La semana pasada nuestro artículo comentó acerca de la utilidad o no de la existencia de la Organización de Naciones Unidas que acababa de celebrar la 78 Asamblea General (https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/propuesta-de-referendum-para-preguntar-usted-ama-a-su-madre/). La conclusión fue que sí puede ser útil, aunque a veces no lo parezca. Tan solo días después el Consejo de Seguridad de la organización aprobó la Resolución 2699/2023 que crea una misión militar especial para Haití, destinada a restablecer el orden en ese país, aun cuando para ello se tenga que recurrir al uso de la fuerza.

Resulta interesante constatar que para lograr esa resolución se consiguió la votación favorable de trece de sus quince miembros. Se abstuvieron Rusia y China, cuyo veto -en su calidad de miembros permanentes del Consejo de Seguridad- hubiera bastado para matar la iniciativa.

El solo hecho de que se hubiese aprobado la misión revela la convicción de que asistir a Haití en el presente trance es percibido como útil y necesario, por encima de las posturas que en otras materias puedan tramitarse en dicho Consejo donde casi siempre media el veto de algún miembro permanente emitido según sea su criterio geopolítico y con poca o ninguna relación con la preservación de la paz internacional cuyo mantenimiento es la principal razón de ser de la ONU.

El hecho que aquí reseñamos presenta algunas aristas que de seguidas comentamos.

En primer lugar, vale la pena tomar nota en el sentido de que la intervención ordenada por la Resolución 2699 constituye un uso lícito de la fuerza  por parte de la comunidad internacional organizada según lo previsto en el Capítulo VII del Estatuto de la ONU. Tal afirmación es indiscutible, como lo revela el hecho de que no fue objetada por ninguno de los quince miembros del Consejo.

En segundo lugar, debe tenerse en cuenta que la misión que se crea ha sido requerida por el propio gobierno legal de Haití, que reconoce que ya no puede contener la violencia desatada en el país. Esa intervención ya venía siendo solicitada bilateralmente a Estados Unidos, que optó  por ignorar el pedimento motivado seguramente por la fracturada situación política interna de cara a las elecciones presidenciales de 2024 y seguramente también por la poco feliz experiencia vivida en anteriores intervenciones, incluyendo la que duró desde 1915 hasta 1934 y posteriores. Una apreciación realista nos demuestra que cada vez que Estados Unidos interviene es cierto que lo hace por su interés estratégico, pero también es cierto que cuando el terremoto de 2010 que asoló al país, fue la potencia del norte la  primera que acudió al socorro aportando todos los recursos requeridos y abriendo las puertas para recibir una inmigración que en el área de Florida ha influido en el cambio de cultura, de la oferta laboral y  el ingreso masivo  del idioma creole que al día de hoy es ya lengua oficial, junto con el inglés y español en Miami y zonas vecinas.

En tercer lugar -nos consta por haber estado allí- existen áreas, por ejemplo del aeropuerto de Port-au-Prince a la ciudad, que están a la merced de mafias y bandas que controlan la violencia, el narcotráfico, el secuestro, etc. El gobierno haitiano ha demostrado que no puede con ellos y pide ayuda. Los “hermanos latinoamericanos” expresan su solidaridad verbal, y otrora, alguno que otro aportó personal militar (Brasil, Argentina). Nadie puso medio, sus gastos fueron reembolsados por la ONU, siendo que además la invocación a la solidaridad regional y la “no intervención” sirvieron para anotarse con el discurso de la soberanía mientras dieron la espalda a las necesidades perentorias.

A la fecha, transcurrida una semana de la Resolución 2699, nadie salvo Estados Unidos, Canadá y Brasil han comprometido recurso alguno que no sea el apoyo verbal por el cual nuestra región es reconocida.

¿Dónde está  la Venezuela revolucionaria de hoy cuyo compromiso histórico con Haití proviene de la época en que el presidente Alexandre Pétion ofreció y suministró apoyo logístico al Libertador en el momento más oscuro de la lucha por la independencia (1816)?

En épocas de la denostada IV República Venezuela sí contribuyó activamente con la organización y establecimiento de un orden democrático en el período posterior a la dictadura de los Duvalier. Recordamos vívidamente nuestra visita en 1988 al recién inaugurado presidente democrático Leslie Manigat, a quien en nombre de nuestro gobierno ofrecimos la asistencia que fuera necesaria. Lamentablemente Manigat -que había vivido muchos de sus años de exilio en Venezuela- fue derrocado a los poco meses por el general Namphy, dando paso a una seguidilla de episodios y que finalmente logró estabilizarse con la elección democrática de Jean-Bertrand Aristide a finales de 1990, con el que nuestra Venezuela se jugó a fondo hasta que también fue depuesto.

Pero lo cierto es que hoy las circunstancias políticas y económicas de nuestra región proveen perfecta excusa para no ayudar sino con emotivas declaraciones, sin que sean acompañadas por un cheque a excepción de Chávez que -justo es reconocerlo- “se bajó de la mula” a través de Petrocaribe, cuando Venezuela estaba en condiciones de hacerlo. Hoy día la relación -si la hay- está cubierta de la mayor opacidad.

Haití, siendo el segundo país de América en declarar su independencia (1804), solo Estados Unidos lo había hecho antes ( 1776),  ha tenido que pasar por todas las tragedias que desde siempre marcaron su existencia. Es un país que no tiene un Estado  y al cual -por si fuera poco- la naturaleza castiga con frecuencia. Venezuela aún está bastante lejos de ese cuadro pero no deja de ser necesario estar conscientes de lo que ocurre en el vecindario.

 

@apsalgueiro1


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