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Diego Rojas Ajmad: sobre el Almanaque Rojas Hermanos

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FUNDACIÓN JOHN BOULTON

FJB – ¿Qué podría decirnos sobre la casa comercial Rojas Hermanos, fundada por el padre de Arístides Rojas en 1838? También el padre de Arístides Rojas fundó un periódico muy importante en su época, El Liberal. Y el Almacén Hermanos Rojas publicó el Almanaque de Rojas Hermanos. ¿Sabe cómo se les ocurrió esta idea y cómo encaja en ese momento país?

DRA – Las casas comerciales, entre ellas las pulperías, los almacenes, los abastos y las boticas, cumplieron una importante función en el contexto de la Venezuela del siglo XIX. Además de la labor de circulación e intercambio de bienes, estas instituciones sirvieron como núcleos de información y promotoras de ideas e innovaciones donde propios y extraños coincidían para luego diseminar lo leído, oído y aprendido. Su privilegiada función de lugar de tránsito y de encuentro, de conexión y red con las demás casas comerciales hacia el interior del país y el mundo les permitía servir de avanzada de la civilización. Como llegó a afirmar una vez el historiador José Rafael Lovera: “El pulpero no era solo comerciante, sino que fungía de consejero de los labradores que iban a su negocio, recomendándoles algunos de los productos que expendía o poniéndolos al tanto de novedades técnicas. Pero no terminaba allí el papel de tal personaje, pues como por su establecimiento pasaban los arrieros y cuanta persona venía de fuera, era un receptor de nuevas que comunicaba a su clientela para tenerla al tanto de los acontecimientos políticos del entorno y aún de puntos lejanos. Por otra parte, daba cabida a que líderes de la zona informasen sobre los intríngulis de la política, lo cual hacían generalmente en lenguaje llano asequible a los peones. Fue así como, en tiempos coloniales, se divulgaron las ideas francesas, consideradas subversivas, como lo hacía Luis López Méndez a los parroquianos de uno de esos típicos expendios, en la región de Aragua, o también fue así como, en la pulpería de Ezequiel Zamora en Cúa, se leían, con las debidas explanaciones de vulgarización, los encendidos editoriales que publicaban los periódicos de oposición. Esta función de la pulpería permitió que, no sin deformaciones, se filtrasen hacia las masas los textos escritos por los ideólogos, concebidos en un lenguaje culto cuya comprensión no era fácil para el común, pero que versionados adecuadamente traspasaban esa especie de zona intermedia entre la intelligentzia y el pueblo”.

Así, la edición y venta de publicaciones, además de las reuniones y tertulias dentro de las casas comerciales, fueron estrategias de promoción cultural y actividad fundamental de la sociabilidad en el siglo XIX. Estas prácticas económicas, culturales, políticas y sociales de las casas comerciales de la Venezuela del siglo XIX tensarán las formas tradicionales de sociabilidad y de representación colonial, al punto de prefigurar lo que años después será un lector moderno. Un libro, un periódico, un folletín o una hoja volante eran un producto más y, exhibido entre granos, papelón, kerosene y jabones, llamaba la atención a toda aquella persona que se acercaba a las casas comerciales. En la casa comercial Muñoz y Orea, instalada en Caracas en 1785, era donde Simón Rodríguez y Guevara Vasconcelos, por ejemplo, abastecían sus sustanciosas bibliotecas. La casa comercial Muñoz y Orea tenía sucursales en España, Islas Canarias, La Habana, Curazao, Puerto Rico y San Thomas. Hacia el interior del país, esta casa comercial tenía presencia en La Guaira, Puerto Cabello, Sabana de Ocumare, San Sebastián de los Reyes, Costa de Ocumare, Hato Morichalito, Panaquire, Barquisimeto, Maracay, La Victoria, Valencia, Choroní, San Carlos y Tácata. Una casa comercial era entonces una extensa red internacional, y nacional en menor medida, de circulación de productos.

El Almacén Rojas no fue una excepción. Fundado el 17 de julio de 1838 por el dominicano José María de Rojas, quien había obtenido la nacionalidad venezolana en 1824, tendría este almacén, igualmente sucursales y empresas filiales que se encontraban diseminadas por el país. El Almacén Rojas, llamado luego Almacén Rojas Hermanos en 1855, tras la muerte del fundador y padre de Arístides, Carlos Eduardo, José María, Milcíades, Teófilo y Marco Aurelio y Sofía ampliará su actividad comercial y editorial al punto de convertirse en referencia nacional e internacional y sus espacios sirvieron de lugar de encuentro para la discusión y comercio de ideas, como ocurría en la mayoría de las imprentas, de las librerías, comercios o pulperías de aquel entonces. De esta manera, el periódico El Liberal y el Almanaque Rojas Hermanos, entre otros proyectos editoriales y culturales, pueden entenderse como parte de esa función civilizadora que traían consigo las casas comerciales en la Venezuela del ochocientos.

FJB – ¿Ya hubo otros almanaques antes? Asumimos que la mayoría de esos calendarios fueron prácticas para promocionar los servicios de la imprenta y sus actividades. ¿Hubo otras iniciativas de las casas editoriales venezolanas que cumplieran esta función?

DRA – En el ámbito de la América Hispana puede rastrearse una presencia constante de los almanaques desde la segunda mitad del siglo XVIII. Hay ejemplos en México (1761), Guatemala (1793), Lima (1793) y Buenos Aires (1792).

De los muchos almanaques que fueron elaborados y que circularon en la Venezuela del siglo XIX, luego de la instalación de la imprenta en 1808, podríamos mencionar, a manera de ejemplos ilustrativos, el Calendario manual y guía universal de forasteros en Venezuela (1810), redactado por Andrés Bello; el Almanaque para Caracas y sus provincias, para el año bisiesto de 1812, de Gallagher y Lamb; el Almanaque de la Imprenta de la Gaceta de Caracas (1818-1820); el Almanaque El Cojito (1877), de la imprenta de Juan de Dios Picón Grillet (Mérida); El mundo a domicilio. Almanaque anuario para 1892. Comprende infinidad de datos preciosos sobre religión, política, comercio, letras, artes, industrias, cocina, etc., etc., de la Imprenta Bolívar (Caracas); el Almanaque portátil universal (1856), de la imprenta de Federico Madriz (Caracas) y Almanaque portátil para el año de 1869, y Guía de la Ciudad de Caracas, publicado en 1868, ambos de la imprenta de Valentín Espinal (Caracas). La mayoría de estos almanaques fueron concebidos como estrategias editoriales que las casas de comercio e imprentas ponían en práctica para promocionar sus servicios y actividades, a la par de obtener ganancias por la venta de los mismos.

FJB – ¿Qué tipo de información está incluida en el Almanaque de Rojas Hermanos?

DRA – Podemos hablar de los almanaques como un género; con esto quiero decir que este tipo de textos disponían de un código, una estructura temática y formal que el editor debía acatar y repetir para que esos impresos pudieran ser considerados como almanaques. ¿Cuáles eran esas exigencias del “género almanaque”? A grandes rasgos, todo almanaque constaba de tres partes: una, de información administrativa, llamada en algunos casos como “Guía de viajeros”, era un variopinto conjunto de textos que incluían datos del orden gubernamental colonial o nacional, lista de funcionarios civiles y eclesiásticos, abogados, militares, etc. Podría verse como una suerte de “directorio”. Allí se incluía además una lista de fechas memorables. La segunda parte era la del calendario propiamente dicho y contenía la información de días de semana, santos patrones de cada día, fiestas religiosas, fases lunares, astrología y condiciones meteorológicas. En la última parte, que pudiéramos llamar de “variedades”, se enriquecían los almanaques con recetas, chistes, poemas, cuentos, textos morales, consejos para el hogar, descripciones geográficas, entre otros, que servían de breves propiciadores de interés hacia la información didáctica, útil y recreativa, y estimulaban además a los lectores a preservar el almanaque a pesar de que la vigencia de su calendario ya hubiese caducado. En esta última parte, la de “variedades”, estaba quizás el aporte y distinción que daba cada editor a su almanaque.

Un “almanaque para todos”, como se hacía llamar al Almanaque de Rojas Hermanos, cuyos temas oscilaban entre lo religioso, lo científico, lo mercantil y lo literario, señala el perfil de un lector múltiple, híbrido, que prefigura lo que serán, décadas después, en el siglo XX, los discursos de las revistas de variedades para un lector masivo y secularizado y ése fue el gran acierto de los hermanos Rojas.

Así, el Almanaque Rojas hermanos, en cada una de sus ediciones, presenta información variada, que iba desde lo religioso, lo histórico, lo gubernamental, lo geográfico y contaba además con información científica y técnica que pudiera ser tomada como un libro de texto popular, a la manera de las publicaciones populares del siglo XX como las revistas Mecánica Popular, ¡Hágalo usted mismo! o Ideas, entre otras.

El almanaque será así un impreso que, al igual que los periódicos y las revistas, construirá un público moderno ávido de novedades y entretenimiento que practicará ahora la lectura extensiva, la que permite leer textos diversos de una sola vez y en un solo ejemplar.

FJB – Sabemos que el Almanaque de Rojas Hermanos tiene los cálculos astronómicos ajustados al meridiano de Caracas, realizados por astrónomos. ¿Es que había muchos astrónomos disponibles? ¿Eso era lo usual en los almanaques de esa época?

DRA – Con Juan Manuel Cajigal (1803-1856) se dio un enorme impulso al estudio de la astronomía en el país. Precisamente fue él quien dirigió la instalación de los primeros telescopios en Venezuela y además escribió un curso de astronomía, eso en la década de los 30 y 40 del siglo XIX, cuando apenas Arístides Rojas era un niño. Incluso antes de Cajigal ya había una tradición de cálculos astronómicos en el país y la prueba quedó registrada en el testimonio de la visita de Alejandro de Humboldt a Venezuela entre 1799 y 1800. Dice Humboldt, en su residencia en Caracas: “Fue solamente en un convento de franciscanos donde encontré un anciano respetable, el P. Puerto, que calculaba el almanaque para todas las provincias de Venezuela, y que tenía algunas nociones precisas sobre el estado de la astronomía moderna”. Humboldt también hace mención de la impresión de los calendarios, lo que permite presuponer una actividad artesanal y comercial de este tipo de textos antes de la llegada de la imprenta al país: “Al recordar que en los Estados Unidos de la América del Norte publican periódicos en pequeñas ciudades de 3.000 habitantes, sorprende el saber que Caracas, con una población de cuarenta a cincuenta mil almas, carecía de imprenta antes de 1806; porque no puede darse este nombre a prensas con las que de año en año se ha probado imprimir algunas páginas de un calendario o un mandato del obispo”.

FJB – ¿Hubo un solo formato para este calendario o cambia con el tiempo? Si hubo cambios, ¿cuál fue la razón? ¿Se realizó en una o varias imprentas? ¿Cómo se distribuía?

DRA – El Almanaque Rojas hermanos, aparecido en 1871, y cuya existencia llegó alcanzar hasta nuestros días, lo convierte en el calendario de más larga tradición en la historia venezolana.

Su formato original era el de un cuadernillo de aproximadamente 150 páginas (la edición de 1871 es de 142 páginas; la de 1873, 138 páginas; 1875, 71 páginas; 1880, 152 páginas), de 18 centímetros de altura, de aparición anual y cuyo contenido mostraba información acerca de las festividades religiosas, días de ayuno, fases lunares, onomásticos, textos literarios y publicidad comercial. Tuvo varios pies de imprenta, desde el de J. A. Segrestáa, pasando por la imprenta de El Cojo, hasta que la editorial Rojas Hermanos logró hacerse de una. Será a partir de 1887 cuando el Almanaque adopte el formato de pliego completo con el cual se le conoció hasta hoy.

El almanaque editado por la Librería Almacén Rojas Hermanos llegó a alcanzar tal popularidad que ya para la edición de 1883 llevó el texto a las 370 páginas y, ahora, con el nombre de Almanaque anuario de Rojas hermanos. Almanaque eclesiástico, astronómico, mercantil, literario, de variedades y avisos para el año de 1883, se podía encontrar en todo el país, parte de Colombia y el Caribe. Para 1885 el almanaque cambia nuevamente de orientación y formato: además de la sección de literatura, tanto en verso como en prosa, se añaden ensayos históricos, la mayoría de los cuales fueron elaborados por el mismo Arístides Rojas. Estas nuevas ediciones del almanaque, que llevarán los nombres de Almanaque Anuario de Rojas Hermanos. Almanaque eclesiástico, astronómico, mercantil, literario, de variedades y avisos y el otro, Anuario del comercio, de la industria, etc. de Venezuela. Contiene el almanaque eclesiástico y astronómico, comercio y estadística de Venezuela, la magistratura y la administración, industria en general, navegación, minas, directorio mercantil e industrial, literatura, anuncios, etc., alcanzarán las 652 páginas.

Pero sucede que ese formato de libro que tenía el almanaque desde sus comienzos, y que cada vez se hacía más voluminoso, pasa al formato de pliego de papel, para ser pegado en la pared. Este diseño tampoco fue una novedad de Rojas Hermanos, pues el formato de pliego completo o “de pared” ya lo había intentado algunos años antes la Empresa El Cojo y ya desde 1861 se ofrecía en venta un Calendario del Obispado de La Habana para el año de 1861 dispuesto en el Observatorio de la Marina de la ciudad de San Fernando. Este almanaque era de dos partes, de medio pliego cada una. Yo mismo consulté en la Biblioteca Nacional un Nuevo Almanaque Arreglado al Meridiano de Caracas para el año de 1850, en formato de pliego completo. Aún no he dado con la razón precisa que pudiese haber motivado a Arístides y a Marco Aurelio Rojas a cambiar del formato de libro al de pliego completo. Me gusta imaginar que, más allá de una razón económica, lo que prevaleció fue el interés por encontrar un formato que llegara a cada vez más lectores. La idea de un público lector masivo estaba germinando y, con la ayuda de la red que conformaban las casas comerciales, ya la distribución de los almanaques estaba asegurada.

FJB – ¿Cuánto costaba un Almanaque de Rojas Hermanos? ¿Se consideraba caro o barato en su época?

DRA – No era en extremo costoso un almanaque de Rojas Hermanos. El precio de un ejemplar, un cuaderno en 16o de pliego, de 142 páginas, para 1871, era de dos reales. Como dato curioso, es el mismo precio que 61 años antes tuvo el Almanaque para 1811, elaborado en Caracas por Gallagher y Lamb. Por información recogida en la prensa de la época, para esos mismos años un almud (o doce kilos y medio) de caraotas francesas tenía un valor de cuatro reales. Una arroba de carne de Montevideo, de once kilos y medio, costaba dos pesos o 16 reales. Un libro como De una vida dos mandados de Juan Vicente Camacho, de 22 páginas, era vendido en tres reales. El tanto por ciento, de López de Ayala, era vendido en cinco reales. Para 1864, un jornalero o peón podía ganar 4 reales diarios, mientras un sirviente alcanzaba los 672 pesos al año; un oficinista que se encargara del papeleo de una hacienda, 25 pesos al mes.

FJB – ¿Hubo otras iniciativas editoriales de Rojas Hermanos para la promoción de la lectura?

DRA -El Almacén Rojas Hermanos, además de distribuir mercancías venidas en su mayoría del exterior, también fungía como imprenta y librería; desde sus instalaciones se desarrollaron algunas prácticas de promoción de la lectura y de acceso al libro como el gabinete de lectura, especie de alquiler de libros, y la venta de obras literarias por entregas, a la manera del folletín. Será Teófilo Rojas, hijo de José María, quien a finales de 1844 cree Semana Literaria, publicación semanal inserta en el diario El Liberal que ofrecerá libros de actualidad por fascículos. Entre los títulos publicados se encuentran El Bandido, El lenguaje de las flores, Los misterios de Caracas, El judío errante, Los siete pecados capitales, Cajas de ahorro, su utilidad, entre muchos otros. Vemos entonces que esta estrategia editorial de Semana Literaria, de 16 páginas, en cuarto de pliego, a dos columnas y de aparición sabatina, enfocaba su práctica en el texto popular, en la distribución masiva y en la facilidad de compra (suscripciones de 5 pesos al año por las 52 entregas o el abono de 8 pesos por cada folletín), siendo parte de los inicios de la construcción de una cultura popular y masiva que florecerá luego en el siglo XX, gracias a la radio, al cine y a otros medios de comunicación que delinearían un nuevo sujeto popular.

La literatura popular será una de las más abundantes y persistentes producciones dentro de la Librería Rojas Hermanos. Entre ellos, el folletín, los aguinaldos, las antologías de romances, manuales de cocina y economía doméstica, entre muchas otras, servían como eficientes vehículos de cultura que ampliaba el público lector y a su vez consolidaba los imaginarios sociales. Los almanaques elaborados por Rojas Hermanos, los más exitosos entre toda su producción editorial, respondían a esta estrategia.

Pero no sólo pensaban en la publicación como actividad cultural. Todos los días de la semana, pero con mayor esmero cada sábado, se realizaban las tertulias en el Almacén Librería Rojas Hermanos. Tanto Arístides Rojas como José María Rojas eran los que habitualmente dirigían las charlas y en ellas se discutía abiertamente acerca de todo tema humano y divino. No exagero si digo que la casa comercial Almacén Rojas Hermanos funcionaba como una especie de casa de la cultura, de ateneo de puertas abiertas, donde los libros, las publicaciones periódicas y las tertulias abonaban el camino de la civilización.

Por todo esto, debemos revisitar desde otras perspectivas el Almanaque Rojas Hermanos, y en general la labor del almacén, para así rescatar y dar un nuevo valor a la labor que ejercieron en la conformación de nuestra cultura.


*Arístides Rojas. Un multifacético artesano de la Historia. Compiladoras: María Teresa Boulton y Olga Santeliz Cordero. Entrevistados: Erik Del Bufalo, Natalia Díaz Peña, María Soledad Hernández Bencid, María Magdalena Ziegler, Diego Rojas Ajmad, Maximiliano Bandres Díaz, Inés Quintero y Olga Santeliz Cordero. Prólogo: María Teresa Boulton. Coedición Abediciones (UCAB), Fundación John Boulton, Vollmer Foundation INC y H.L. Boulton & Co. S.A. Caracas, 2023.

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