OPINIÓN

Saliendo de la trampa ambiental de Venezuela

por Ambiente: situación y retos Ambiente: situación y retos

 

Por Dr. Alejandro Álvarez [1] Clima21

Hace pocos meses fueron publicados dos excelentes trabajos de investigación periodística que buscan narrar la realidad ambiental del país.

Uno de ellos es de Olgalinda Pimentel y publicado en el portal La Gran Aldea: “Se  vuelve turbia la falta de agua potable en Venezuela” se puede leer en este enlace.

El segundo de María Ramírez Cabello publicado en El Correo del Caroní titulado “Depredación minera frente a los ojos del tepuy Roraima” que puede ser conseguido en este vínculo.

Estos trabajos nos permiten reflexionar sobre la situación ambiental del país y aún más cómo podemos salir de la actual situación.

En Venezuela podemos hablar de un número importante de daños ambientales producto de una gestión estatal cada vez más ineficaz y deliberadamente desconocedora de los procesos de destrucción ambiental que están sucediendo en el país ¿Cuáles de ellos serán los más importantes?

Cuándo se quiere conocer cuál es el nivel de impacto de un daño ambiental, es necesario recurrir a indicadores que midan el nivel de daño o deterioro que se ha producido. Estos pueden incluir indicadores de intensidad del daño, extensión del daño y duración del daño.

El primero puede medirse en términos tanto ecológicos (ecosistemas deteriorados) o humanos (número de personas afectadas) El segundo estaría medido en términos de la superficie afectada. En términos temporales el tercer indicador estaría relacionado con el tiempo necesario para lograr la recuperación del daño. A estos indicadores se pudiera incluir uno relacionado con el costo de recuperación, mitigación o restauración del deterioro que haya ocurrido.

En Venezuela distintos especialistas y organizaciones han discutido sobre cuáles son los principales problemas ambientales del país, pero raramente se analizan los mismos en función de los indicadores antes mencionados. Por lo que lo que  se indica únicamente es la percepción de los especialistas o de la organización que ha emitido esa opinión.

Sin entrar en la necesaria cuantificación de los valores de esos indicadores, es posible hacer una primera aproximación a la magnitud cualitativa de los mismos a partir de la información disponible.

De todos los procesos de deterioro ambiental que actualmente están ocurriendo emergen dos monstruos.

El primero es la crisis de agua para uso humano, afectando principalmente la zona norte y montañosa del país.

Aunque los estimados varían se conoce que aproximadamente un 87% de la población no tiene acceso permanente al agua. Es decir estamos hablando que más de 22 millones de personas tienen limitado su derecho al acceso al agua.

De ese número, un porcentaje bastante grande recibe agua por tuberías con una frecuencia que puede ir entre dos semanas y varios meses. En amplias zonas de la Guajira venezolana, Paraguaná, Sucre y varias ciudades de los llanos venezolanos el agua por tuberías dejó de ser suministrada  en algunos casos desde hace más de un año.

Asimismo, mucho más de 2 millones de personas nunca tuvieron conexión a una tubería de suministro de agua. En algunas partes la situación es tan grave que existen reportes de poblados abandonados por falta de agua.

Actualmente en una gran parte de Venezuela las familias y empresas deben comprar el agua que necesitan a precios cada vez más altos y bajo condiciones de especulación, cartelización y otros esquemas delincuenciales o recurrir a fuentes informales de agua.

A esto se une que la calidad del agua que se suministra no cumple con los estándares legales que debería tener el agua para consumo humano.

Los costos estimados para mejorar la situación de suministro de agua en Venezuela hasta un nivel solo mínimamente suficiente sobrepasan los cientos de millones de dólares americanos y tiempos de ejecución de varios años.

Todo ello representa una grave violación de los derechos humanos de un porcentaje muy alto de Venezuela posiblemente afectando a un número superior a los 20 millones de personas. Situación que tiene efectos sobre el derecho a la vida, salud, trabajo digno, vivienda adecuada y muchos otros.

El segundo problema afecta principalmente, pero no únicamente, el territorio al sur del país. En este caso la expansión de una forma de minería de depredación y saqueo sin ningún control ni limitación sobre los daños cometidos, sobre las graves violaciones de los derechos humanos que está generando.

Un estimado grueso permite decir que la minería está afectando una superficie cercana al 40% del territorio nacional. Asimismo, está deteriorando todas las cuencas hidrográficas en el sur del país y causando una contaminación por mercurio que está afectando a cerca de 1 millón de personas.

Adicionalmente, se acelera de manera vertiginosa la tasa de deforestación de los bosques  amazónicos venezolanos y sus efectos están redundando en un crecimiento sin precedentes en la tasa de infección de malaria, la cual no sólo afecta a la población local, sino que está siendo exportada a todo el país e incluso fuera de nuestro territorio.

Por otra parte, muchos de los daños que actualmente se están produciendo por causa de la actividad minera pueden considerarse que son a perpetuidad, ya que es muy difícil estimar los tiempos de recuperación cuando pueden estar en escalas de cientos de años.

Asimismo, si se decidiera invertir en procesos de restauración ecológica, los costos pudieran ser astronómicos y por un número de años totalmente incierto.

En este caso tenemos muy altos los indicadores de extensión, intensidad, duración y costo.

Por supuesto que existen otros problemas en el país, algunos de ellos muy graves, incluyendo el terrible deterioro de la diversidad biológica, que va desde una extracción cada vez insustentable de peces y otros animales y plantas usadas como alimentos, extracción ilegal de maderas y leña, así como de animales silvestres para exportación[2].

Adicionalmente se viene produciendo un grave deterioro de los sistemas de recolección de desechos sólidos domésticos, así como el abandono del control de la contaminación y de la obligación de realización de estudios de impactos ambientales como requisito obligatorio de todo proyecto que pueda generar deterioro ambiental.

Igualmente, los hechos parecen indicar que se perdió gran parte de la capacidad del Estado para la gestión de desastres de origen socio-natural.

Sin contar con ese tsunami llamado cambio climático que ya nadie parece querer saber de eso en Venezuela.

La trampa

En varias zonas del mundo se usaron, y quién sabe sí aún usan, trampas para cazar animales para el aprovechamiento de sus pieles. Uno de esos aparatos está formado por dos grandes mandíbulas llenas de dientes afilados que por un mecanismo se cierran de golpe atrapando e hiriendo de muerte a la presa. En caso de que quede viva, no puede huir porque la trampa está encadenada a una estaca o árbol.

Usemos esta analogía para entender los problemas ambientales de Venezuela.

Si pensamos en los dos grandes temas ambientales, que analizamos al principio vistos sobre la geografía del país, son las dos mandíbulas de una enorme trampa para osos que atraparon a Venezuela y le clavaron profundo sus afilados colmillos.

Pareciera además que estamos encadenados a esa trampa sin poder escapar.

Los otros problemas profundizan nuestro dolor y daños.

Escapando de la trampa

Lograr liberarse de una trampa como las mencionadas más que un problema de fuerza es de inteligencia, persistencia y voluntad de ser libre. Si luchamos con solo fuerza, los dientes se clavarán más en la carne.

Inteligencia en este caso es reunir las fuerzas del país en un trabajo articulado y constante. Sin acción en común todo esfuerzo es solo un espasmo.

Inteligencia es saber que necesitamos ayuda externa, alguien tiene que buscar un buen palo para hacer palanca para abrir la trampa. Para conseguir ayuda debemos ser capaces de explicar bien a otros lo que nos está pasando y lo que necesitamos. Es muy importante contarlo de manera clara sin pasiones ideológicas o simplemente viscerales.

Tres herramientas serán necesarias: solidaridad, nadie nos tomará en serio si no tienes intención de apoyar para ser apoyado; educación, pues para unir más gente hay que formar y formarnos; y un punto de apoyo fuerte donde toda acción pueda reunir fuerzas: el mejor actualmente es el marco internacional de derechos humanos.

Inteligencia es saber persistir y no rendirnos. Ni la muerte podrá ser una derrota porque muchos más deben seguir adelante.

La voluntad la tenemos, ¿sí?

Voy por mi gente, por Canaima y toda la Amazonía, por el futuro que nos mereceremos solo sí nos lo ganamos.


[1] Biólogo  y doctor en Ciencias, mención Ecología (UCV), coordinador de Clima21 – Ambiente y Derechos Humanos. Especialista en gestión social del ambiente, con énfasis en temas relacionados con derechos humanos ambientales, participación ciudadana y educación ambiental en el marco del desarrollo sostenible. Promotor de participación y articulación de organizaciones de la sociedad civil. Bloguero y divulgador ambiental.

[2] La idea de publicar este artículo escrito hace un  tiempo por Alejandro corrió por la coordinación del espacio. Nos decía el autor que al día de hoy habría que agregar el tema de los derrames petroleros, una especie de amenaza que está escalando con la potencialidad de convertirse en una catástrofe (si se diera el caso de que el buque Nabarima se hundiese en las costas del golfo de Paria, por ejemplo). De todas maneras, se estima que en el lago de Maracaibo se derraman entre 4 y 5 barriles por día.