Por Pablo Kaplún Hirsz con base en textos de Vanessa Davies
“A nadie le gusta que lo saquen de su casa”.
Hace pocosdìas destacados académicos y ambientalistas discutieron sobre si los animales y la naturaleza en general, tienen los mismos derechos que los humanos. La discusión puede tornarse un tanto bizantina, por cierto, en los tiempos que corren y en que la guerra desaloja de manera salvaje a gente no muy distante de la famosa ciudad referente de la civilización de Europa Oriental. Es cierto, puede haber matices, no lo niego, pero valga el ejemplo que sigue para entender que es muy difícil establecer el límite entre los derechos del ser humano y los del resto del reino natural.
“Ellas tienen sus rutas verdes que se interrumpen al talar árboles”, explica el geógrafo y ambientalista Jorge Padrón. El pasado 3 de marzo, gracias a la labor de la asociación de vecinos de San Luis (municipio Baruta), Padrón pudo rescatar a un ejemplar
El pasado 3 de marzo en San Luis (El Cafetal), una pereza estaba perdida en el estacionamiento de una residencia. La asociación de vecinos y el geógrafo y ambientalista Jorge Padrón lograron rescatarla. Padrón constató que estaba estresada, y cada vez que pasaba por un árbol -por más atravesado que estuviese- ella quería quedarse. No lo hizo. Por el contrario, buscó el mejor lugar donde dejarla, para que pudiera hacer su puente verde.
Las perezas “son parte del patrimonio biológico de la ciudad de Caracas, de la diversidad biológica”, señala Padrón, coordinador de la Asociación Civil Chunikai. Cuando alguien la encuentra en situación de riesgo puede ayudarla y ponerla en un árbol donde continúe su vida y alimentación. “La idea es dejarlas en la misma zona y educar a la gente para que convivan porque ellas están acostumbradas a un área e identifican sus plantas” para comer.
Por la lentitud de su desplazamiento los vehículos las atropellan. Si se cuelgan de tendidos eléctricos, se electrocutan. “Ellas bajan normalmente para hacer sus necesidades. Son arbóreas. Si llegan a alguna casa es porque están buscando alimento, y en su recorrido se consigue con las viviendas y quedan atrapadas”. Lo mismo puede ocurrir con las calles: Si antes hacían un recorrido de árbol a árbol, y ahora ese hábitat se ha fraccionado por podas descontroladas o talas, ellas seguirán la misma ruta en el pavimento.
Padrón solicita a las asociaciones de vecinos que las protejan. Se pueden hacer puentes con ramas y mecates en las zonas por donde pasan. También, colocar señalización para que los vehículos bajen la velocidad. El ambientalista lo vive en carne propia, cerca de su casa: “Hay una que cruza entre 7 y 8 de la noche, y es una curva. Menos mal que hay un policía acostado y obliga a bajar la velocidad”. No se deben sacar de las urbanizaciones; por el contrario, proteger las zonas verdes y su biodiversidad, que es “una razón para estar orgullosos”. Llevar las perezas hacia La Guairita o al Parque Nacional el Ávila no es la mejor medida. A nadie le gusta que lo saquen de su casa.
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