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Los derroteros de un embajador

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Por YOLIMAR GIL AMUNDARAIN

El siglo XX venezolano estuvo marcado por acontecimientos históricos de gran trascendencia; la aparición del petróleo, la modernización y la elección universal en el marco democrático. La existencia de estos elementos que caracterizaron aquella centuria estuvo de la mano de ilustres venezolanos que desde muy temprana edad se dieron a la tarea de pensar y repensar el devenir del país; personalidades como Rómulo Betancourt, Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri, Raúl Leoni, Rómulo Gallegos, Jacinto Convit y Mariano Picón Salas.

De los nombrados arriba, le brindaremos unas líneas a Mariano Picón Salas, un notable humanista, ensayista y diplomático que se preocupó constantemente por los acontecimientos mundiales y la repercusión que pudieron genera en el país. El legado de Mariano Picón Salas ha trascendido hasta nuestros días a través de sus obras literarias e históricas, también en su pensar crítico y en sus ensayos periodísticos, sin embargo, una de las virtudes que desarrolló a lo largo de su vida fue su visión y compromiso diplomático, el cual lo encaminó a ejercer esta importante responsabilidad en representación de Venezuela.

Un diplomático eventual

Mariano Picón Salas es conocido como uno de los ensayista más importantes y representativos del país, sus obras están marcadas por la preocupación de los aspectos culturales y educativos en el continente americano, mientras, su faceta como diplomático es poco conocida. Ante esta preocupación, su única hija, Delia Picón de Morles-Hernández, quien, siguiendo con el legado de su padre, se especializó en Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Ella mantuvo una gran inquietud por mostrar los archivos diplomáticos de su padre, por ello, los recopiló. Su pesquisa la llevó a la biblioteca familiar y los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores. El exhaustivo trabajo de Delia Picón constituyó un notable homenaje a la trayectoria realizada por su padre, quien se desempeñó con seriedad y compromiso. De esta manera, pública la obra Mariano Picón Salas, embajador de Venezuela en el año 2001, momento en el cual se conmemoraba el centenario del natalicio de don Mariano.

Picón Salas no fue un funcionario de carrera, quizás por ello se autodenominó un “diplomático eventual”, aunque la extensa obra que recopila su hija nos devela un escenario contrario, fue un hombre comprometido con el desarrollo y el devenir del país, encaminado a la praxis de las relaciones internacionales a través de la diplomacia, fue capaz de medirse ante las necesidades de la nación y comprometerse muy seriamente con las tareas que le fueron asignadas.

En una de sus obras, Mariano Picón Salas expresa que el siglo XX en Venezuela nace en 1936, tras la muerte del general Juan Vicente Gómez. A partir de ese momento siente el compromiso de aportar todo su conocimiento para la restauración del país, por ello, no dudó en volver a su tierra natal, luego de su periplo en Chile. La Venezuela que deja la dictadura gomecista tiene graves problemas sanitarios, una población analfabeta y fuertes grietas en materia de educación. Picón Salas ve urgente tomar medidas para mejorar la educación de la población, de esta manera se incorpora al gabinete administrativo del presidente Eleazar López Contreras como superintendente general de Educación. Desde allí piensa en crear un instituto de formación pedagógica, porque el país también carecía de un cuerpo docente, así, nace el Instituto Pedagógico Nacional siguiendo el modelo educativo chileno.

Ese mismo año (1936), inicia su larga carrera diplomática. Por su basto conocimiento en la realidad política de la Europa de preguerra, es enviado a Checoslovaquia como encargado de negocios de Venezuela. Desde Praga, se siente muy atraído por el mundo del arte y la cultura de la antigua ciudad de San Wenceslao I de Bohemia y escribe varios ensayos sin dejar de lado los asuntos diplomáticos. Desde allí se preocupa por el ambiente de agitación previo a la Segunda Guerra Mundial, pero a su vez contribuye sagazmente con asuntos relacionados a la economía venezolana. De esta manera observa la ausencia de nuestro país en las relaciones comerciales con la República Checa. También detecta que varios productos suramericanos son comercializados allí, excepto los producidos en Venezuela.

De esta manera, envía varias notas diplomáticas para poner al tanto al país de esta situación, su perseverancia lo invita a revisar números y estadísticas, observa un desbalance comercial desconocido por ambos países. De esta manera, logra un éxito diplomático al obtener un aumento bastante significativo en la comercialización del café venezolano. Lo segundo que genera preocupación en su cargo son las relaciones bilaterales, por ello procura establecer con la Cancillería venezolana un lazo comercial para afianzar las relaciones entre los dos países.

En este periodo visitará también otros países del viejo continente: Alemania, Francia, Austria e Italia. Sin embargo, en 1937 la Cancillería de Venezuela le anuncia que su trabajo en Praga ha culminado, nadie le comunica una razón de aquella decisión tan abrupta. De esta manera, regresa a Venezuela, aquella primera experiencia como diplomático también dejará un fruto literario, su conocida obra Pregúntale a Europa. De regreso a Caracas, decide viajar a Estados Unidos para dar clases a nivel universitario. Allá es designado agregado en la embajada de Venezuela en los Estados Unidos.

El bogotazo y los asilos políticos

Para 1947 el merideño es designado como embajador en Colombia, sin embargo, debido a los acontecimientos que le toca vivir debe defender fielmente el derecho de asilo con un sentido casi natural. Es que durante su tiempo como embajador de Venezuela en el hermano país, le toca vivir los sucesos del 9 de abril de 1948, el denominado Bogotazo, que se da tras la muerte del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán. En este sentido, sin dudar ni consultar, le otorga asilo en la embajada a varias personalidades del periodismo y la política como un acto humanitario.

Una vez controlada la situación en el país, los asilos no fueron aceptados por Colombia, ante esta circunstancia Picón Salas apela a la Convención de Montevideo y a los principios de Derecho Internacional y de los Tratados Públicos para poder obtener los salvoconductos necesarios. Luego de intercambios diplomáticos y para mantener la reciprocidad entre las dos naciones, Colombia accede a entregar los documentos y a mantener estos estatutos sobre asilados políticos en Bogotá.

Gracias a los buenos oficios de Picón Salas, se genera un precedente en cuanto a las relaciones bilaterales, esto se ve reflejado meses después, cuando en Venezuela es derrocado Rómulo Gallegos por la Junta Militar de Gobierno y Rómulo Betancourt se ve obligado a asilarse en la Embajada de Colombia el 24 de noviembre. De esta manera, los oficios diplomáticos de Mariano Picón Salas se ven reflejados cuando el asilado se ampara en la reciprocidad a la cual se apeló meses antes, por lo cual se le fue otorgado el salvoconducto de salida del país al líder del partido Acción Democrática.

Tras el golpe de Estado y una vez otorgado el salvoconducto a Betancourt, renuncia a su cargo de embajador y se autoexilia en México, allí vive hasta 1953 para regresar a Caracas y dedicare al periodismo en Papel Literario. Una vez derrocado Marcos PérezJiménez en 1958, vuelve nuevamente a su faceta de diplomático.

Los últimos compromisos de un diplomático versado

Tras la caída de la dictadura perejimenista, Picón Salas retoma sus labores diplomáticas. En este caso su destino sería Río de Janeiro. Su quehacer como embajador en esta ciudad fue muy notable a pesar del poco tiempo que abarcó su compromiso diplomático (1958-1959). En sus notas se pueden observar dos cosas. Por un lado, su madurez y experiencia en relación con los asuntos bilaterales, y por otro lado un gran afecto por el país, tal fue el apego que, al despedirse de sus labores, dedica un ensayo llamado Despedida del Brasil.

Posteriormente es embajador permanente ante la Unesco en Francia desde 1959 hasta 1963. A pesar de que el cargo generaba mucha demanda administrativa, se dio a conocer rápidamente por su serenidad y los aportes significativos en aspectos culturales y del medio geográfico discutidos en las sesiones de trabajo. Para el periodo en donde se desenvolvió como embajador hizo contribuciones muy acertadas en torno a los tópicos de discusión; valores culturales de oriente y occidente, el carácter del paisaje geográfico, conservación de los bienes culturales de la humanidad y sobre todo la educación primaria en América Latina.

Este último tema fue muy bien analizado por Mariano Picón Salas, quien señaló que la Unesco debía concentrar todos sus esfuerzos en proyectos locales que contribuyesen con la disminución del analfabetismo. Veía urgente iniciar un proyecto de índole educativo en aquellos países en donde era evidente la brecha de subdesarrollo y el estancamiento económico y cultural. Fue muy crítico con la Unesco al observar que cada vez existían menos proyectos educativos. Por su parte le parecía que varios países de América Latina habían hecho un gran esfuerzo por establecer sistemas democráticos y que en esos casos los organismos internacionales debían apoyar aún más.

Para 1963 Mariano Picón Salas es nombrado como embajador en México. Al llegar enfermó, por lo cual debe abandonar el cargo y volver a Caracas. El mal de altura lamentablemente lo cohibió de representar a Venezuela en el país centroamericano. Picón Salas lamentó mucho no poder asumir aquella responsabilidad porque sentía mucha afinidad con aquellas tierras. Conocía bastante bien su historia y su cultura. Cuando llega a Caracas su salud mejora notablemente y es nombrado por el presidente Rómulo Betancourt secretario general de la Presidencia de la República.

Sin lugar a dudas, el compromiso, la dedicación y la formación personal de Mariano Picón Salas es un ejemplo para todos los ciudadanos del país. Su vasto conocimiento le permitió defender loablemente la postura del país en otras naciones y buscar la manera de alcanzar logros diplomáticos importantes para encaminar a Venezuela hacia el desarrollo económico, educativo y cultural. Su sentir humano se vio reflejado en cada una de las decisiones tomadas bajo los cargos diplomáticos. Sin duda es un ejemplo de ciudadanía y civilidad que debe ser conocido en nuestro siglo.

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