Apóyanos

Nietzsche y el caballo de Turín

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo

Friedrich Nietzsche

Se dice que el 3 de enero de 1889 Friedrich Nietzsche caminaba en dirección a la plaza Carlo Alberto de Turín cuando divisó a un cochero que fustigaba a látigo rabioso el lomo de un caballo fatigado. Después de reprender al salvaje auriga, se abrazó al cuello del animal, lloró y musitó al oído de este unas palabras ininteligibles, aunque hubo quien aseguró que dijo: «Mutter, ich bin dumm» (‘madre, soy un idiota’). Acto seguido, calló para siempre envuelto en la locura.

La historia es muy conmovedora, y hasta dio pábulo al cineasta húngaro Béla Tarr y al escritor checo Milan Kundera para ocuparse de ello, pero no es cierta. Lamento chafarle el día a más de un nietzscheano: solo se trata de una leyenda urbana del Turín de inicios del s. XX. Franz Overbeck, amigo entrañable de Nietzsche, narra un episodio en extremo diferente y simple: «Se cayó en la calle y fue levantado, estuvo a punto de ir a parar a un manicomio privado». Overbeck calificó el incidente de «escándalo público», ya que el patrono del filósofo tuvo que entenderse con la policía y el cónsul alemán. El relato es referido por Curt Janz en la biografía que publicó sobre Nietzsche en 1978.

Ahora bien, ¿cómo surge la historia del caballo de Turín? En 1930, el etnólogo alemán Friedrich Podach publica Nietzsches Zusammenbruch, (El colapso de Nietzsche), en el que recoge la leyenda urbana que hemos mencionado, surgida al calor de la imaginación popular turinesa a partir de un episodio de demencia que el filósofo protagonizó en el famoso «escándalo público» que refiere Overbeck sin mayores detalles. Lo cierto es que los siguientes diez años, hasta su muerte en 1900, los pasaría Nietzsche preso de la locura y bajo los cuidados de su madre Franziska y de su hermana Elisabeth.

Muy al margen de que el episodio del caballo turinés carezca de documentación histórica que lo avale, la leyenda, en tanto que literatura oral, tiene un valor no solo etnológico, sino que se constituye en un testimonio del quehacer cultural popular de aquel Turín de principios del siglo XX. Como tal, es absolutamente válida en cuanto que motivo de creación artística y reflexión filosófica. Por consiguiente, me gustaría soltar al vuelo algunas cavilaciones.

Lo primero que salta a la vista es la confrontación entre razón y barbarie. El filósofo reprocha al cochero su cruel proceder y abraza a la víctima para susurrar a su oído el consuelo de la filosofía. Kundera, en La insoportable levedad del ser (1984), presume que pide perdón al caballo en nombre de toda la humanidad, algo poco probable en términos nietzscheanos, ya que Nietzsche consideraba a los monos demasiado buenos como para que pudiéramos descender de ellos. En todo caso, la leyenda pareciera resaltar el valor de la filosofía en tanto que auxilio de los oprimidos, pero subrayando que Nietzsche enristraba lanzas contra las convicciones, a las que tachaba de cárceles del entendimiento.

Parece claro que el autor colectivo del folklore turinés de aquellos tiempos no solo estimaba el papel de la filosofía como lazarillo de los proletarios, sino que se decantaba ya contra el maltrato animal. Sobre lo primero, si bien Nietzsche no veía con simpatía al proletariado, el pensamiento marxista ya había calado en las clases obreras, y de ello daba cuenta el cultor popular. Respecto de lo segundo, cabría recordar que para finales del s. XIX se hallaba incubada una sensibilidad popular en contra de la crueldad animal, dado que las sociedades protectoras de animales londinense (fundada en 1824) y francesa (creada en 1845) gozaban de gran influencia en Europa.

Sin embargo, me gustaría centrarme en otra cuestión de superior trascendencia reflexiva, la del filósofo que tras chocar con la barbarie deviene en demente y guarda silencio durante diez años. Otros filósofos hicieron mutis por prolongados períodos —quizás el de mayor relieve sea Wittgenstein—, pero la mudez de Nietzsche es trágica porque en su obra rindió especial pleitesía al silencio como forma de comunicación más honda y protectora de la razón, que ahora había perdido…

Aquel hombre que afirmaba que «en la locura siempre hay algo de razón», quizás guardó la suficiente para no escribir ni hablar más, convencido de que sería «el camino a lo grandioso», una grandeza que la historia le regatearía en no pocas ocasiones, y que su hermana Elisabeth se encargaría de enlodar no solo al intervenir la obra final de su hermano con interpolaciones, sino al vincular el Archivo Nietzsche con el nazismo.

Hay algo enternecedor en el desenlace de la leyenda turinesa. Aquel hombre abrazado al cuello del caballo, con lágrimas y musitando quién sabe qué al oído del animal, era el que habría de hundirse en su ocaso la década siguiente, justo el tipo de persona al que Nietzsche amaba porque sabía cómo pasar al otro lado. El folklore turinés de principios del siglo XX trató con más mimo y supo dar un mejor final nihilista al legendario filósofo alemán que Tarr en su filme y Kundera en su novela.

Esclarecer la simbología del caballo, tan vasta como diversa, complica la comprensión del inconsciente colectivo de aquel cultor popular que desarrolló la leyenda de El caballo de Turín. En general, el equino simboliza la civilización, la libertad y la fuerza —sometidas por la crueldad del cochero—, pero hay algo incluso escalofriante por la frase que la tradición folklórica pone en labios de Nietzsche: según Cirlot, para Jung el caballo simboliza la «madre en nosotros», la intuición del inconsciente. Visto así, la conseja popular reconcilió al recalcitrante nihilista consigo mismo… ya no había motivos para seguir haciendo de sí un campo de batalla. Ahora, y al fin, podía ser un hombre… más allá del bien y del mal.

@JeronimoAlayón

Noticias Relacionadas

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional