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Transición energética y el “Peak Oil”

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A principios del siglo XIX, el reverendo Thomas Malthus publicó Un ensayo sobre el principio de la población. Escribió que la sobrepoblación era la raíz de muchos de los problemas que la sociedad europea sufría, tales como pobreza, malnutrición y algunas enfermedades. Observó que mientras los recursos tendían a crecer aritméticamente, la población exhibía un crecimiento exponencial. Constituyó una de las predicciones teóricas incumplidas más famosas de la historia contemporánea, al no tomar en cuenta la capacidad de innovación, el descubrimiento de recursos o la mejora en la productividad, que han constituido una inagotable fuente de crecimiento desde la Revolución Industrial. Pese a ello, la fascinación intelectual por el maltusianismo no ha caído en desuso.

El equivalente en el mundo petrolero es la teoría conocida como Hubbert’s Peak o Peak Oil, la cual se refiere a un evento singular en la historia: el pico o cénit de la producción de petróleo en nuestro planeta. La teoría proviene del geofísico Marion King Hubbert, quien creó un modelo de reservas petroleras conocidas y propuso, en un documento presentado en 1956 en el Instituto Americano de Petróleo (API, por sus siglas en inglés), que la producción las fuentes convencionales de petróleo alcanzarían su pico en Estados Unidos (continental) entre 1965-1970, y mundialmente “dentro de medio siglo” de su publicación.

El próximo capítulo en la historia del “Peak Oil” fue la publicación de un artículo en 1998 (Scientific American), por dos respetables geólogos (Colin Campbell y Jean Laherrère). Ellos esta vez predijeron que el cénit de la producción global de petróleo se alcanzaría aproximadamente en 2007.

Aunque la producción de crudo convencional en Estados Unidos alcanzó su pico en el período teorizado, Hubbert, al igual que sus predecesores y sucesores, fallaron en su predicción, ya que nuevas fuentes de petróleo fueron encontradas en zonas profundas costa afuera, en el Ártico y más recientemente en formaciones geológicas conocidas como “shales” (petróleo de esquito o petróleo de lutitas).

Todas estas teorías olvidaron el papel de los precios y el impacto de la innovación tecnológica. En el mundo petrolero, la subida de los precios hizo que se incrementara la inversión en exploración y como consecuencia, el descubrimiento de nuevos yacimientos y su puesta en producción. En cuanto a la innovación tecnológica, la exploración costa afuera en aguas profundas, la tecnología de posicionamiento dinámico satelital para perforación o la técnica del fracking, han tenido una importancia fundamental en los descubrimientos de nuevos yacimientos.

El tema del “Peak Oil”, que normalmente era un término aplicado al lado de la oferta, está de nuevo en boga, pero esta vez del lado de la demanda. No es que vayamos a agotar las reservas mundiales de petróleo; es que simplemente hemos decidido dejar de consumirlo. Por esta importante y relevante diferencia, realmente conviene tomárselo en serio. Y esto debido a dos variables fundamentales de la última década: el boom del “Shale Oil” en Estados Unidos y la innovación tecnológica en energías renovables a un costo asequible y escalable.

El ritmo al cual se mueve la llamada transición energética hacia un futuro descarbonizado es muy incierto.

Las predicciones de producción petrolera para 2040 tienen un amplio rango dependiendo de las proyecciones: la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) calcula 120 mn bl/d, alrededor de 110 mn bl/d según OPEP, ExxonMobil & BP, pero dramáticamente más baja en la predicción de BP (transición energética acelerada) un poco por debajo de 80 mn bl/d.

En cuanto al “Peak Oil” las predicciones varían también enormemente, desde “ahora” en el modelo más agresivo de transición energética de la IEA, al final de la década para el modelo transición energética super-rápida de BP, en los 2020 de Shell, a principios de los 2030 como caso base de BP y después de 2040 para la OPEP y ExxonMobil.

Aunque esta incertidumbre acerca del futuro es entendible, también recrea un presente incómodo ya que mientras 2040 pareciera estar muy lejano, las inversiones requeridas para producir el petróleo y el gas que todavía necesitaremos, incluso en la más agresiva de las transiciones energéticas deberán ser hechas ahora.

Algún día no seremos capaces de extraer y procesar, de manera económicamente viable, los combustibles necesarios para que crezcan nuestras economías. Ese día podrá llegar en meses, años o décadas, pero llegará. Tres productos fósiles (petróleo, gas natural y carbón) suplen 85% de la energía que soporta nuestros estilos de vida y a pesar de que cada vez más vemos la adición de energías renovables no contaminantes, el uso de combustibles fósiles no está decreciendo lo suficientemente rápido para ralentizar el deterioro de nuestro clima. El calentamiento global y la disponibilidad de energía asequible económicamente serán los retos de nuestras sociedades en las siguientes décadas.

 

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