Por Ambiente: situación y retos
Durante las últimas tres semanas he estado publicando artículos donde discuto una variedad de temas cruciales relacionados con el medio ambiente y los esfuerzos humanos para su preservación. Estos escritos tienen como objetivo brindar información relevante sobre la labor de los ambientalistas, temas que son vitales en cualquier país. Sin embargo, en Venezuela, muchos de estos asuntos son pasados por alto debido al drama interno que ha absorbido toda la atención de la nación.
Mi columna es leída principalmente por venezolanos, tanto dentro como fuera del país. Para aquellos de nosotros que vivimos en el exterior, la reciente imposibilidad de votar ha sido un golpe significativo. A pesar de que la ley venezolana permite a los emigrados participar en elecciones presidenciales, se nos negó ese derecho mediante barreras burocráticas absurdas. En muchos países, como España, se exigió tener residencia permanente, lo cual es problemático ya que la mayoría de los venezolanos en el extranjero estamos bajo estatus de residencia provisional por razones humanitarias.
En Uruguay, la situación fue similar: se exigía una tarjeta de identificación uruguaya de cuatro años, aunque Uruguay no emite documentos con esa validez para residentes legales extranjeros. En Colombia, el gobierno no aceptó un documento emitido por la administración de Petro, que buscaba legalizar la presencia de millones de venezolanos en ese país. Como resultado de estas restricciones, solo 69,000 venezolanos pudieron votar, cuando en realidad se estima que al menos 3,5 millones deberían haberlo hecho.
Me importa particularmente hacer una pausa en el relato. Como todos saben, soy de origen uruguayo. Ese país no permite el voto en el exterior, no por nimiedades burocráticas como las que venía mencionando, sino que lo prohíbe abiertamente. Este tema ha sido objeto de plebiscitos, intentos de reforma de la Constitución y arduos debates en la opinión pública y en el Parlamento. Hago esta pausa aquí para que quede claro que no es cierto que Uruguay sea el único país de Sudamérica que prohíbe el voto en el exterior. En la práctica, Venezuela tampoco lo permite.
A pesar de estos desafíos, mi columna sigue siendo de interés para quienes están dentro de Venezuela, ya que aborda temas que son difíciles de discutir públicamente debido al temor a represalias. En estos días, sin embargo, he estado callado sobre estos temas. La situación en Venezuela me ha dejado con el alma encogida, dificultando que las palabras fluyan, a pesar de mi facilidad habitual para escribir.
Mis lectores también saben de mis posiciones políticas, las cuales se inclinan hacia la izquierda, en parte debido a mi historia personal como hijo de uruguayos que huyeron de la dictadura fascista en su país natal para encontrar refugio en Venezuela. Sin embargo, hoy en día, mi enfoque principal es el ambientalismo, aunque este también se ha visto comprometido por la retórica oficial del «Ecosocialismo» en Venezuela. Este término, aunque suena prometedor, ha sido utilizado para justificar graves violaciones al medio ambiente, como la «Minería ecológica» en el Arco Minero del Orinoco, que escapa de la supervisión del Ministerio de Ambiente.
Escribir sobre estos temas se vuelve cada vez más difícil, especialmente cuando veo que incluso el Partido Comunista de Venezuela (PCV), el más antiguo del país, ha sido intervenido judicialmente y sus verdaderos militantes son perseguidos o marginados. La tristeza que me embarga al observar estas injusticias y la represión hace que escribir sobre el ambientalismo en Venezuela sea una tarea casi imposible.
En un contexto donde se detiene a adolescentes por protestar y se acusa de «delitos de odio» a quienes más aman a Venezuela, resulta extremadamente difícil concentrarse en temas ambientales. Escribir desde esta trinchera se ha convertido en un desafío abrumador, no solo por la represión y la manipulación política, sino también por la profunda tristeza que siento al ver lo que está ocurriendo en mi querido país.
En estos días, lo que se está sufriendo en Venezuela es un reflejo del descomunal esfuerzo de las fuerzas oscuras que dominan el país. Tras la abrumadora derrota electoral, buscan ahora una posición de fuerza desde la cual negociar. Es fácil decirlo desde la distancia, pero vivirlo es una carga que duele profundamente. Me causa un inmenso sufrimiento pensar en los niños, niñas y adolescentes que son víctimas de esta manipulación, así como en los miles de presos políticos que se encuentran injustamente encarcelados.
Sin embargo, si miramos la situación en un contexto geopolítico, podemos vislumbrar una luz al final del túnel. Esta cruel arremetida tiene el aire de una táctica desesperada, un intento de ganar tiempo mientras el pueblo continúa demostrando su valentía y resistencia. La lección que dio la ciudadanía el 28 de julio resuena como un eco de esperanza. Con el tiempo, el ingenio y la determinación del pueblo venezolano se imponen sobre la adversidad. Como ha sucedido a lo largo de la historia, el bien terminará venciendo al mal.
Las semillas de un futuro mejor están siendo sembradas en el corazón de cada venezolano que sueña con un país libre y justo. La esperanza emerge en cada acto de solidaridad y en cada paso hacia la recuperación del país. Juntos, con fe en el futuro, construiremos un nuevo amanecer donde el dolor se transforme en fortaleza, y la lucha por la justicia rinda frutos duraderos. El camino no será fácil, pero la historia nos enseña que, aunque enfrente la oscuridad, la luz siempre encuentra su camino para brillar.
Hay que reconocer, además, que en este momento Venezuela cuenta con una líder que ha aprendido, a base de errores como todos los humanos, y sabe, ahora sí, conducir con un talento que no habíamos visto a lo largo de estos 25 años.
Ambiente: Situación y Retos, es un espacio de El Nacional, coordinado por Pablo Kaplún Hirsz
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