Y se llamaba Viernes Santo
Desperté un domingo
Roto,
húmedo.
En casa,
la leña dormía con la lluvia.
Distraído busqué un periódico oxidado,
tal vez buscando la casa de mamá, el colegio,
aquella amiguita que posaba nublada con dos flores amarillas
y yo jugando metras
como si fuese el único destino.
Preparé la tristeza en un café, sin pan andino, sin queso é mano,
sin el rosario el rosario de la hermana Beloqui.
Impávido contemplé dos hormigas,
traspapeladas
zapateaban
de un lado para el otro,
dibujando
perspicazmente el mito
Sísifo, otro trago de café y una página de Camus
Ese día advertí
que no recordaba el salitre
ni las campanas de arena, ni la delgada palmera
¿de qué color es la guacamaya?
Ella me miró
Y juntos nadábamos en el mismo suelo
Tranqué la boca
Sin el chirrido de las compuertas del llanto
Desperté un domingo
y se llamaba viernes santo.
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