Por Neida de Newman, magister en Ciencias de Educación
A propósito del Día de la Juventud
El día de hoy dedicamos la columna a un programa educativo científico y ambiental que ha marcado la vida venezolana desde hace más de 80 años: los Centros de Ciencia, Tecnología y Educación Ambiental (CCTEA fue una sigla por miles de niños, niñas y jóvenes conocida). Es difícil explicar la contundencia y sencillez de este programa tan flexible y diseñado para lo “todo terreno” que resulta la sociedad venezolana. Se trata de un programa que llegó a ser emblemático y que catapultó a Venezuela al más alto nivel de representación internacional. Hoy día el ministerio lo mantiene de manera esporádica, pero sigue vivo en las bases docentes de muy distintos rincones del país. El coordinador de esta columna se topó con él hasta volverse el centro de toda su vida. Hoy, en homenaje a un sinfín de docentes brillantes, da la palabra a Neida de Newman, la gran referente de este programa en la Zona Panamericana del Estado Mérida[1].
Así pudiera decirse de este programa que arropó cada escuela grande o pequeña, campos, pueblos y ciudades. En un país donde la investigación y el ambiente es aún pasión, un centro de ciencia es un semillero de talento, amistad, ideas, límites, cultura, valores y otras aptitudes que caracterizan a la comunidad estudiantil potenciando modelos de acción diferentes, “aprender haciendo”; es salir del silencio, estar en un aula abierta. Hablar de aula abierta es la mejor definición de lo que esta comisión o equipo deseó en un principio, consolidando mágicos encuentros con la ciencia, la investigación blanda o sencilla, solo con lo que tenías a tu alrededor.
Así surgieron verdaderos e impactantes proyectos, casi todos como resultados de necesidades propias o curiosidades dando vida a investigaciones, con la tutoría de docentes muy comprometidos, padres y representantes superdispuestos a dar rápidas respuestas al trabajo escolar. Pero fue justamente ese amor y esa pasión que los chamos y los no tan chamos, ávidos de cambios, permitieron que en casos como el estado Mérida hombres y mujeres como el profesor Benito Moreno, Pedro Durant, Luis Alfonso Ramírez, Lorena Méndez, entre tantos que pudiera nombrar, fueran quienes pudieron incentivar a los estudiantes y docentes a conformar una comisión interna que pudiese organizar fechas, encuentros, talleres, reuniones, senderos ecológicos, reforestación de zonas vulnerables en sus comunidades, desfiles, creación de viveros ambientales, huertos, actos de cultura, ajedrez, talleres de diseño de proyectos, actividades tecnológicas con Fundacite y otras fundaciones del país como grandes aliados y muchas otras actividades que consolidaron la esencia de este trabajo. Que en un municipio de siete parroquias existieran cuatrocientos centros de ciencia era un verdadero logro para el mismo Ministerio de Educación, pues sus ejes transversales cruzaban los objetivos de planes y programas en todos los niveles y modalidades.
Asimismo, el respeto y la credibilidad de sus protagonistas se logró a base de mucho trabajo y logística, que era planificada por los coordinadores con estrategias propias del mas versado economista, para generar ganancias que luego serían plenamente justificadas por el trabajo de todo un equipo, donde hasta la basura llegó a convertirse en el mejor recurso. En estos momentos los centros de ciencia han sido la mejor escuela de cada maestro, de cada alumno y de cada padre, hoy estos muchachos se encuentran dando lo mejor de sí en el mundo, profesionales de diversa índole con valores, principios sin miedo, llenos de retos, de compromiso y un gran camino por delante. Siempre teniendo en sus mejores recuerdos cómo el cuidar del ambiente marcó un antes y un después en su desarrollo y un centro de ciencia se volvió en un aprendizaje de por vida que seguramente seguirá dejando lecciones de generación en generación.
[1] Se deja un especial reconocimiento a otros compañeros: Mario Díaz, Ovidio Barrios (QEPD), Víctor Alvarado, Chiary Barrios, Ernesto Romero (QEPD), Luis Velázquez, César Rivas Albornoz, Pedro Bastidas, Audrey Espinoza, Faidli Díaz, Yeixa Urbina, y un sinfín de educadores más de la Zona Educativa de Mérida a quienes se pide disculpas por no mencionar.
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