“Para evitar una miseria generalizada y una perdida
catastrófica de biodiversidad, la humanidad
debe adoptar una alternativa más durable
ecológicamente que la que practica actualmente”
Manifiesto de los científicos 2017
Desde 1992 y dentro de una década importantísima en la concienciación de la problemática de las vulnerabilidades del planeta, no se había producido un llamado tan apremiante y angustioso de la comunidad científica como el que se realizó el lunes 13 de noviembre de 2017, de parte de 15.000 científicos provenientes de 184 países, en la revista Bioscience. Biólogos, químicos, agrónomos, astrónomos, físicos, entre otros estudiosos y profesionales, advierten “la destrucción rápida del mundo natural y el peligro de ver a la humanidad empujar el ecosistema más allá de sus capacidades para entretener el tejido de la vida”
Me toco en suerte en 1998 asistir a la conferencia que sobre la Tierra reunió a múltiples jefes de Estado y de gobierno en la sede de la ONU. Estuve como presidente de la Comisión de Desarrollo Sostenible de la Unión Interparlamentaria Mundial. Y ni remotamente el alto liderazgo mundial conocía el alcance de las asechanzas que el modo de producción y consumo que teníamos implicaba. Recuerdo a Chirac, anticipando que vendrían conflictos agudos por el agua. Retórica acaso.
He seguido desde entonces con atención el forcejeo histórico que se libra entre aquellos que asumen como un mandato ético contribuir a la salvaguarda del planeta de la única manera que está realmente planteada y que no es otra que la autolimitación del consumo y de la producción. El concepto de desarrollo sostenible pasa por entender que no habrá para las generaciones venideras recursos y vida si no reorientamos nuestra estrategia económica, que incluye cambiar las actuales tendencias. Los otros eluden el asunto siendo que impone exigencias y disciplinas costosas y gravosas a una dinámica que, como un frenesí, reclama crecimiento y voracidad en la demanda de bienes.
Estamos ante una perspectiva de extinción que puede ser la más pesada de las vistas en épocas anteriores. Cada día desaparecen o se comprometen nuevas especies animales y vegetales. Avanza la desertificación y se intoxican las fuentes de aguas potabilizantes, ya escasas. La fauna marina impactada por la pesca arrolladora y el continuo ademán contaminante entra en riesgo complejo. Y para colmo, la inconsciencia o la negación cínica de la significación del cambio climático y su etiología, especialmente por los países del primer mundo y por los novísimos actores como China, India y Rusia, constituyen una certeza del siniestro pactado por el modo de vida humano actual.
Entretanto vemos al populista Trump denunciar el tratado de París sobre cambio climático y hacerles zapa a los ensayos en curso para disminuir los gases con efecto invernadero. ¿Y nos preguntamos si la Venezuela chavista realiza alguna política sobre este medular asunto?
La respuesta es cónsona con el chavismo y sus ejecutorias. El Arco Minero es la apuesta más depredadora que se ha permitido Venezuela y sigue el paso a la masiva destrucción del medio ambiente en Guayana y la amazonia, que se hace patente a simple vista con el cuento demagógico de las misiones de mineros y la tolerancia de las fuerzas de seguridad y militares. Es un crimen impúdico el que se comete entre el hampa y sus pranatos y los militares asociados a cambio de pingües e ingentes ingresos para ellos. La traición al país soberano se viste así de minería. Capitalismo rentístico seguiría siendo la estrategia nacional, con petróleo y minería de reemplazo.
La legislación de pesca pareció apuntar en la dirección correcta, pero tampoco cumplieron ni la GNB ni la Armada los roles que les corresponden; por el contrario, dejan hacer y dejan pasar, no solo el contrabando en todas sus formas y materias sino que permiten que hasta las embarcaciones trinitarias, entre otras, arrastren a placer en nuestras aguas territoriales. El chavismo es coherente en eso de demoler y azotar al usurpado Estado venezolano.
@nchittylaroche
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