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Navidad en octubre

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En una movida que parecería surrealista en cualquier otro país, Nicolás Maduro ha decidido adelantar las festividades navideñas a octubre en Venezuela. A primera vista, podría parecer un gesto inofensivo, quizás una iniciativa cultural para elevar los ánimos de un país en crisis. Sin embargo, detrás de esta aparente muestra de «generosidad» se esconde una compleja estrategia política. Aplicando la teoría de juegos y el modelo de Bruce Bueno de Mesquita, podemos analizar esta jugada como parte de un esfuerzo desesperado del régimen por mantener el control en medio de la gran derrota electoral, ilegitimidad y la presión internacional.

El juego de la distracción

La maniobra de Maduro es un clásico caso de manipulación simbólica para desviar la atención de los problemas reales. Al adelantar las festividades navideñas, intenta desviar el foco de la crisis económica y política que sufre el país hacia un ambiente de «celebración». El mensaje es claro: “Olvidemos por un momento el golpe de Estado a la soberanía popular, los bajos salarios y la ilegitimidad de mi gobierno, y celebremos la Navidad adelantada”.

Este es un ejemplo de una competencia suma cero, en el que el gobierno busca controlar la narrativa, mientras que la oposición y los críticos intentan mantener la atención en los problemas estructurales del país. Cada vez que Maduro logra distraer al pueblo, gana terreno en la narrativa, pero a costa de profundizar la desconexión entre la realidad percibida por el régimen y la vivida por los ciudadanos. En un país donde las luces, los villancicos y gaitas no pueden ocultar la pobreza extrema, la maniobra de Maduro puede ser vista como un intento desesperado de distraer a una población cansada, hambrienta y mayoritariamente opositora.

La coalición ganadora

Si aplicamos el modelo de Bruce Bueno de Mesquita, que se enfoca en cómo los líderes políticos toman decisiones para mantenerse en el poder, esta maniobra de Maduro adquiere mayor profundidad. Según este modelo, los lideres dependen de una coalición ganadora para mantener el control. En el caso de Maduro, esta coalición está compuesta por sectores clave como la cúpula de las Fuerzas Armadas, autoridades gubernamentales y algunos grupos empresariales afines al régimen.

El adelanto de la Navidad no está diseñado para beneficiar directamente a la población general, sino para reforzar la lealtad de esta coalición ganadora. En un país donde los recursos escasean, el régimen debe seguir proporcionando beneficios privados a estos actores clave. Bonos navideños anticipados, aguinaldos y otras medidas simbólicas pueden mantener la percepción de que el régimen todavía tiene capacidad de «entregar algo» para aumentar la demanda. Así, aunque la mayoría de los venezolanos no podrán disfrutar de una Navidad real debido a la crisis económica, la coalición ganadora, aquellos que mantienen a Maduro en el poder, sí recibirán algún beneficio.

El modelo de Bueno de Mesquita sugiere que los líderes se enfocan en asegurar los intereses de un pequeño grupo que garantiza su supervivencia política. El resto de la población recibe solo beneficios simbólicos o, como en este caso, una ilusión de felicidad que no cambia la realidad estructural del país.

¿Una estrategia inestable?

Sin embargo, esta estrategia basada en distracción y manipulación simbólica es altamente inestable. El liderazgo de Maduro es frágil: debe satisfacer a su coalición ganadora mientras controla la narrativa pública. Pero esta táctica tiene un límite. Si el régimen no puede proporcionar beneficios tangibles a su coalición, el riesgo de deserción aumenta. La cúpula de las fuerzas armadas, por ejemplo, pueden seguir siendo leales mientras reciban recompensas adecuadas, pero ¿qué pasará cuando los recursos para comprar su lealtad se agoten?

En este sentido, el adelanto de la Navidad es solo otra táctica temporal que no aborda los problemas subyacentes. La crisis económica, la pobreza extrema y la inflación siguen siendo las realidades que enfrenta la mayoría de los venezolanos. Si bien esta jugada puede ofrecer un respiro temporal, en el largo plazo podría volverse contra Maduro. La población es cada vez más consciente de las estrategias de distracción del régimen y, por ende, la presión social continúa aumentando.

Eventualmente, las luces y bambalinas navideñas no serán suficientes para ocultar la verdadera magnitud de la crisis.

¿Fin de la jugada?

En este juego de poder, Maduro apuesta a que podrá seguir manipulando a la opinión pública y manteniendo a su coalición ganadora satisfecha. Pero, la estabilidad de un régimen autoritario depende de la capacidad de seguir proporcionando recursos.

Cuando esos recursos escasean y la coalición ganadora percibe que el costo de mantener a Maduro en el poder supera los beneficios, buscan alternativas. En ese momento, el régimen enfrenta una verdadera crisis de legitimidad, no solo ante la comunidad internacional, sino también dentro de sus propias filas.

Mientras tanto, la estrategia de adelantar la Navidad refleja la debilidad creciente de un régimen que ya no tiene soluciones reales para los problemas del país. Es solo otra jugada en un tablero donde cada vez hay menos movimientos posibles. Y aunque hoy Maduro crea que puede controlar la narrativa con luces, gaitas y villancicos; la verdad es que el tiempo para resolver la crisis real se está agotando.

Conclusión

La Navidad en octubre es más que un simple capricho; es una jugada política calculada para manipular las percepciones y mantener el poder en un país al borde del colapso. Sin embargo, esta estrategia está destinada a fracasar si no puede mantener satisfecha a su coalición ganadora. Los venezolanos ya han demostrado una notable capacidad de resistencia y las luces navideñas no serán suficientes para disipar las sombras de una crisis que, tarde o temprano, exigirá respuestas reales.

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