
“Algunos de estos hombres tienen un año sin ver a los suyos, porque sus familias tuvieron que huir de Venezuela, y ni siquiera los han podido oír, porque en Rodeo I están prohibidas las llamadas”
Por KAORU YONEKURA
177 migrantes venezolanos estuvieron detenidos en la cárcel militar de Guantánamo. Como los cientos de presos que estuvieron allí alguna vez, los venezolanos llegaron sin debido proceso y sin ser terroristas. No mintió Chávez cuando la llamó “miserable prisión”. No se equivocó Trump cuando dijo que es “un lugar duro”. Maduro pudo decir “los hemos rescatado” el día que sus migrantes aterrizaron de vuelta en la patria. Y se sigue hablando sobre las durezas y miserabilidades de la cárcel de la bahía como si no tuviésemos nuestro propio Guantánamo.
Rodeo I, la cárcel venezolana de máxima seguridad, también fue construida en secreto como parte de una supuesta política de “guerra contra el terrorismo”. Así, en febrero de 2024, llegaron los primeros “terroristas” a estas instalaciones desde la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) en Boleíta, Caracas. Todos fueron trasladados encapuchados, bajo el engaño de un chequeo médico y sin avisar a sus familiares ni abogados. En abril de 2024, ocurrió lo mismo con los “terroristas” que estaban en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) de El Helicoide y después de la elección presidencial, metieron a cuanto “terrorista” extranjero agarraron por ahí. Cuatro estadounidenses que “rescató” Grenell estaban en nuestro Guantánamo.
Ha pasado un año. Un año de infamia y desvergüenzas, de hombres y muchachos metidos en celdas que, como las de la “miserable prisión”, sirven para aislarlos de la vida y acercarlos a la muerte. Un año en el cual los familiares han tenido que dejarse llevar encapuchados para poder acceder al locutorio donde hablan con su hijo, padre, hermano o esposo por no más de 20 minutos, solo de los temas que permitan los custodios y si es que no se suspende la visita por cualquier “orden de arriba”. Hace un año un hijo gritó: “¡Mamá, denuncia, denuncia! ¡Nos están golpeando! ¡Estoy obstinao de que nos estén pegando!”, y para esa mamá este ha sido un año de denuncias que pocos escuchan.
Van demasiados días sin que a nuestros presos políticos se les permita recibir un libro, un abrazo y más de dos cartas semanales. Algunos de estos hombres tienen un año sin ver a los suyos, porque sus familias tuvieron que huir de Venezuela, y ni siquiera los han podido oír, porque en Rodeo I están prohibidas las llamadas. Hay hermanos que no se han visto desde diciembre y abogados a los que no han dejado entrar nunca. Las hermanas Baduel no saben nada de Josnars desde hace más de cinco semanas.
Como alguna vez les pasó a los de Guantánamo, a nuestros “terroristas” se les sigue pasando la vida esperando ser rescatados de ese lugar del que pocos hablan.
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