Luego de arrojarse precipicio abajo hacia la ilegitimidad total, robándose de manera tan grotesca las elecciones a plena luz del día y pisoteando con ello la voluntad popular registrada en las actas de mesa conocidas por todos, el fascismo venezolano asume ahora la imposible tarea de encubrir semejante usurpación en una atmósfera de “normalidad”. Con pasmoso cinismo, Maduro anuncia nuevas políticas sociales, garantiza un período de “paz, prosperidad y democracia” e invita a los emigrados a retornar a tan maravilloso país. Pero, como nadie reconoce su mandato y desde afuera se critica abiertamente el fraude, él y los suyos responden, a su vez, lanzándoles improperios, cual guapos de barrio. El energúmeno del mazo emplaza al presidente de Colombia por haber exigido la liberación de Enrique Márquez y Torquemada Saab le conmina a meter sus narices en otro lado. ¡Invoca para ello una supuesta “democracia popular” en peligro! Al muchacho de mandado que han puesto de canciller le ordenan exigirle a Países Bajos, Francia e Italia reducir a sólo tres su personal diplomático en el país, por haber reprochado la farsa y apoyado al presidente electo, Edmundo González Urrutia. Y, en muestra inédita de desquiciamiento, ¡Maduro amenaza con invadir Puerto Rico con tropas de Brasil! A la par, continúan los secuestros y los arrestos arbitrarios, bajo las acusaciones más estrafalarias. Acaba de morir otro preso político en custodia, César Mayora.
A todas estas, Maduro nombra una comisión para emprender la reforma de la Constitución, como si tuviera un proyecto de país, y Jorge, el furibundo, prosigue su propósito de alterar el régimen electoral vigente con la anuencia de la franquicia de diputados alacranes, de forma de asegurar que nunca más la voluntad popular podrá poner en peligro, a través del voto, al poder “revolucionario”.
En fin, con su cara de tabla, los fascistas pretenden que aquí no ha pasado nada. Venezuela les pertenece. Hacen con ella lo que les da la gana. Nosotros a calárnoslo. Ni siquiera se permiten admitir que lo que ansían, consumar su golpe de Estado y lograr que el pueblo lo acepte, es incompatible.
Pero es que se lo impide la falsa realidad en la que se refugian, repotenciada ahora con el rescate de consignas trasnochadas del fondo de su baúl “revolucionario”. Desde ahí no pueden entender cómo salir del berenjenal en que se han metido. Y uno se pregunta ¿qué hay en la mente de estos señores? Claramente, el sectarismo y los resentimientos embrutecen. ¿Con qué va Maduro a financiar las nuevas políticas sociales que ofrece ante el inevitable empeoramiento de un país ya en ruinas y la suspensión de la licencia a Chevron, provocado por su arrebato dictatorial? Su reforma constitucional o bien es una balandronada para simular algún interés por el futuro de Venezuela y ganar tiempo para que la gente se olvide del atentado sufrido en su contra, o prepara una auténtica formalización de un Estado de expoliación, sin controles ni equilibrio de poderes, facultado para violar derechos humanos a discreción del déspota en ejercicio. Porque ese es el verdadero proyecto que los identifica. Y, ¿en qué cabeza cabe que estas y otras condiciones harán revertir el flujo migratorio incrementado con el fraude electoral y la subsecuente represión desatada contra la protesta?
Puede argumentarse que sus guapetonerías de malandro dibujan una fútil huida hacia adelante al no saber cómo reaccionar ante su debilitamiento evidente. Nunca han estado tan aislados y repudiados, sin credibilidad alguna y con tan escaso margen de acción económica por la probable salida de Chevron y demás empresas que producen petróleo en el país y el recrudecimiento de la inestabilidad cambiaria y de precios. Es la inevitable consecuencia de su afrenta. No van a poder “cuadrar el círculo” de robarle al pueblo su triunfo electoral y que éste acepte su nueva “normalidad”.
Hasta hace poco su resiliencia y capacidad para atornillarse al poder, no obstante los desastres provocados, descansaban en una combinación de terrorismo de Estado que intimidaba a la población e ilusiones que alimentaban prácticas populistas que se podían financiar con el desguace de los recursos del país. Ofertas “tente allá” al sector privado (reuniones de consulta), chantaje de los que no se sometían, desmantelamiento de instituciones para facilitar el enriquecimiento ilícito de factores de poder decisivos -léase alto mando militar, magistrados del tsj y bandas internacionales—, impunidad garantizada (y premiación) de los que cometen atropellos en nombre de la “revolución” y disimulos por doquier para engañar incautos, rendían sus frutos. Condimentado con un menjurje retórico que alegaba defender al pueblo combatiendo al “fascismo” (¡!), al terrorismo y al imperialismo, constituía una formidable maquinaria de control social que les permitía salirse con la suya.
Este aparataje fue perfeccionado durante décadas por el régimen despótico cubano. Presupone condiciones políticas en las que la población acepta, renuente, que no hay alternativa factible. ¡El desiderátum de la Historia que pregona el determinismo comunista! Tal trampa ideológica no admite pronunciamientos democráticos acerca de quiénes deben conducir el país. Pero en Venezuela, las elecciones del 28J, pese a las trampas, acosos de los órganos represivos del Estado y el “blackout” comunicativo del mensaje opositor, desbarató, definitivamente, la impostura “revolucionaria” detrás de la cual se amparaban Maduro y sus cómplices. Ya no hay excusa para sus fracasos notorios y reiterados en todos los planos: político, económico, social, ambiental e ideológico. Hoy nadie, salvo un grupúsculo sectario y quienes están en la paga del fascismo madurista, como el español Juan Carlos Monedero, le dan crédito a su profesión “izquierdosa”, “progresista”, de estar “salvando a la humanidad”. El pueblo venezolano se ha convencido a golpes de que el único futuro aceptable es la salida de Maduro. “Tanto va el cántaro al agua…”. Y su voluntad mayoritaria está más que clara por haber sido manifestada de manera pública y notoria en las urnas. Están los debidos respaldos.
De manera que el tenebroso aparataje de seguridad de Estado del fascismo criollo descansa sobre bases muy endebles. Con recursos cada vez más menguados, repudiado por la comunidad democrática internacional, aislado en la región y, sobre todo, frente a un pueblo que demostró su voluntad inquebrantable de conquistar su libertad y sus posibilidades de prosperidad futura, no hay forma de que el madurismo concilie su descarado robo electoral con una pretendida “normalidad”. Porque, además, su situación va a empeorar. Maduro, lejos de ser el pararrayos que toreaba los cuestionamientos provenientes de afuera, protegiendo así a su alianza con militares y funcionarios corruptos, se ha transformado ahora en imán para pesquisas que terminan exponiendo la naturaleza criminal del régimen. Invita a que le pongan las consecuentes sanciones en contra. Ya no hay excusas para no proseguir con las medidas de la Corte Penal Internacional, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, de las que imponen los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y de otros países.
Apoyar a un perdedor tan consistente como Maduro es lanzarse al agua con una piedra de tinajero al cuello. El núcleo fascista del cual es cabeza de proa, junto con Cabello, los hermanos Rodríguez, Tarek Saab, Padrino López y sus esbirros, descansa sobre un aparataje que es menester resquebrajar. Lejos de aminorar la demanda de que sea investido Edmundo González Urrutia como presidente con el fin de “explorar salidas negociadas con Maduro”, ahora es cuando hay que mantener firme este propósito. Bajo el liderazgo de María Corina Machado, fortalecido con la participación activa de los demás dirigentes democráticos, debe buscarse movilizar a los venezolanos ante la expectativa de elecciones regionales y para la AN, para que sea respetada la voluntad popular.
Ante el esperado deterioro del poder fascista, la pregunta es hasta dónde están dispuestos quienes integran su equipo de seguridad a acompañarlos. Con una recompensa de 25 millones de dólares por la entrega a Estados Unidos de Maduro y Cabello, 10 millones de dólares por Padrino y la disposición manifiesta de negociar el perdón a atropellos distintos a los crímenes de lesa humanidad, ¿por qué pelar ese boche?
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