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Un aporte local a la sostenibilidad socioambiental

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Geografía Viva, 2022

Por Julio Alexander Parra Maldonado @GeografiaViva

Naciones Unidas, a pesar de sus limitados alcances para evitar calamidades sociales y procurar un mundo menos injusto, orientado hacia la paz; ha logrado un avance en generar pautas y respuestas éticas para la actuación de gobiernos, entidades supranacionales, multilaterales y actores sociales, religiosos, políticos y militares.

Su ejemplo máxime es la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, que es seguramente el documento más citado de Naciones Unidas, aunque con alcances aún limitados en su aplicación.

Actualmente, también busca el desarrollo social. Incorporando una perspectiva de cambio social y oportunidad para aprender a construir relaciones; formando ciudadanos dentro de un clima de respeto y dignidad para lograr la tan anhelada paz.

Muy a pesar de creencias actuales sobre el mundo, las sociedades actuales han logrado aminorar el riesgo y las estadísticas de muertes porcentuales en conflictos armados o por violencia social. Es decir, tenemos el momento de la historia de mayor paz en el planeta.

Ante esta situación la humanidad se ha propuesto la sostenibilidad como idea para afrontar los retos existentes, especialmente lo que implica el agotamiento de los recursos limitados en el planeta y la realidad inmediata del cambio climático.

Sostenibilidad como guía necesaria para avanzar

La preocupación por el ambiente surge con fuerza a la mitad del siglo XX. Hasta ese momento el impacto de las sociedades humanas había sido soportado por la naturaleza.

Encontramos que desde la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII el crecimiento exponencial de la acción antropogénica, la acción de los seres humanos, generó alteraciones ambientales ya difíciles de ignorar.

Luego de la posguerra, entre 1950 y 1970, el asunto de la naturaleza dejó de ser un problema “conservacionista” para ser un asunto social y económico.

En 1972 se realizó la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, o Conferencia de Estocolmo, convocada por la Organización de Naciones Unidas. El asunto avanzó, pero con mucha controversia y poco entendimiento entre defensores y destructores del ambiente.

 

En la década de los ochenta, tras intenso trabajo de comisiones, presión y lobby internacional, aparición de nuevos grupos organizados, se plantan las bases para el Desarrollo Sostenible, en las definiciones compiladas en por la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, en un informe conocido como “Nuestro futuro común”.

Todo se consolida con la realización de la Cumbre de la Tierra, o la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, realizada en Río de Janeiro, en junio de 1992.

El Desarrollo Sostenible se define entonces como aquel progreso “que asegure satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las propias”.

Surgen entonces acuerdos internacionales con el objetivo de proteger la integridad del ambiente. Destaca la Declaración de Río y la Agenda 21, con un consenso mundial sobre cooperación en materia de desarrollo y ambiente. Excelentes propuestas que no se implementaron con la urgencia y contundencia que requerían.

Aunque en su defensa hay que señalar que permitieron acuerdos posteriores como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1994), con las Conferencias de las Partes (COP), para su ajuste y avance (implementadas desde 1995 hasta la actualidad), o el mismo Protocolo de Kioto (1997) para reducir los gases de efecto invernadero.

Todo ese proceso llevó a la implementación de la noción de desarrollo sostenible como modelo civilizatorio actual, al menos en buena parte del planeta.

Los conflictos que persisten, la inseguridad, las instituciones débiles y el acceso limitado a la justicia continúan suponiendo una grave amenaza para el desarrollo sostenible. Y aunque la paz no es la ausencia de conflictos, los mismos condicionan las posibilidades de alcanzarla permanentemente.

Geografía Viva, 2022

Y para involucrar ya la realidad venezolana, debemos destacar que el conflicto político determina la posibilidad de avanzar positivamente en el logro del desarrollo sostenible, y se suma la urgencia de atender la pronunciada crisis económica y social que se vivencia desde hace seis años por lo menos, que se reconoce como Emergencia Humanitaria Compleja; y que se intensifica en muchas maneras con la pandemia mundial generada por el SARS-CoV-2 y la COVID-19.

Entonces, el desarrollo sostenible exige esfuerzos centrados en construir un futuro inclusivo, sostenible y resiliente para las personas y el planeta. Para ello, es fundamental armonizar tres elementos básicos: el crecimiento económico, la inclusión social y la protección del ambiente.

Basándose en el equilibrio planteado, también el encuentro entre los derechos humanos y las limitaciones físico naturales del planeta, es el marco de programas, planes y proyectos para administrar la sociedad, y también en lo personal para cada uno de los integrantes de la sociedad. Para ello es necesario aprender nuevas concepciones y valorar mejor los principios de la cultura de paz y la sostenibilidad.

Construyendo corredores de sostenibilidad socioambiental desde Mérida

Como un aporte a este necesario acuerdo mundial, Geografía Viva, Catedra de la Paz y Derechos Humanos y vecinos organizados de Jají, La Asomada y Puerto Nuevo; formularon el proyecto Corredores de Sostenibilidad Socioambiental con el objetivo de “Generar capacidades en las familias y comunidades para fortalecer dinámicas en la economía local, a partir de unidades de producción agrícola sana y fomento del consumo alimentario sostenible, ofreciendo opciones para la permanencia y el arraigo de la población infantil y juvenil”.

Se espera que luego de un proceso de 2 años, lograr tres efectos intencionados. Primero una “población infantil y juvenil empoderada con Planes de Desarrollo Autogestionario Local”. En segundo lugar, plantea que “Las familias mejoren el valor nutricional de sus dietas con productos variados y sanos producidos a nivel local”. Y como último efecto específico quiere que “los productores comercien sus productos a través de mecanismos de mercadeo locales presenciales y digitales”.

Así, desde finales de 2021, inició con el desarrollo de acciones que tienen como ejes transversales la ciudadanía, cultura de paz, agricultura sostenible y participación. Con mucha cooperación, apoyo mutuo, desarrollo autogestionario local y gestión comunitaria en una acción comprometida de 260 familias, en los municipios Rangel y Campo Elías del estado Mérida.

El trabajo se realiza principalmente en comunidades rurales, con mucha participación de niños, niñas y adolescentes, un enfoque de fortalecimiento del grupo familiar y promoción del liderazgo femenino en cada proceso desarrollado.

Hemos iniciado con la instalación de dos terrenos base, con la construcción de sus casas de cultivo para la promoción de una agricultura con el menor impacto ambiental posible, cuidado de la salud y organización de las familias participantes. Esta acción comunitaria, acompañada de un proceso formativo en escuelas y grupos comunitarios para la sostenibilidad. Este arranque se dio en Loma del Carmen (Jají) y La Asomada (Apartaderos).

A la propuesta ya se sumaron el Consejo Comunal de Puerto Nuevo La Asomada, el Centro de Investigaciones en Gestión Integral de Riesgo (CIGIR), la Escuela “José Natividad Rivas Sánchez”, Escuela “Antonio Guzmán Blanco”, docentes, productores, prestadores de servicio, líderes y familias de las comunidades involucradas, así como profesionales que aúnan voluntades para el logro de las metas.

Aún es posible incorporar nuevos aportes a la acción propuesta y seguir fortaleciendo el camino que lleve a la consolidación de “corredores de sostenibilidad socioambiental” en estas dos zonas del estado Mérida, generando nuevas oportunidades para sus familias. Todo esto como un aporte local a la agenda global de la cultura de paz y sostenibilidad.

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