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Mirar con anteojos de oso

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Por  Dr. Pablo Kaplún Hirsz

Dedicado a Edgar Yerena, ecologista modélico venezolano (*)

Casi nadie sabe que en Venezuela hay osos, incluidos muchos venezolanos.

Se trata del oso frontino,  conocido como oso de anteojos y también como jukumari.

Y los que los que han escuchado hablar de nuestra rareza lo consideran extinguido o dan por sentado que es imposible verlo en su hábitat histórico, las selvas nubladas de los Andes. Unos cuantos consideran buena esta virtual desaparición pues cuando existían asediaban el ganado, se metían a comer comidas por algunos guardada o incluso preparada…eran un problema y la “sabiduría” humana había resuelto tal asunto, a pesar que los decretos de protección de amplias alturas andinas como parques nacionales, en teoría se habían erigido para preservar aquello.

Pero hete aquí que estos señores y señoras osas se les ha ocurrido aparecer en estos días por los lados entre los límites de Trujillo, Barinas y Mérida, estados venezolanos todos con alturas andinas en áreas incluso no decretadas como de protección… Esto es lo dicho por la agencia RT con detalladas pruebas científicas de investigadores venezolanos que pacientemente les tendieron “cámaras trampa”; gente muy rara estos científicos, no los quieren cazar, solo fotografiar y aprender de ellos.

En los Andes venezolanos estos años han sido unos de gran presión antrópica sobre muchos de los ecosistemas que allí existen: miles de habitantes suben a las sierras a buscar leña en hogares donde falla el abastecimiento de electricidad y de gas doméstico. También la gente procura conseguir en la montaña comida para sus casas, donde no abundan las proteínas.

Pero no: una manada de osos se les ocurrió aparecer, son 14 por lo menos los avistados o documentados. Por allí andan, no representan peligro alguno para nadie. Miran la montaña como ellos saben, toman de ella estrictamente lo que necesitan.

Los investigadores no la tienen fácil: para movilizarse necesitan gasolina que no consiguen y recursos de todo tipo que en sus universidades no hay; el Estado venezolano atraviesa una situación de quiebra técnica.

Una mirada inocente, pero a la vez desafiante, la de estos osos. “Estamos aquí y no es nuestro plan desaparecer; este lugar es nuestro”, se lee en sus ojos bordeados de una mancha con forma de gafas, lentes o anteojos, según se dice en las diferentes modalidades del castellano de distintas latitudes.

La naturaleza es más resiliente de lo que imaginamos: si le dan golpes responde, resiste, se reinventa. Efectivamente, la capacidad humana para perseguir, acorralar y matar existe, es una máquina voraz solo controlable cuando las sociedades logran aquello que se conoce como conciencia ambiental y espacial. Recientemente, se ha avanzado notoriamente en cuantificar ese daño y precisar de qué se trata el ecocidio como delito.

Pero, aunque se insista en el arrase, lo que no tenemos los humanos es la capacidad de poner fin definitivo a un agente natural intrínseco por más que lo ataquemos. Alguno aparecerá aunque creamos haber sido efectivos para “liquidarlo”. El uso de anteojos en las sociedades humanas se asocia, por lo general, al de personas curtidas de sabiduría por la edad o por andar investigando…”ratones de biblioteca” se les llama a algunos. El sentimiento de libertad también debería incluirse en la lista de intangibles difíciles de aniquilar. En libertad están estos osos sabios desafiantes, no quieren enfrentar ni afectar a nadie, solo quieren existir. Resistencia y resiliencia, dos palabras con “r” muy de moda en algunas latitudes. En ciertas partes de América Latina esa letra se pronuncia con especial fuerza, tanta que los amigos ecologistas de estos osos han ido consiguiendo recursos mínimos para seguir con su proyecto adelante de protegerlos. En otras regiones de la extensa Nuestraamérica, “abrazo de oso” es equivalente de expresión máxima de capacidad de afecto. ¿Qué tal si nos ponemos todos a mirar la realidad como si tuviéramos anteojos de oso? no es algo especialmente difícil, es cuestión más que nada de tomar la decisión de hacerlo; lo demás, por difícil que parezca, viene añadido.

(*) Agradecimiento especial a Arturo Albarrán, cineasta documentalista venezolano.

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