En 1921 José Ortega y Gasset publicó un trascendente libro, una disección de España, ese misterioso país que tanto nos afecta. Sabiamente lo llamó España invertebrada, lo cual más o menos significaría que era una sociedad sin las vértebras imprescindible para permanecer unidos para acatar y asumir verdades históricas que funjan como pegamentos a una realidad común. Allí explica ese fenómeno que licua la sangre, el particularismo. Una manera de vivir. “La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás”. Un fenómeno que nos conmueve y nos lleva a preguntar qué mueve a los catalanes a buscar separarse, a los vascos a creerse distintos, como si no fuesen hermanos de los andaluces o como si la magnífica Madrid no fuese su ciudad capital. La invertebración llega al extremo de que algunas formas embisten contra la realidad, difícil entender que España sea gobernada por un hombre que nunca ha sido elegido por los ciudadanos. La pregunta ¿cómo es posible tal acontecimiento? Si hicieran una encuesta hoy para elegir al personaje más odiado por los españoles, seguramente este “Sánchez” arrasaría.
Sin embargo, como todo lo malo y perverso arrastra partículas de lo contrario, hoy los españoles están de acuerdo, reconocen que tienen el peor gobernante que alguna vez hayan tenido. ¡Olé, bravo! al fin las vértebras emergen para derrotar la mentira, España se levanta con la voz de Isabel Díaz Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo.
Cruzando los océanos y arribando a Venezuela vemos que el ser invertebrado era algo que se transmitía genéticamente. Venezuela invertebrada surgía como un trozo de territorio y gentes plenos de contradicciones. Dotada por fuerza divina al concedernos riquezas naturales sublimes como Guayana. Asumimos que en lugar de ser un país de ciudadanos dueños de su destino éramos “un país petrolero”, con los recursos que manaban del subsuelo podíamos comprar todo, sin producir casi nada, pero que amargamente nos era imposible derrotar la pobreza que condenaba a las mayorías. El panorama de las grandes ciudades era una fotografía de núcleos modernos rodeados de masas humanas que huían del abandono, era el olvido de la ruralidad. Si podíamos comprar los alimentos fuera era innecesaria la población en el campo. El diagnóstico era que el mundo rural estaba condenado a desaparecer. Peor aún, eran unas masas humanas sin dolientes. El barril de petróleo podía valer mucho o poco pero igual en el mundo rural, no pasaba nada. A pesar de que las cifras indoblegables continuaban diciendo que en 17 de los 23 estados del país solo existían algunas débiles iniciativas no petroleras y estas eran ligadas a la agricultura, la ganadería y a la resistencia de sectores campesinos que continuaban en su infatigable labor.
Hábilmente, los encuestadores de Meganálisis resaltan puntos de identificación, no es novedad que el venezolano es adicto a las arepas, que su fuente principal de información se realiza a través de las redes libres, los teléfonos inteligentes en una mayoría del 76%. También que no fuimos engañados por el adelanto de las navidades, delirios del régimen para imponer una realidad distinta.
La solidaridad de los venezolanos que han emigrado es notable, cerca de 40% de los hogares subsisten con base en los aportes y la protección de los miembros de las familias en el exterior.
Pero, también surge, se manifiesta, el miedo, el temor a las represalias, las respuestas son sopesadas cuidadosamente. 97 % los entrevistados por Meganálisis considera ineficientes la prestación de servicios públicos, reconocen que la corrupción se atraviesa como un fenómeno que destruye el país. No creen en el diálogo porque la percepción del fraude prevalece. Si no se reconocen los resultados electorales es imposible creer en el diálogo, cerca de 70% desconoce las posibilidades de diálogo si la verdad de los resultados electorales no es reconocida. El chavismo llega un nivel de aprobación de sólo 10%.
Estas respuestas, cuidadosas pero sinceras, hablan del país que emerge después de la euforia del chavismo, cuando se creía que el tema principal era asaltar los grupos que habían logrado éxito económico, expropiar a los que habían fundado empresas, robar los bienes y la libertad de los sectores que por sus capacidades y voluntad empresarial habían logrado éxitos en su vida económica.
Hoy podemos hablar de un país distinto, nadie apuesta a la venganza de unos sectores sobre otros. Dejaron de creer que la pobreza era un producto de la explotación del trabajador. La corrupción con los recursos derivados de la economía petrolera es una verdad plenamente aceptada.
Quizás una de las respuestas más esclarecedoras sobre la visión que tienen las amplias mayorías del país es la noción de que las posibilidades de diálogo son imposibles si se desconocen los resultados de la participación mayoritaria de los venezolanos el 28 de julio. La búsqueda de la verdad, el reconocimiento de las realidades surge como una evidencia del pensamiento ciudadano hoy a pesar de los temores, el venezolano mayoritariamente exige que los resultados de su participación electoral sean reconocidos, es una solicitud de respeto. El diálogo entre partes al margen del reconocimiento de la voluntad popular no es una salida, es por el contrario calificada como una pirueta tramposa que niega la realidad y una burla cruel.
El viraje del voto popular se impuso de una manera sorpresiva para el gobierno como un hecho consumado, sorpresivo para quienes se calificaban de expertos electorales. Tal como hemos repetido: el acontecimiento más relevante derivado de los comicios del 28 de julio ha sido el viraje 180° del voto popular. Los porcentajes 70 a 30 solo han podido ser expresión de un profundo cambio en la conciencia política de los sectores más pobres y mayoritarios, dada la violenta disminución de clase media, al convertirse en un bastión diezmado por el éxodo del personal más calificado en busca de oportunidades de trabajo, médicos, ingenieros, economistas, expertos petroleros, académicos. Al punto de que en Estados Unidos se reconoce la inmigración venezolana como la poseedora del más alto nivel de calificación profesional recibida por ese país en la última década. Si la clase media se encogió brutalmente, la conclusión es que solo con altísima participación de los sectores populares se logró alcanzar un porcentaje de participación del 70% por parte de la oposición en esa contienda electoral.
Este cambio en el voto popular es respaldado por una población que declara no creer en el diálogo si antes no hay un reconocimiento de la esencia de su voluntad expresada en el último encuentro electoral. Se puede analizar como una actitud plena de sabiduría política, niegan la posibilidad de resolución del diálogo si no es reconocida la genuina expresión de la voluntad popular. Es no aceptar una relación con un ente que desconoce cuál es tu voluntad o aspiración, es una realidad que se impone como producto de una nueva posición ética. La pregunta que quizás albergan los ciudadanos en sus mentes y corazones: ¿es posible dialogar con quien desconoce mis más legítimas aspiraciones? No se trata de primitivismo de las posiciones políticas, lo podríamos calificar como una petición de honestidad y transparencia que comienza por reconocer la voluntad mayoritaria y aplastante del oponente, el contrario o quizás podríamos decir más claramente, del venezolano de hoy.
Si realizamos una sumatoria de las expresiones contenidas en la última encuesta de Meganálisis podríamos declarar o reconocer que las vértebras que podrían unir a los venezolanos en su aspiración de libertad y democracia comienzan a aparecer. En una situación muy peculiar basada en la fuerza de los valores y de la búsqueda de la verdad que anima fundamentalmente a los sectores populares. No han sido las élites mas poderosas las que han entrado en la senda de construir una Venezuela vertebrada, son fundamentalmente los sectores populares, quizás aquellos que no han tenido privilegios en sus proyectos de vida, pero que hoy se manifiestan como un país que se identifica no solo por lo que come sino por lo que ha entendido en su razón política y asume desde la nobleza de su corazón que rechaza la corrupción, la mentira, las trampas, el doblegamiento de la verdad por la mentira.
Y quizás lo más importante, ser honesto aun experimentando el miedo, el temor a la represalia, un sentimiento que ha nacido fuerte cuando se enfrenta el ataque a los jóvenes, a los disidentes que han coadyuvado al logro electoral del 28J. Es claro que el gobierno en lugar de ocultar esta forma de represión a la juventud se interesa en difundirlo como fórmula para sembrar el temor y la paralización de la rebeldía juvenil.
Es como declarar, sí tenemos miedo, pero no somos cobardes. Allí están las madres en las puertas de las prisiones haciendo guardia permanente por sus hijos, los que participaron como nobles ciudadanos en búsqueda del cambio anhelado por todos. Es invalorable el salto ético político de los venezolanos expresada en esta valiosa encuesta de Meganálisis. Empezamos a reconocernos como un pueblo que merece la oportunidad histórica de vivir en libertad, de buscar la verdad sin subterfugios ni concesiones, reconocer que podemos tener miedo porque la fuerza represiva está armada y no se construyen viviendas sino prisiones. Pero cuando las vértebras del espíritu democrático brotan, cuando la conciencia de que no puedo dialogar si no me respetas se impone, no como primitivismo político sino como exigencia moral estamos dando un salto hacia un futuro indetenible donde se imponga la democracia y la libertad.
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