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Cosecha de hambre

Esta semana finalizó el ciclo óptimo de siembra que comienza con las lluvias de abril y la mayoría de los campos quedaron desnudos, arados, pero sin semillas

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La rutina en el campo, marcada por los ciclos de reproducción de las plantas y el clima, se ha modificado por causas externas. Este año no hubo sobresaltos en los períodos de lluvia y sequía. Todo estaba dado para la cosecha, pero las tierras viven un profundo letargo. A pesar de que ya comenzó el ciclo de invierno, millones de hectáreas que están improductivas, solo reciben lluvias. No habrá campos reverdecidos por la siembra. Este año esa superficie se quedó cavada y arada, pero sin nada que germine en ella.

“En condiciones normales cuando finaliza mayo, se debería tener 70% del área sembrada. En la zona de Turén tenemos apenas 40% del maíz. El 31 de mayo, en vez de estar terminando de sembrar, estábamos con nuestros tractores protestando. Porque si los productores no tienen insumos para su finca se van a la calle”, dice Osman Quero, gerente general de Productores Agrícolas Independientes del municipio Turén, en el estado Portuguesa.

La lentitud con que avanza la siembra es desgarradora. A la fecha, según Fedeagro, en el caso del maíz y el arroz en el occidente del país deberían llevar un avance de 80%, pero es de 25%. La zona no tiene ni 50% de los insumos requeridos. En Guárico, Monagas, Bolívar la situación es aún más grave al no poseer ni 10%. En los Andes solo se pudo sembrar 25% de la superficie que normalmente se dispone, dado que desde hace un año no ingresan semillas de hortalizas al país. La producción de café solo abastece 35% de la población, de arroz 40% y de maíz 25%. A esto se suma el déficit de más de 35.000 tractores, de los cuales anualmente deberían renovarse 5.000. Desde hace 4 años eso no sucede, por lo que 70% de la maquinaria ya cumplió su vida útil.

Con este panorama, servir y llenar un plato de comida o contar un menú balanceado no será cosa fácil en lo que resta de año. La posibilidad de una recuperación en la producción de alimentos pareciera no ir por buen camino al estar afectado el primer sector de la economía. “La situación es realmente crítica. El campo está en terapia intensiva. El país produce 30% de los alimentos que consume. Esto representa la profundización de los errores, mientras se incrementa la escasez y el desabastecimiento”, dice Aquiles Hopkins, presidente de Fedeagro.

A pesar de que en el país existen 35 millones de hectáreas potenciales para producir, solo se aprovecha el 30%. “Entre agricultura y ganadería no hay 9 millones de hectáreas utilizadas. Eso va a continuar cayendo”, asegura Hopkins.

“La agricultura no es una actividad comercial, pese a que es el medio de sustento. Nosotros vemos nuestro trabajo como un modo de vida. Es una cultura más que un negocio. Cuando muere el campo, poco a poco también muere nuestro modo de vida”, dice César Ramírez, ingeniero en producción animal y miembro de la Asociación de Productores Agropecuarios del Sur de Aragua y Guárico, gremio que agrupa 250 productores entre socios fundadores y afiliados.

De las 320 hectáreas disponibles para la siembra que tiene Ramírez en su finca en Altagracia de Orituco, solo podrá sembrar 150. Afectado ante lo que ha dejado de hacer, explica la razón que lo hace resistir: “Generalmente estamos en esto desde pequeños, la tierra que hoy labramos, hace décadas también la trabajaron nuestros padres y abuelos. Una impronta que desde la infancia nos dice que al campo pertenecemos. Además nos da la satisfacción de convertir tierra y agua en alimentos”.

A sus 31 años de edad no piensa abandonar el campo, pese a que los gremios del sector han declarado 2017 como el peor año en la historia de la actividad agropecuaria. “Me gradué con honores, fui el primero de mi promoción y soy el promedio más alto en la historia de la Escuela de Zootecnia de la Universidad de Oriente. Cuando presenté mi tesis tenía 6 ofertas de empleo. El entonces decano, doctor Ernesto Hurtado, me ofreció ser parte del plantel universitario. También tenía una oferta de posgrado en el exterior. Y terminé en Altagracia de Orituco, entre mis vacas y cultivos”, relata. Al día siguiente de su graduación regresó a la finca.

Pese a los retrasos en la siembra hay quienes todavía guardan la esperanza de ver crecer sus sembradíos. “Me he atrasado por no tener el insecticida. Escucho a mis compañeros que han perdido la siembra por la presencia de los gusanos y no tienen cómo controlar la situación. Un productor me dijo que perdió 40 hectáreas. Otro en Santa Rosalía perdió 70% del maíz. Yo prefiero esperar unos días más. Fui a Agropatria a preguntar por los insecticidas y no tuve respuesta satisfactoria. Lo más probable es que lo compre en el mercado informal para no dejar pasar esta etapa. El déficit de insecticida es de 80%”, sostiene Gassam Abdalá, un agricultor con tierras en Turén.

“Cada día que pasa se hace imposible sembrar. El terreno se pone pesado como consecuencia de la entrada de agua. No es lo mismo el maíz de mayo que el de junio. Porque requiere una cantidad de agua de 120 mililitros por hectárea, suficiente para que el terreno esté optimo y germine la semilla”

Osman Quero,

Productores Agrícolas Independientes del municipio Turén

En esa zona la mayoría ya hizo la preparación del suelo y aguardan por semillas, fertilizantes y químicos para el combate de plagas. Los Productores Agrícolas Independientes de Turén han recibido de Agropatria, que desde 2010 centraliza la distribución de los insumos para el campo, 30% de las semillas necesarias. Fueron los 3 containers que hace unas semanas llegaron con un total de 3.200 sacos de semillas. “Fue el primer despacho. Todavía tenemos unos días de junio que podríamos utilizar. Pero cada día que pasa se hace imposible sembrar. El terreno se pone pesado como consecuencia de la entrada de agua. No es lo mismo el maíz de mayo que el de junio. Porque requiere una cantidad de agua de 120 mililitros por hectárea, suficiente para que el terreno esté optimo y germine la semilla”, explica Quero. Después de esos días la cantidad de agua aumenta, riego que debió aprovechar la tierra con la planta. “Entonces la mata nace con menos vigor, los fertilizantes compiten con el lavado de las lluvias y la planta absorbe menos el agroinsumo. Se reduce el rendimiento al final porque la tierra se enfrió. En vez de obtener 5.000 kilos de maíz por hectárea, hay que restarle 1.500 kilos”, asevera.

La región es el principal productor de maíz, aporta 60% del rubro para la producción de harina precocida con la que se prepara la arepa, el pan venezolano. A la fecha hay personas sembrando sin abono, que esperan conseguir más adelante. Pero Ramírez explica que si no se le coloca el fertilizante al suelo junto con la semilla, poco ayudará al crecimiento de la planta. “Debes preparar la cama de siembra con antelación. Pero si la preparas y pasa más de 15 días sin insumos y no siembras, entonces debes volver a repetir el proceso”, señala. De acuerdo con la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios en los últimos seis meses no se ha comprado ni un solo saco de fertilizante.

Agropatria, agrocrisis

Desde 2008 Fedeagro comenzó a alertar sobre la caída en la producción agrícola. A casi 10 años del aviso, esta semana es inminente la emergencia agroalimentaria ante la falta de insumos, maquinarias y equipos para los agricultores del país. Aseguraron que a dos meses de iniciarse el período de lluvias, “el ciclo agrícola está virtualmente perdido”. Las asociaciones privadas –que aportan 80% de la producción– solo han recibido 30% de los insumos requeridos. Por lo que, así como otros sectores lo han planteado con los medicamentos e insumos médicos, el gremio también exige un canal humanitario que permita el ingreso al país de productos agrícolas.

No han podido hacer frente al plan agrícola que debió haber empezado el 15 de abril. Y tener sembrado para el 15 de junio, al menos 80% de la superficie agrícola del país. Lo que no se haga durante esos meses, no se logrará el resto del año.

El sector señala como las causas de esta crisis las decisiones tomadas desde la Presidencia de la República, cuyos puntos de inflexión han sido dos. “En 2008 el Estado pretendió ser importador, productor, transformador y distribuidor de alimentos. Ese fue el primer error garrafal. Se reservó más de 5 millones de hectáreas con las expropiaciones, tierras que en la actualidad están improductivas. En promedio, tiene 50% de las plantas para procesar alimentos”, explica el ex decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia y presidente de la Sociedad Venezolana para el Combate de Malezas, Werner Gutiérrez.

Desde 2006 el gobierno de Hugo Chávez anunció que tomaría “sectores estratégicos”, entre esos, el alimentario. A través de su política de nacionalización de empresas, se dedicó a la expropiación en 2007. Un año después inició la arremetida contra el sector agrícola. ¿La intención? “Garantizar la soberanía alimentaria”. Así tomó la cadena frigorífica y la empresa Lácteos Los Andes. Luego, en 2009, continuó con intervenciones a empresas arroceras, culpándolas del desabastecimiento. Luego ordenó la intervención de 1.500 hectáreas de tierras de la multinacional papelera irlandesa Smurfit Kappa, las cuales serían para el cultivo de frijoles, maíz, sorgo, yuca y ñame. Luego tomó 10.000 hectáreas de latifundios y se fue expandiendo.

“Es en 2010 cuando comienza la crisis más severa. Chávez tomó la empresa que daba los insumos a los productores, Agroisleña, que en el primer mes del año ya tenía los agroquímicos, semillas, todos los productos acopiados para entregar a los agricultores que sembrarían en abril. Con Agropatria comienza a fallar esa cadena. Y ahora, pasados dos meses del ciclo de invierno, los productores no han podido sembrar”, resalta Gutiérrez.

La principal razón de la siembra tardía de este año es que Agropatria no ha distribuido a tiempo los suplementos agrícolas (semillas, fertilizantes y agroquímicos) a las asociaciones de productores. Rafael Carballo, ingeniero agrónomo y productor, sembró una hectárea de maíz en Altagracia de Orituco hace tres semanas. Como no llovió y los insectos se comieron las semillas ante la falta de insecticida, perdió todo. “Estuve en Agropatria buscando el insumo, pero no lo tenían. Además, exigen cualquier cantidad de requisitos que es imposible cumplir; dicen que es para controlar el bachaqueo de los productos”, explica.

Los agricultores denuncian que los insumos en Agropatria son vendidos a personas que están registradas como productores y no lo son o su actividad agrícola es dudosa. “Entonces estas personas después revenden los productos a quienes son los verdaderos agricultores. En Agropatria un saco de semillas puede costar entre 85.000 bolívares y 100.000 bolívares. En la reventa lo colocan en 240.000 bolívares”, destaca Ramírez. Quero agrega “que los recursos han estado llegando a los intermediarios bajo el amparo de la corrupción”. Mientras que Abdalá asegura que son atendidas únicamente las personas que pertenecen al Banco Agrícola y al Fondo para el Desarrollo Agrario Socialista.

Hopkins señala que la estatal tiene el monopolio de esos insumos, los cuales son importados en su totalidad. Ramírez asegura que en años anteriores se importaban cerca de 1,2 millones de sacos de semillas certificadas. “En 2016 escasamente importaron 550.000. ¡Si no tenemos semillas qué producción va a haber!”, enfatiza. De acuerdo con Fedeagro la disponibilidad de semilla de maíz para el mes de mayo era de 580.000 sacos. De este total, las asociaciones que producen el 80% del maíz solo han recibido 22% (100.000 sacos).

En Guárico los productores han reducido la superficie sembrada en casi 60% ante el desabastecimiento de insumos. Ramírez explica que entre 2014 y 2015 el gremio recibió cerca de 700 gandolas con fertilizantes, este año apenas han llegado 40. “Hasta el año pasado la distribución dependía de la Petroquímica de Venezuela y no de Agropatria. Ellos revisaban el récord en producción y rentabilidad de la asociación que pedía los fertilizantes. Ahora con Agropatria todo el sistema eficiente se cae y el precio se triplica. Por un saco de fertilizante se pagaban 4.000 bolívares, ahora sobrepasa los 12.000 bolívares. Pequiven sabía a qué zonas atender primero porque conocía dónde llegaba el ciclo de invierno más temprano para poder sembrar”, sostiene Ramírez. Asegura que el producto se lo prometieron para junio, cuando debió haber estado en abril. Todavía faltan 14 gandolas de fertilizantes en la zona llanera.

En declaraciones recientes, el ministro de Agricultura Productiva y Tierra, Wilmar Castro Soteldo, expresó que este año se ha hecho un esfuerzo para garantizar el más alto volumen de insumos en Portuguesa: “A pesar de que algunos compañeros productores dicen que no, lo hacen porque pretenden negar la presencia de nuevos actores en la agricultura, gente que ha venido trabajando sin apoyo, como lo son el poder comunal organizado, Corporación de Desarrollo Agrícola –creada en 2016 y adscrita al Ministerio de Agricultura Productiva y Tierras– y la Industria Militar Agroalimentaria, gente nueva que ha venido de otros estados a sembrar en Portuguesa”.

La Corporación de Desarrollo Agrícola es una empresa matriz encargada de “coordinar, supervisar, controlar y articular los procesos productivos que están en manos de la clase obrera”. Mientras que la Industria Militar Agroalimentaria forma parte de las empresas creadas por el presidente Nicolás Maduro en 2013 para la zona económica militar. La entonces ministra de Defensa, almirante Carmen Meléndez, dijo que este sector iba a producir sus propios alimentos. “Y una vez que tengamos la capacidad de autoabastecernos, le aportaremos a la patria en el programa de alimentación”, destacó.

¿Qué se comerá? 

El año pasado muchos venezolanos resolvieron su dieta con plátano y yuca ante la imposibilidad de poder cumplir una dieta balanceada por lo escaso y lo costoso de los alimentos. De hecho, la Encuesta de Condiciones de Vida en Venezuela confirma que en 2016 el patrón de compras de alimentos de los venezolanos cambió. Las hortalizas y tubérculos desplazaron el consumo de carnes y pollo. En días recientes, Castro Soteldo también destacó un incremento en la ingesta de esos rubros.

En abril, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura en su reporte Global de Crisis Alimentarias 2017, destacó que el “empeoramiento de la situación económica en Venezuela puede causar una fuerte escasez de bienes de consumo, incluyendo comida y medicinas. Por tanto, la seguridad alimentaria necesita ser monitoreada”. La FAO expresó no tener datos confiables y actuales con respecto al país, que dos años atrás fue premiado por el mismo organismo internacional por la reducción de la pobreza y el hambre.

Pese a esto, en Venezuela es cada vez más complejo sustituir un alimento por otro. Los productos de primera necesidad son importados en su mayoría. “Los economistas dicen que cuando un rubro falla, el consumidor acude a otro. Pero hortalizas y tubérculos no va a haber este año. Van a caer. Quizás el rubro que se puede mantener sea la yuca, porque no es semilla importada”, expresa Gutiérrez. Pero la cosecha de yuca no está garantizada del todo ante el desabastecimiento de herbicidas, por lo que puede bajar el rendimiento.

En el caso del plátano, la superficie sembrada el año pasado cayó de 45.000 hectáreas a 25.000. “La razón es la falta de insumos. Al plátano lo ataca una enfermedad que se llama sigatoka negra, por lo que hay que fumigar todos los meses. Resulta que tampoco hay fungicida”, agrega.

En cuanto a las hortalizas dice que en 2016 la producción tuvo una disminución de 75% en la región de los Andes, mientras que en el eje de Guárico y sur de Aragua, el área sembrada de cebollas y tomates descendió 90%. Fedeagro registró en ese mismo año que el autoabastecimiento de esas hortalizas fue 33,3% y 27%, respectivamente. Mientras que la producción de pimentón alcanzó para cubrir 32,1% de la demanda. Aún más grave, los agricultores de Mérida, Táchira y Trujillo llevan casi 3 años sin semillas para papa, por lo que apenas logró cubrir 14,9% de la demanda interna. En cuanto a la zanahoria, Gutiérrez menciona que en el último semestre del año pasado no se sembró en algunas zonas, pues desde hace dos años tampoco surten de semillas. Asegura que lo poco que se siembra llega por los caminos verdes.

Si en 2016, de acuerdo con la Encovi, aproximadamente 9,6 millones de personas comieron dos o menos veces al día, con estos datos de siembra, la disponibilidad de alimentos podría ser menor, advierte Gutiérrez: “Es necesario comenzar a trabajar para salvar lo que se pueda. Tenemos que sembrar en el ciclo interino o de salida de agua. En Venezuela llueve hasta septiembre. Con las pocas lluvias de octubre y noviembre, se puede sembrar frijol, caraotas, soya, ajonjolí, girasol, algunas frutas en el llano como patilla, melón. Ese ciclo se puede trabajar desde ahorita para ayudar a mitigar el hambre de inicios del próximo año”.

Ramírez manifiesta que el agro en Venezuela atraviesa su peor momento: “Nosotros los productores sabemos qué va a pasar, pero el ciudadano que está en la calle no tiene ni idea de lo que viene. Nos estamos comiendo la reserva. Los cereales que salían del campo a los silos, donde son procesados por la agroindustria, nos los estamos comiendo antes de que estén listos, como es el caso del jojoto, que debe esperar entre 60 y 70 días después de la siembra. En los silos la cosecha espera los 12 meses del año hasta que llega la otra. Pero ahora esa reserva dura 4 meses en el mejor de los casos”.

De acuerdo con Gutiérrez en 2016 se requirió importar cerca de 12 millardos de dólares en alimentos, este año la cifra podría ascender a 14 millardos de dólares. “Como el gobierno no los tiene, ante la pérdida en la renta petrolera, evidentemente habrá una merma en la disponibilidad de alimentos. El año pasado solo se importaron alrededor de 6 millardos de dólares en comida”. Resalta que de cumplirse con los pronósticos, es probable que el país apenas logre producir entre 10% y 20% de la demanda interna de alimentos.

La crisis trae otros daños colaterales. La nutricionista y experta en seguridad alimentaria, Susana Raffalli explica que cosechar el maíz antes de tiempo tiene dos consecuencias. “Cuando el grano de maíz está maduro compone un buen perfil de proteínas con caraotas y frijoles, son una proteína completa. Cuando no sucede así, deja de tener el valor nutricional que necesitamos. Por otra parte, cuando una población recurre a su cultivo y se lo come en forma precoz, se está comiendo la semilla de la próxima cosecha, con lo que pone en riesgo la seguridad nutricional alimentaria para después”.

En cuanto a la yuca, señala que se corre el peligro de intoxicación, como ha pasado el último año con decenas de fallecimientos por ingesta de yuca amarga. “Todos los tipos de yuca tienen esa sustancia tóxica, porque produce ese compuesto cianógeno. Cuando se arranca antes de que llegue a ser maduro, el contenido tóxico, aumenta”. Productores de yuca en Monagas han denunciado el robo de la cosecha antes estar lista.

Para Raffalli los ciudadanos no solamente están comiendo menos, sino que además, van hacia una conducta primitiva. “Nos estamos comiendo lo que da la tierra, la persona va y arranca el racimo de plátano. Estamos volviendo a la recolección, a lo primitivo. Lo que vimos en los datos de la Encovi y de Cáritas, con el monitoreo nutricional, sobre el aumento del consumo de hortalizas y tubérculos no es necesariamente que sea lo más barato. Como no hay alimentos, nos quedamos reducidos a lo primario”.

El aspecto cultural en la alimentación de los venezolanos también está comprometido. “En nuestra mesa siempre ha existido la sopa y el seco. Pero ya no sabemos qué estamos comiendo. Ahora está llena de mangos verdes, con los que ni siquiera se puede hacer jalea porque no hay azúcar. La gente decía: ‘Yo soy venezolano porque como arepa de maíz con carne mechada’. Pero ahora la arepa se hace de plátano y la carne con la concha del plátano. Nos han ido destruyendo la identidad alimentaria”, dice Raffalli.

Ni leche, ni carne

Ramírez cree que la producción ganadera puede ser más bondadosa que la agricultura, pero aun así no escapa de los efectos de no atender el suelo como se debe. Las vacas tampoco tienen qué comer. “Si no tengo fertilizantes, agroquímicos para combatir la maleza y abonar la tierra, lo que come la vaca no le sirve de nada, porque no es un pasto de calidad. Y si quiero hacer una dieta complementaria con maíz, sorgo, tampoco es posible por la falta de semillas”.

Esto, indudablemente, afecta la producción de los lácteos y la carne, y advierte que se está cayendo en “un círculo vicioso de sacrificar animales para mantener otros. Cuando lo normal es que el rebaño crezca”.

El director de la Federación Nacional de Ganaderos, veterinario y criador de bovinos en el municipio Cañada de Urdaneta en Zulia, Gerardo Ávila, denuncia que además de la falta de insumos para el pasto, tampoco tienen medicamentos para las reses. “Los productores para mantener la sanidad del rebaño, ante la cantidad de laboratorios que han dejado de operar, han tenido que ir al mercado colombiano o brasileño, para atender la salud de sus animales, por eso los costos se triplican”.

Los antimastíticos que utilizan para controlar la inflamación de la glándula mamaria y las ubres en las vacas no se consiguen. “Evidentemente eso baja la productividad hasta 40%”, dice Ávila. Tampoco cuentan con la vacuna antibrucélica, que previene la brucelosis la cual causa abortos y retención de la placenta en las vacas. Gutiérrez señala que el ganado también se está tardando en llegar al peso de matadero y las vacas ya no tienen un parto anual, sino cada 16 o 18 meses. Venezuela continúa siendo el único país de la región en que todavía hay fiebre aftosa, lo que imposibilita que la nación pueda exportar carne y leche.

Todo esto incide tanto en el ordeño como en la calidad de la carne. “Deberíamos estar produciendo 120 litros de leche por habitante. A diario, serían entre 10 millones y 11 millones de litros. Y no es así. El cálculo es que producimos 60% por debajo de lo requerido. En cuanto a la carne, tendrían que producirse 500.000 toneladas, pero tampoco sucede”, asegura Ávila.

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