Por Pablo Kaplún, asesor ambiental de Geografía Viva
El pasado 20 de septiembre, millones de estudiantes de todos los continentes se ausentaron de las clases por una buena causa: llamar la atención de los gobiernos sobre los efectos del cambio climático y exigir el fin del uso de los combustibles fósiles.
Esta manifestación global fue convocada con motivo de la Cumbre por el Cambio Climático que se está desarrollando desde hoy, 23 de septiembre, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York y que reunirá a los principales líderes mundiales.
Las consecuencias del cambio climático son visibles desde hace años: temperaturas más altas durante todo el año, la desaparición de especies animales, el deshielo de los polos y los glaciares… sin embargo, los gobiernos siguen sin tomar las medidas necesarias para frenar esta catástrofe que se avecina.
Ante la falta de respuestas de los políticos, jóvenes estudiantes de primaria y secundaria han decidido pasar a la acción: desde hace meses, cada viernes organizan huelgas por el clima para llamar la atención sobre el problema.
La pionera de estas propuestas es Greta Thunberg, una adolescente que empezó a manifestarse frente al Parlamento sueco durante el verano más caluroso de la historia de Suecia, que fue el del año pasado.
Lo que hasta ahora acabamos de exponer corresponde a un apretado resumen de un reporte del periódico La Vanguardia de un acontecimiento de proporciones colosales –en algunos países– liderado por adolescentes. La nueva generación, basada en los muy serios informes científicos del IPCC (el comité de calificados expertos reconocidos por la ONU, por sus siglas en inglés), se preocupa y moviliza con fuerza presionando para tratar de que los adultos de hoy no les dejemos un mundo invivible en un plazo para el que solo faltan entre 11 y 30 años, según el ya citado IPCC.
No es nuevo que jóvenes lideren procesos de denuncia de este calibre. Ya en la Conferencia Mundial de Río de Janeiro en 1992, los jóvenes empezaron a conmover al mundo con intervenciones ante centenares de líderes mundiales exigiendo acciones concretas. En Venezuela, también tuvimos entre 1996 y 2008 jóvenes lanzando potentes denuncias y solicitudes ante organismos de los poderes Legislativo y Ejecutivo, los cuales todavía parecían tener algo de funcionalidad. Pero lo que hoy acontece internacionalmente es mucho más fuerte: así como hubo un famoso Mayo de 1968 en el que la juventud universitaria de muchos países marcó un antes y un después en lo que a movilizaciones por ideologías se refería, hoy la nueva generación, aún imberbe, actúa con justificada desesperación, ante la irresponsabilidad e incapacidad de una generación de adultos encargada de la gestión del mundo de hoy, que no toma medidas verdaderamente contundentes para no llegar al despeñadero; más bien, todo lo contario, empuja con fuerza para que caigamos en él.
En Venezuela, pese a sonoras palabras incluidas en documentos a los que le han asignado valor de ley quienes, en la práctica, ejercen el Poder Ejecutivo en el país, como el llamado Plan de la Patria, tampoco se toman medidas favorables para el ambiente, más bien se avanza en forma más implacable que en otras geografías, hacia la destrucción de los ecosistemas con una extensión descomunal del extrativismo minero y un colapso generalizado de los servicios ambientales (acceso al agua potable, acceso a un ambiente limpio sano y seguro). Sin embargo, las organizaciones ambientalistas de la muy debilitada sociedad civil venezolana pocas acciones están pudiendo concretar para encadenarse con el activismo mundial de estos días. Lo que más han logrado es movilizarse asertivamente mediante manejo de redes sociales, lo cual es ya todo un logro en un país con escaso acceso a Internet y algunas pocas concentraciones valientes, pero que no se notan mucho.
Pese a todo, los jóvenes de Venezuela, al igual que sus coetáneos de medio mundo, no estarán en las aulas. Es cierto que a una parte de ellos aún no les corresponde asistir porque están de vacaciones, pero los que en teoría no lo están, igualmente presentarán un ausentismo escolar aproximado en 60%, debido a que los estudiantes no consiguen transporte o no lo pueden pagar, sus profesores abandonaron sus puestos de trabajo para emigrar, las familias están desestructuradas porque en cada una de ellas también partieron a otras tierras los responsables directos de esos niños y fallan servicios básicos de comedor e infraestructura escolar. Panorama similar pasa con los universitarios. En fin, que nuestros jóvenes se encuentran en esta fecha en lo que se conoce como “clímax de huelga técnica”. Una huelga reforzada por unas sanciones internacionales, pero comenzada notoriamente antes de que ellas se decretaran
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