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Memoria

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La aparición de pancartas en diez universidades del país con el mensaje “El poder es nuestro y somos millones” recuerda, quizás por la premura de pasar la página, que el asunto crucial de Venezuela sigue pendiente: cómo hacer valer la decisión de los votantes el 28 de julio pasado.

¿Se podrá lograr? ¿Se podrá seguir adelante y esperar que el país recupere algo de su vida perdida sin afrontar el necesario arreglo político que nos urge como sociedad?

La memoria es corta. Los días pasan sin atisbo de soluciones. Nada indica que la economía se recuperará, que habrá agua y luz en todos los hogares o en casi todos, que las escuelas estarán rebosantes de niños de lunes a viernes, en horario completo, con profesores de todas las asignaturas, con el programa de alimentación escolar como una rutina y no como una excepción, en fin…

Hace un año, por estos días de finales de marzo, avanzaba sigiloso el plan de adulterar el proceso electoral. El 25 de marzo del año 2024 fue bloqueada la candidatura de Corina Yoris, sin explicación alguna. Desde ese día hasta el 19 de abril, cuando se proclamó unitariamente la candidatura de Edmundo González Urrutia, se vivieron hora a hora jornadas de tensión en el ámbito opositor, a la espera de la división, del fracaso y divorcio de la ruta electoral y de la imposición anticipada del candidato oficialista. 

Lo que sucedió, sin embargo, fue la terca y lúcida participación en el proceso electoral hasta su culminación el día de las votaciones con la victoria por tanto tiempo ansiada y luchada. El CNE no contó los votos. no mostró un acta siquiera donde Maduro hubiera ganado y lo proclamó presidente. Habían perdido, más claro que nunca antes, el poder conferido por la gente, pero se lo arrebataron de mala manera. 

Maduro es un presidente ilegítimo para el mundo democrático, pero sigue en Miraflores. El régimen le exige al gobierno de la República Cooperativa de Guyana, por intermedio de la vicepresidenta Delcy Rodríguez, que se siente “de inmediato” en la mesa de negociaciones, mientras ha cortado desde octubre de 2023, cuando se firmó el Acuerdo de Barbados, cualquier tipo de acercamiento con la oposición democrática y mayoritaria de Venezuela. Es la doble cara de siempre: la que viola los derechos humanos en el país, pero pone el grito en el cielo porque Donald Trump lo hace. Desafortunadamente, la exclusividad de acciones de los Estados, el de aquí, el de más allá, contra la ley y la decencia parece más una regla global que un accidente. El mundo es cada día más alérgico a la democracia.

La llama hay que mantenerla viva aunque soplen estos vientos, como han hecho los estudiantes de la mayoría de las universidades del país en lo que va de año. Hay que redoblar el esfuerzo en condiciones aún más complejas, porque la represión ha sido y es muy dura. El liderazgo, el más grande y el más pequeño, está obligado a idear nuevas formas para la participación política, para conquistar ese poder que se ganó y se reclama. Para proponer un plan y rescatar el país, hacerlo mucho mejor que lo que es y darle espacio en él a todos los venezolanos, y venezolanas, sin distingo alguno. 

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