es que su análisis es fascinante): 

“Sin embargo, el equipo de Trump ve el comercio a través del prisma de las jerarquías de poder, es decir, como una herramienta para aumentar el dominio de los mercados de Estados Unidos en un mundo donde los ‘socios’ comerciales son todo menos iguales. La política comercial, por lo tanto, no es sólo defensiva, o impulsada sólo por objetivos internos (como traer procesos industriales al país para crear empleos); también apunta a absorber la actividad económica de los rivales hacia Estados Unidos y debilitarlos, por ejemplo, obligando a los productores de materias primas en otros países a reducir sus precios de exportación”. 

Hace una corta referencia Tett al libro Poder nacional y la estructura del comercio exterior (1945) de Albert Hirschman, la base teórica de este “neomercantilismo “, lo llamaría yo, de Trump. Hirschman analiza cómo las políticas comerciales y la estructura económica de una nación pueden influir en su poder político y su desarrollo económico, el fundamento de este neomercantilismo está en la idea de Hirschman que “argumenta que una economía diversificada y una política comercial activa pueden fortalecer la posición de una nación en el escenario internacional”. Él postula una política comercial activa indicando que “la intervención del Estado en la política comercial puede ser beneficiosa para el desarrollo económico y destaca que una economía fuerte puede aumentar el poder político de una nación en el ámbito internacional”. 

Volviendo al artículo de Tett, ella  concluye: 

“Phil Verleger, economista e investigador principal del Centro Niskanen, considera que Hirschman es una guía inestimable para los acontecimientos actuales y los riesgos futuros. ‘La historia se está repitiendo’, me dice. Sin embargo, la postura política es un shock para cualquiera que esté acostumbrado a ver el libre comercio en términos económicos ‘racionales’. Y aunque la retórica agresiva de Trump resulte ser en su mayoría fanfarronería –como sucedió a menudo en su primer mandato–, es necesario comprender este cambio cognitivo”.

Es decir, que las teorías de Hirschman (quien tuvo una relación significativa con Colombia, pues en su misión acá en los cincuenta que sentó las bases para futuras políticas de desarrollo y por lo tanto sus conceptos de eslabonamientos productivos y la importancia de la intervención estatal en la economía fueron influenciados por su experiencia en el país) elaboradas hace 70 años y con un énfasis en el desarrollo de un país del tercer mundo, van a ser aplicadas ahora por Trump en la primera potencia mundial ahora. A pesar de ser un liberal convencido y por lo tanto opuesto a estas políticas proteccionistas, espero que le vaya bien porque su gobierno tiene que ser el inicio de una nueva era de prosperidad alejada de la dictadura de lo políticamente correcto del progresismo wokista, el cual felizmente fue derrotado a través del rechazo a Harris, pero soy escéptico pues la historia económica nos enseña el fracaso que el proteccionismo ha sido a lo largo de los últimos tiempos. 

 

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