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Matar al cartero

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No nos habría sido posible conquistar el poder y utilizarlo como lo hemos hecho sin la radio. La radio es el intermediario más influyente e importante entre un movimiento espiritual y la nación, entre la idea y el pueblo”. (Joseph Goebbels)

Corría el año 1933 cuando Joseph Goebbels, un doctor en Filología Germánica por la Universidad de Heidelberg, con el sueño personal de ser escritor, como expresó en repetidas ocasiones en su diario personal, fue promocionado por el Tercer Reich al cargo de ministro para la Ilustración Pública y Propaganda. Conocido, entre otras cosas, por su talento como orador y su profundo antisemitismo, Hitler encontró en él la pieza que complementaba aquello que él quería poner en juego, pero no era capaz por su profunda mediocridad. Hitler, cuyos comienzos en la propaganda nazi le llevaron a ser lo que llamaban “agitador de taberna”, era muy consciente de que para llevar a cabo su proyecto, necesitaba convencer al pueblo alemán no solo de la necesidad y legitimidad de sus acciones, sino de que esta era la única vía para sacar adelante a una Alemania económicamente debilitada por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

Por ponernos un poco en situación, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, conocido popularmente como partido Nazi, se fundó en el año 1920, como continuador del antiguo Partido Obrero Alemán, surgido de las bases de los Freikorps, a su vez creados para combatir los levantamientos comunistas  que se produjeron al término de la Primera Guerra Mundial.

Si hay algo que tanto Hitler como Goebbels tuvieron claro desde un primer momento fue la necesidad de moldear la opinión del pueblo, no solo hasta el punto de obtener su beneplácito, sino hasta llegar a convencerles de que pensaban lo mismo que ellos, hasta crear una unanimidad de pensamiento antisemita que permitiese actuar con total impunidad. Para todo ello, Goebbels orquestó sus 11 principios de la propaganda nazi. 

Hoy, en plenos años veinte del siglo XXI, un siglo más tarde de los acontecimientos acaecidos durante el Tercer Reich, la vigencia de estos principios en la ideología socialista está siendo ratificada por los acontecimientos, en esta España próxima al colapso democrático. Este gobierno socialista está aplicando al pie de la letra los preceptos de Goebbels, para llegar a la misma meta a la que llegó Adolf Hitler, liquidando las instituciones democráticas de la República de Weimar, a través del Decreto del incendio del Reichstag y la Ley Habilitante de 1933, logrando maquillar su totalitarismo con una apariencia de legalidad formal.

1. Principio de simplificación y del enemigo único.Adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario en un único enemigo”.

Desde la llegada al poder de Pedro Sánchez, bajo la doctrina iniciada por Rodríguez Zapatero, el objetivo claro del partido socialista y de su gobierno ha sido exacerbar la polarización, volviendo al concepto “dos Españas” que habíamos logrado dejar atrás en la transición. El objetivo es claro; o estás conmigo o estás en mi contra. Todo aquel que no comulga con la doctrina oficial es el enemigo y hay que eliminarlo, ideológicamente o como sea necesario.

2. Principio del método de contagio. “Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en suma individualizada”.

Básicamente, una continuidad del primer principio. Todo el que no está conmigo, está en mi contra. Meter en el mismo cesto al Partido Popular, a Vox y a los medios no afines, englobándolos en lo que han dado en llamar “Ultraderecha”.

3. Principio de la transposición.Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

Una máxima para el gobierno socialista, que ha ido tapando sus numerosos casos de prevaricación y corrupción movilizando a sus medios afines para lanzar titulares en el momento preciso.

4. Principio de exageración y desfiguración.Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave”.

Noticias como la foto de Núñez Feijóo con un presunto narcotraficante, que se vuelven recurrentes cada vez que es necesario, para acallar otras tan graves como la llegada de Delcy Rodríguez a territorio español, teniendo prohibida la entrada en la Unión Europea, que el PSOE tacha de “bulo”.

5. Principio de vulgarización. Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

Nadie como nuestro actual gobierno ha hecho uso del eslogan con tanta eficacia y calado en sus votantes, a los cuales han mentido recurrentemente, incumpliendo sus promesas programáticas sin sufrir consecuencias electorales. 

6. Principio de orquestación. La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”.

El gobierno socialista ejecuta este precepto de una forma impecable. “La máquina del fango” o “la ultraderecha” pueden bastar como ejemplo.

7. Principio de renovación.Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda, el público ya esté interesado en otra cosa”.

8. Principio de verosimilitud. “Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias”.

Dos preceptos íntimamente ligados a la utilización de medios afines y periodistas adeptos, encargados de publicar, ya sea en medios o a través de las redes sociales, noticias sin contrastar a las que se otorga carácter de verdad por el receptor.

9. Principio de silenciación. Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines”.

10. Principio de transfusión. “Operar a partir de un estrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales”.

Ya Rodríguez Zapatero manifestó a Iñaki Gabilondo que les convenía que “hubiera tensión”. Zapatero fue el ideólogo de la resurrección del odio al vecino, en beneficio de los resultados electorales que no podía conseguir por su incompetencia.

11. Principio de unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente de que piensa como todo el mundo, creando impresión de unanimidad”.

Nunca en la historia reciente de nuestro país, España, se habían aplicado estos principios con tanto encono y con tanta fidelidad a la doctrina. Esto, unido al ataque constante a la independencia del poder judicial y el empeño en conseguir el dominio de los medios de comunicación, llegando a legislar en contra de la libertad de prensa, la madre de todas las libertades, puesto que la información crea conocimiento y el conocimiento crea opinión, solo puede dirigirnos a un final idéntico; a repetir la trayectoria que otros totalitarios, como Hitler o Maduro, han recorrido para subvertir la democracia y perpetuar la doctrina.

Así pues, en estos momentos aciagos en que el gobierno de Sánchez quiere dar el golpe definitivo a las libertades, les conmino a no dejarse amedrentar, a no dejarse engañar y a no dejar que les traten como un rebaño de ovejas, que es lo que el gobierno del PSOE pretende que sea la ciudadanía de este bendito país.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío.  Cuando vinieron a buscarme, no había nadie que pudiera protestar”. (Martin Niemöller)

@elvillano1970

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