Aunque usted no lo haya tenido presente, la semana pasada, en Nueva York, sesionó el pleno de la 78ª Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, lo cual en sí mismo representa un récord encomiable de persistencia.

Sin embargo, la percepción prevaleciente dentro del público en general es que toda aquella parafernalia no sirve para nada sino para consumir recursos y proveer viajes y buena vida a funcionarios y actores políticos que solo persiguen sus propias agendas. Opinamos que tal percepción no se ajusta a la realidad. Veamos.

Es como si se afirmara que el cinturón de seguridad y las bolsas de aire utilizadas en los automóviles no sirven para nada sino para molestar, siendo que usted nunca ha tenido un accidente que justificara la existencia de tales equipos. Jamás se valora el número de accidentes que han sido evitados ni la utilidad demostrada las pocas veces en que un desastre haya ocurrido.

Pues bien, desde  el año de su fundación (1945) la ONU ha intervenido con mayor o menor éxito en evitar conflictos entre países con consecuencias seguramente no deseables. Sin entrar a una enumeración, podemos afirmar que algunas veces la organización ha tenido que intervenir hasta con el uso de la fuerza militar para lograr los objetivos que la comunidad internacional estimó necesarios. Así ocurrió en ocasión de la guerra entre Corea del Norte y Corea del Sur (1950-1953), en Congo (1960), Libia (2011), etc. Son los mundialmente conocidos como “cascos azules”. Adicionalmente, han intervenido e intervienen en el mantenimiento de la paz en muchos países, para lo cual se requiere la autorización de su Consejo de Seguridad en cada caso, lo cual es complicado por el derecho a veto que se reservaron para sí los vencedores de la II Guerra Mundial (Estados Unidos, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) cuando se fundó la organización.

Durante la semana  del 19 al 23 de septiembre todos los países expusieron las líneas básicas de su política exterior y también la interna con respecto al tema central de la convocatoria que fue la evaluación de los logros obtenidos en las Metas de Desarrollo Sostenible convenidas colectivamente en 2015 que deben ser alcanzadas antes de 2030. Allí se escucharon verdades y mentiras, tanto en el tema climático como en  otros que cada quien consideró relevante.

Escuchamos a Petro reclamar (por segunda vez) el cese de la represión a la producción de cocaína. Mientras las “chimeneas del norte” contaminan el ambiente, dijo, prevalece la matriz de encarcelar injustamente a los campesinos de su país -y otros- dedicados a esa actividad. Escuchamos al salvadoreño Bukele afirmar con convencida soltura que la campaña de seguridad implementada con la encarcelación masiva, sin acusación previa ni garantía judicial alguna, de decenas de miles de ciudadanos de los que se presume -tal vez con razón- son miembros de bandas delincuenciales. El joven y carismático dictador se ufanó al expresar que con esas medidas había logrado 90% de aprobación  popular (lo cual es cierto) y la transformación de El Salvador en uno de los países más seguros del mundo. Naturalmente, no mencionó la masiva violación de derechos humanos que se lleva a cabo para obtener esos resultados.

Para aterrizar en lo nuestro, pongamos en claro primero que Venezuela, siendo miembro fundador de la ONU, está actualmente privada de su derecho a voto por adeudar varias cuotas anuales. Sin embargo, sí se le permite exponer sus puntos de vista desde la tribuna de la Asamblea General lo cual hizo  el canciller Iván Gil en un discurso que por lo insólito recomendamos escuchar (https://www.youtube.com/watch?v=dWMzC7HZvFg). En el mismo abordó algunas verdades y culminó con lo que constituye un desafío a todos los conceptos que forman el núcleo del pensamiento occidental en el cual Venezuela ha estado y está insertada. Según el ingeniero Gil, los valores y aliados fundamentales de Venezuela son Rusia, China, Corea del Norte, Eritrea, Cuba, Nicaragua y otros cuyo desempeño no parece servir de ejemplo para el crecimiento de las libertades, aun cuando algunos (Rusia y China) hayan adquirido un desarrollo respetable. Como era de esperar, el tema Guayana Esequiba vino a colación con las acusaciones ya conocidas y por el “bullying” del que es víctima nuestra patria por eso y por las sanciones.

Poco importó a los enviados de Miraflores el hecho de que algunos de sus más fieles aliados, incluidos los eficientes succionadores de la ubre venezolana, hayan expresado pública y reiteradamente su apoyo a Guyana. Con anterioridad -según la agenda- había intervenido el presidente de este último país, Irfaan Alí, con críticas a la práctica de intimidación que -según él- caracteriza la actual política venezolana.

Días después la Asamblea Nacional nos sorprende con la convocatoria a un referéndum consultivo para que los venezolanos expresemos nuestra opinión acerca de si la Guayana Esequiba es de Venezuela o no lo es, mientras paralelamente está en curso un litigio ante la Corte Internacional de Justicia en el cual Venezuela es parte y participa del mismo.

El tal referéndum equivale a preguntar a cada ciudadano “¿usted ama a su madre?”, lo cual arrojaría una abrumadora mayoría afirmativa. El punto que los venezolanos deben entender es que, cualquiera sea el resultado, el tal referéndum tiene carácter consultivo, lo que equivale a que no genera obligación legal alguna, sino tan solo expresar una opinión; además de que en un juicio en La Haya, ya en etapa de culminación, sería imposible de esgrimir. Es como si preguntásemos a la ciudadanía si Pdvsa debe pagar sus deudas o no. ¿Una respuesta popular negativa de la ciudadanía eximiría a la empresa de la cancelación de los compromisos legales contraídos? Claro que no.

Quien esto escribe, con alguna experiencia en materia de derecho internacional, no deja de ser consciente de que la maniobra, en vísperas de una elección, tiene potencial político; pero es preciso reconocer que se trata tan solo de un recurso electoral cuyo efecto en el litigio que cursa en la Corte es nulo.

Lo que sí se está está tornando preocupante es el clima prebélico que se está generando entre las partes, lo cual no conducirá a ninguna buena solución y menos aún cuando uno atisba quiénes serán los aliados de uno y otro bando.

@apsalgueiro1


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