Hace unos cuantos años, un exalumno mío, estudiante de Filosofía por esa época, hoy exitoso profesor en una prestigiosa universidad europea, fue secuestrado por unos maleantes para robarle el carro, cuando él esperaba a alguien frente a una casa en Terrazas del Club Hípico. Mientras circulaban a gran velocidad por Caracas, uno de los delincuentes le preguntó a mi estudiante: “¿Qué haces tú? ¿En qué trabajas?”. Arturo, nombre del estudiante, muy joven para esa fecha, le respondió: “Doy clases de Filosofía en bachillerato”. El malhechor le respondió con burla: “¡Cómo debes fastidiar a esos chamos! Este es nuestro trabajo, así que respetas. Te vamos a dejar dentro de poco, no te haremos daño, solo queremos el carro. Es más, te daremos dinero para que pagues un taxi”. Así fue. Lo dejaron en medio de la Autopista Valle-Coche y Arturo buscó un teléfono y me llamó a mí a la UCAB, no a su mamá, porque sabía que al oír la voz de ella iba a llorar del susto que todavía tenía y no quería que ella se asustara; me pidió que le avisara a la señora de manera que lo esperara y pagara el taxi que iba a contratar. El dinero que le dieron los ladrones no alcanzaba.
¡Robar por encargo es trabajar! Terrible mal que aqueja a una sociedad y vuelve indispensable recordar que existen algunos valores básicos que supuestamente esa sociedad los debería tener enérgicamente integrados en su seno. Cuando estos valores son vulnerados, el tejido social se va deteriorando y no son pocas las muestras de indiferencia relacionadas con el respeto que se debería profesar a esos modos de proceder vinculados con la moral; me basta con ejemplificar con la honestidad, con la honradez.
Obviamente, debo hacer una distinción conceptual entre ambos términos. Hay un breve artículo, escrito con mucha gracia por José Martínez de Sousa, titulado «¿Más honesto que honrado?», que pueden consultar en el Centro Virtual Cervantes. Para no caer en un enredo con la diferencia entre ambas palabras, diré que por honestidad se entiende cualidad de honesto, y por este, el DLE distingue las siguientes duplas: «Decente o decoroso». «Recatado, pudoroso». «Razonable, justo». Pero, la propia RAE introduce el elemento que a veces ocasiona dudas, y es cuando establece la sinonimia: «Probo, recto, honrado». De manera que en algunas ocasiones ambos vocablos pueden ser usados como sinónimos. En los tres primeros casos, es «honesto»; cuando se habla de probidad, rectitud, se acepta como legítimo «honrado».
Son valores propios de la persona humana concernientes a la Verdad y a la Justicia, una y otra conforman los cimientos fundamentales sobre los que se construye la «conciencia moral» de una sociedad y engloba todas las esferas de los seres humanos.
De tal manera que la honradez no sólo se vincula con la relación de una persona con su prójimo y, por ende, con el universo, sino que calificar a alguien de honesto es decir algo más; es resaltar que ese alguien posee un alto nivel de autoconciencia, entendiendo por esta la facultad que tiene ese sujeto de conocer sus emociones individuales, ideas y conductas, así como interpretar su relación; además, ¡posee coherencia, y esta última es tan escasa!
Al asumir la posición de reconstrucción de valores es preciso tomar en cuenta el hecho de que la crisis de valores del actual período social venezolano no es una anomalía exclusiva nuestra; es, simultáneamente, mundial y, asimismo, con sus peculiaridades específicas, concreta. En este punto no coincido con el enfoque que acentúa, exagera la »pérdida de valores» sin evaluar lo suficiente el contexto venezolano de hoy y no el de ayer.
No se trata solamente de rescatar valores y tradiciones, que no está mal, ni es despreciable. Sin embargo, lo que ocurre, en mi opinión, es un asunto de mayor complejidad; estamos en presencia de cambios muy fuertes en las propias estructuras de la sociedad y esta condición forja inesperadas perspectivas que nos obliga a indagar sobre nuevas estrategias para comprender cabalmente esta etapa de ruptura; nos invita a escudriñar la realidad social con cierta originalidad.
En una era donde la magnitud de información, de datos que se ha acumulado -Big Data- no es viable seguir pensando en sociedades «cerradas». Vivimos una situación muy peculiar que impulsa resignificaciones, no solo en el entorno individual, sino también en el colectivo. Surgen nuevos valores que en muchos casos se relacionan con la categoría de perennes, pero los hay novedosos.
Desde la filosofía griega y, en especial, pensando en Sócrates, sabemos que se duda mucho sobre si es o no posible enseñar la virtud. De ahí que a veces hay quienes ensalzan la necesidad de los castigos para que el ser humano no tome los caminos errados. Sin embargo, no creo que esté demás recordar una y otra vez, incluso hasta el cansancio, que la honestidad es un valor irrenunciable, aun cuando muchos crean que está «demodé». De lo que sí podemos estar seguros es que «robar por encargo no es sinónimo de trabajar».
@yorisvillasana
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