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El 2022 que viene

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Como dice la letra del popular himno de Navidad de Félix del Rosario (cantautor dominicano), popularizado por ese patrimonio artístico de la Billo’s Caracas Boys, “Un año que viene y otro que se va”. El año 2021 deja un mal recuerdo, por la pandemia, por los amigos que se fueron, las altas tasa de inflación, las violaciones de derechos humanos, los presos políticos; que por sus malos recuerdos e influencias podría ser pasto de fogatas de acuerdo con algunas tradiciones como la quema de espantapájaros en los Andes venezolanos los 31 de diciembre; la quema de los famosos Ninots en las Fallas de Valencia o del ya tradicional Judas Iscariote en Semana Santa.

La temática internacional del año 2021 fue sumamente complicada con las sanciones impuestas por Estados Unidos, la caída de los precios del petróleo, el narcotráfico, o los informes condenatorios por violaciones de derechos humanos, dejando un saldo negativo en cuanto a logros alcanzados. Quizás esos fracasos fueron una de las tantas causas del cambio en la Cancillería del hoy candidato impuesto a gobernador en Barinas, por un profesional de carrera con larga experiencia en el Servicio Exterior, con la misión de manejar la política exterior con paciencia y no con la torpeza de su antecesor, quien como si hubiera estado al volante de los carritos chocones en un parque de atracciones, tuvo más encontronazos que éxitos durante su estadía al frente dela diplomacia bolivariana, al dejar al país con problemas y confrontaciones por todos sus (4) costados y fronteras terrestres y marítimas (Colombia, Brasil, Guyana, Trinidad, Estados Unidos, Holanda y Francia). Sin olvidar las causas en la CIJ, la CPI; la  condena política de los 32 miembros de la Unión Europea y el desconocimiento de 62 de las democracias más reconocidas en el mundo. Esperamos que el nuevo ministro Plasencia haga honor a su apellido y más con paciencia que por complacencia, recomponga el entuerto dejado por su antecesor colega y camarada.

La esperanza está en que este año que comienza sea aprovechado de acuerdo con los intereses del país; la agenda internacional ofrece grandes oportunidades para el crecimiento social y económico con miras a la exportación, si se ofrece a los inversionistas las condiciones adecuadas. De un lado está el empresariado nacional, quien está compitiendo en desigualdad, frente a la política populista para beneficio de unos pocos privilegiados, de bodegones, de casinos, del cero arancel, de la libre importación de vehículos; hay que recuperar la industria manufacturera y metalmecánica nacional; del otro lado está el inversionista extranjero a quien hay que garantizarle seguridad jurídica, un trato nacional no menos favorable que el establecido a los inversionistas nacionales, otorgarles el trato de la nación más favorecida; siendo de vital importancia, ciertas garantías en cuanto protección de sus capitales como de la transferencias relacionadas con sus inversiones y sin demora injustificada, de los aportes de capital; utilidades, dividendos, intereses, ganancias de capital, pagos de regalías y otros montos derivados de la inversión; en palabras más sencillas, “crear confianza”.

De lo contrario, el crecimiento será ficticio, de una clase privilegiada y enchufada en extraños negocios al amparo de la impunidad y la corrupción, lo que no quiere decir que hay algunas expectativas en el área internacional.

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