Por Juan José “Pepe” Cárdenas (*)
Nada… busco y busco en todos estos acrónimos que la burocracia local ha inventado, y nada. Si acaso, encuentro apenas algún dato en fuentes alternativas, pero todas ellas desactualizadas, mientras que las internas, las oficiales, parcamente brindan cifras globales de producción, pero ningún desglose por especie, o por zona, o por arte, o por tipo de flota; ningún índice, ninguna referencia ponderada que nos oriente sobre la evolución de los rendimientos o sobre el estado de los recursos y ambientes explotados… Nada; pues nada es, para efectos de una gestión eficiente, contar solo con un dato aislado y extemporáneo que de nada sirve para describir realidades ecológicas, y, de allí, pretender generar ajustes juiciosos sobre las normas y providencias a fin de regular las actividades pesqueras en favor de la viabilidad y la sostenibilidad de este servicio ecosistémico.
Y, sin embargo, las redes, las sociales, y sus cuentas estatales esas sí están repletas de anuncios de distribución de 1 millón de kilos por aquí, un par de millones por allá, como medidas efectivas para contrarrestar la especulación capitalista y alimentar eficientemente al pueblo (ese pueblo cuyos niños sufren de desnutrición crónica y aguda en una proporción de 30%). Millones, sustantivo que pretende denotar cantidades enormes, pero que al dividirlo entre mil, nos revela que la producción total del país el año pasado fue solo de 240.000 toneladas de pescado (Ministerio de Pesca dixit, en medio de otras noticias de caravanas, ferias, fiestas patrias y, ahora, gasolina regalada para ciertos pescadores… ¿por qué no a todos? ¿Por qué, mejor, no desechar estas medidas populistas insostenibles?). 240 millones de kilos, cifra que, incluso aceptando su veracidad y precisión, es muy inferior al requerimiento nacional estimado por el Instituto Nacional de Nutrición, que ya para 2018 era de cerca de 500.000 toneladas. Anuncios que se repiten y repiten recurriendo a la palabra de moda para describir la gestión del ente rector de la actividad pesquera y de acuicultura: «sobrecumplimiento». Así, los responsables del sector se han regodeado propalando que «…en 2021 hemos logrado un sobrecumplimiento de 118%…». ¿Qué querrá decir esto de un sobrecumplimiento de 118%? Dos alternativas: que se duplicó la meta y un poquito más (sentido literal), o que se produjo 18% más de lo esperado (sentido que supongo el pretendido).
De cualquier modo, tratándose de pesca (y de acuicultura y cualquier actividad que se sirva de uno o varios servicios ecosistémicos), el éxito no puede ni debe medirse en simples términos de incremento de captura o producción. Según hemos explicado en artículos anteriores, ciertos incrementos pueden ser incluso perniciosos si no ocurren dentro de un esquema integral de aseguramiento de la calidad ambiental, y, sobre todo, que no es lo mismo pero es igual, del mantenimiento de la biodiversidad, en tanto que resguardo de la integridad de las comunidades naturales y las interacciones entre sus componentes. Pero, más allá de esto, valiéndonos por un instante de la ‘captura total’ como único indicador de gestión, para mí el verdadero «sobrecumplimiento» es haber logrado una tal cifra, a pesar de: la escasez crónica de combustible; la proliferación de artes de pesca de altísimo impacto, además, en áreas del margen marinocostero muy sensibles donde ha ocurrido degradación ambiental profunda y sostenida (e. g. derrames petroleros permanentes en el Golfo Triste, Golfo de Venezuela, Lago de Maracaibo); el robo de motores e insumos, la piratería mar afuera…
Por ahora, además de este «logro», nos queda la promesa del nuevo ministro, @OlgaLuisaF, de desarrollar el plan #LlegóElPescadoNETS, cuyos ocho pilares (disponibilidad, puertos y lonjas, instalaciones de refrigeración, procesamiento y agregación de valor, faenas seguras…) era precisamente lo que teníamos hace no mucho tiempo atrás.
En todo caso, donde sí podemos hablar de sobrecumplimiento con creces es en el uso de ese bendito y «pretencioso adanismo» que hace que el pasado no exista y que, cada tanto, haya que empezar todo de nuevo… Pobre Adán… pobre Sísifo.
P.S: Un par de días después de haber escrito el texto anterior, la Sra. Olga Figueroa fue reemplazada por el ¿sexto, séptimo? ministro desde la creación del ministerio en 2016… he aquí, finalmente, un índice: 1,2 ministro/año…
(*) Oceanógrafo. Más de 30 años de experiencia. Consultor libre asociado a Intecmar-USB y a Interalianza Consultores (Comunicaciones Estratégicas). https://pescandoelcambiove.blogspot.com/
Ambiente: Situación y retos es coordinado por Pablo Kaplún Hirsz