Por Pablo Kaplún Hirz
Me llegan y me impactan imágenes enviadas por objetivos amigos haitianos sobre el terrible mal trato que están recibiendo en República Dominicana los haitianos que huyen de su país. Son lanzados de vehículos en movimiento o perseguidos y agredidos con motos en las calles, por nombrar simples ejemplos. ¡Es inadmisible, intolerable, merecen estos actos la más dura condena!
Si bien es difícil ganar a Venezuela en materia de tragedia humanitaria, la verdad es que en Haití siempre han estado y están peor. Competencias o comparaciones como esta ni son simpáticas ni resuelven nada, pero ante nuestros lectores debemos hacer algo así, dado que los venezolanos vivimos centrados en nuestra propia tragedia.
Pues bien, Haití es una pequeña porción de una isla de la cual, si bien queda muy cerca de Venezuela, no sabemos casi nada. Apenas tenemos idea de que allí no hablan español sino algo parecido al francés (creole), que el Libertador estuvo allí en horas dramáticas, que allí lo ayudaron y que es un país poblado por negros afrodescendientes y que, con frecuencia, la asolan huracanes y terremotos.
Haití es también un país casi sin bosque original porque los mismos fueron arrasados debido a que los nativos no tenían cómo cocinar al no poseer petróleo ni combustibles que no fuesen carbón vegetal. Es como si la situación de fallas en el servicio de gas se prolongara por décadas en Venezuela. Tanto es así que 98% de sus bosques han sido literalmente arrasados. La mayoría de los haitianos no tienen cómo quejarse de la mala calidad del servicio de luz; en Haití la mayoría de la población sencillamente no tiene electricidad en su casa ni servicio de agua.
En los últimos años en Haití ni siquiera se han realizado elecciones, ni transparentes ni fraudulentas; de ningún tipo. El país está en manos de unas bandas armadas que hacen con la población, a punta de terror, los que le viene en gana. Ante esta situación, en los últimos meses se ha pensado por parte de Estados Unidos la posibilidad de organizar una intervención armada en ese país. Si se produce, sería la enésima; es muy difícil llevar la cuenta de cuántas invasiones ha habido.
Pese a todo lo vivido, los haitianos no pueden ser calificados como un pueblo desorganizado. Tienen organizaciones propias -más allá de la existencia de un gobierno civil muy débil que en la práctica está al frente del poder institucional pero no gobierna en el país- que constituyen una fuerza viva en el territorio capaz de hacer lo que muchas instituciones de la ONU o la OEA no serían capaces de hacer.
Tengo el agrado de conocer algunas de ellas. Estuve varias semanas en Haití en 2018 y me mantengo en activo contacto con ese país. Por ejemplo, puedo citar a la Fundación Nouvelle Grand’ Anse y a la universidad de ese mismo nombre, las cuales operan en el sureste del país. Es admirable la labor que realizan tanto a nivel humanitario como en el campo educativo. Igualmente, podemos mencionar el Centre de Recherche d’Etude et de Formation (CREF), dirigido por el Jean Alfred Cherefant; el Centre de Recherche de Services et de Production Agricole, Crespa; ISES (Ingenierieaux Services de l’environnement et de la Société); el Centre de Resereches Integrées (CIR), Tap Tap Ayiti y ASNA (Association Socio Agricolepour une Nouvelle Alternance), todas de distintas partes de Haití.
Y así como estas se podrían citar otras. Consultadas todas sobre qué hacer en la difícil situación que enfrenta el país, nos han dicho que una intervención armada solo aumentaría el dolor y la tragedia local, que ya están hartos de que a sus mujeres las violen las tropas de la ONU que ya han intervenido en el pasado allí. He podido estar en foros con ellas y me han convencido de que si la ONU llamase a estas organizaciones y, en vez de pretender una invasión, pusiera ayuda en sus manos, seguramente se llegaría a ayudas y negociaciones vitales para el pueblo haitiano, las cuales, desde lejos, no podemos ni soñar. Invito a acercarse a las organizaciones que mencioné; seguramente podrían sugerir mejores opciones que la proyectada invasión.