La sociedad cada vez más está en medio de complejos problemas sociales e íntimos de los que cada persona empieza a darse cuenta, tanto el individuo masa de las ciencias sociales y de la psicología como el de consciencia despierta. La existencia de fuerzas político-económicas inciden en la manera de pensar y en todos los problemas que aquejan a la humanidad, dicho de otra manera, el rey está desnudo.
Cada día recuerdan las circunstancias que embargan a la humanidad, en medio del estudio y comprensión de las causas sociales e individuales que competen saber, que existen claros intereses terrenos , entiéndase políticos, económicos, sin dejar a un lado los espirituales (religiosos) aunque sabido es que las religiones dejaron hace muchos siglos de cumplir su auténtico papel de religare el alma para ser solo semejantes a partidos políticos en defensa de una teología o cosmovisión del mundo, que palabras menos o palabras más controlan no solo la mente, incluso el yo y la personalidad, sino que también para colmo obedecen a claras intenciones de olvido de sí, olvido del ser, del espíritu; en pocas palabras, a no tener consciencia de sí, en el aquí y ahora (espacio tiempo); es decir, la verdadera realidad que atañe a la persona humana. En palabras de la abogada Sandra Paz, autora que no por ser desconocido no deja de decir una verdad trascendental: “Vivimos en un mundo espiritual, más que en una dimensión física, solo que no nos percibimos”.
Cabe destacar, además, el hecho de que los agentes determinantes de las causas de los problemas que atañen a cada individuo se tienen que resolver, porque estos inciden, por si no pareciera suficiente, en los condicionamientos de la mente; además, en los recursos esenciales para la vida. Partiendo de causas más profundas, se controla, no solo lo que se piensa, modas, marcos de referencias, sino elementos que influyen en la naturaleza, en la biología, química de cada persona; por ejemplo: medicamentos, alimentos, agua e incluso el aire que se respira.
Si se hace un simple muestreo de lo que se consume, se puede comprobar aquella frase que recoge el pensamiento universal de que el individuo es lo que consume; lo cual permite saber qué tanto inciden los alimentos en la biología y en la conducta humana, para ser más refinados, discriminatorios, por no decir selectivo al momento de elegir qué comer o beber, oler, palpar e imprescindible, pensar, pues una cosa nos suscita otra de manera transversal, simple ley de causa y efecto.
Es por eso que, hoy más que nunca, hay que ser conscientes no solo de lo que se piensa, sino hasta de los alimentos, el agua, líquidos, lípidos, glúcidos y en general todo lo que se consume, incluyendo el aire, no para suprimirlos, pero sí para ser conscientes, y así cambiar lo que se pueda, tanto en la psiquis, la conducta, como la química, la biología de los elementos.
En más de una ocasión leemos en los medios cómo se sacan de los stock comerciales productos con mercurio, plomo y toda clase de elementos que no deberían estar ahí, mas por razones que nunca se explican por desgracia están para perjuicio de los consumidores y del mercado en sí.
Podríamos aprender nuevos hábitos, conceptos, mas todo eso implica desaprender muchas cosas inútiles, clasificaciones vanas, triviales e incluso lecciones de vida que en vez de formar un sistema apto para la convivencia, la vida, entendida desde la perspectiva de la retroalimentación de los conocimientos, que podrían rescatar y formar valores morales y eternos en todas la humanidad; resulta todo lo contrario.
Como anécdota, bajo una perspectiva psicoanalista, salta una muy amena enseñanza, llevada a la TV, como lo fueron la recreación de aquellas imágenes del personaje de la novela del Joven Werther, en el que queda decir: fue el trabajo profundo de introspección del propio Goethe de matar su propio yo, siendo un personaje patético, esperpéntico de un amor que no solo no podía ser, sino que era puro ego, la propia bestia de la psicología, el yo.
Duro y honesto trabajo sobre la psicología particular en el que se hace necesario mirar en el reflejo donde se fijó el menesteroso narciso, en el agua mercurial de su propia complejidad e inconsciencia colectiva. ¡Bravo por Goethe!, trabajo arduo tanto en lo intrapersonal como en lo interpersonal que lleva a repreguntar: ¿adónde va el individuo al no cuestionar en el fuero interno sus propios impulsos que lo atan, además de los principales hilos «invisibles», como parte esencial de la sociedad? Pues sabido es que sin individuos no hay sociedad y estos han de estar sanos, no solo en lo físico sino en la mente, para que aflore así el carácter diáfano de un espíritu con sus valores morales.
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