Cada 10 minutos muere un niño palestino asesinado por los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza, esta es la terrible estadística del genocidio que comete Israel en Gaza, un crimen inaceptable en pleno siglo XXI.
El historiador israelí Ilan Pepé, califica a la Franja de Gaza como “la cárcel más grande de la tierra”; la portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ravina Shamdasani, dice que en Gaza se cometen crímenes de guerra; y la valiente actriz, Angelina Jolie, denuncia que «rápidamente se está convirtiendo en una fosa común y los líderes mundiales son cómplices».
Lo que sucede en Gaza es un genocidio. Las acciones militares de Israel en contra de la población civil en Gaza, son absolutamente injustificadas y desproporcionadas. El gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu comete crímenes de guerra en Gaza, con la impunidad que le da el saberse apoyado por los Estados Unidos y los países europeos, así como por los grandes medios de comunicación que justifican esta matanza como una “lucha contra el terrorismo” y en defensa del “judaísmo”.
Todo ello es falso. El origen de la violencia en la Franja de Gaza y los territorios de Cisjordania, es la ocupación israelí de Palestina y el proceso de colonización de los territorios ocupados, que tiene lugar de manera sistemática desde hace 76 años, cuando, el Reino Unido, la potencia colonial que ocupaba los territorios de Palestina, decidió ceder esta tierra a Israel, para que allí fundaran su Estado, en detrimento de los derechos del pueblo palestino, que vivían en ellos.
Desde entonces, la ocupación de Israel en Palestina se ha convertido en una limpieza étnica, donde millones de árabes palestinos han sido desplazados violentamente de sus tierras, en lo que se conoce como “al-Nakba” o la “catástrofe palestina” de 1948. Desde entonces, el pueblo palestino se ha visto obligado a abandonar el territorio y permanecer como refugiados en los países limítrofes o trasladarse a Gaza y la Ribera Occidental en Cisjordania, donde viven bajo la ocupación israelí.
Los palestinos que viven en los territorios ocupados, son sometidos a una constante acción de represión, detenciones arbitrarias –incluso, los niños son hechos presos y llevados a tribunales militares–, torturas y asesinatos, por parte, tanto de las fuerzas militares y policiales israelíes, como de los colonos israelíes, quienes se sienten con el derecho de asesinar palestinos en las calles, como si se tratara de animales, en lo que se ha transformado en una doctrina de deshumanización del pueblo palestino, que justifica su muerte.
Ningún gobierno occidental dice nada al respecto; el exterminio del pueblo palestino y la colonización de su territorio, se ha convertido en una práctica aceptada por la comunidad internacional y por los gobiernos de los países que han apoyado permanente e incondicionalmente a Israel y sus políticas. Esto, a pesar de cientos de Resoluciones de las Naciones Unidas en contra de la ocupación israelí de Palestina, sus métodos represivos y sus acciones colonialistas.
En la última reunión del Consejo de Seguridad, a la que asistí como embajador ante la ONU, logramos introducir y aprobar la Resolución 2.334, de fecha 23 de diciembre de 2016, que condenaba los asentamientos israelíes y el desplazamiento de civiles palestinos, por ser acciones colonialistas contrarias al derecho internacional humanitario y a las Resoluciones de la ONU con respecto al problema palestino, y abogaba por la necesidad de salvaguardar los intereses del pueblo palestino. Nada de ello ha importado a Israel, ni a quienes lo apoyan.
La tragedia del pueblo palestino es una herida abierta a la conciencia de la humanidad.
Este conflicto no tiene nada que ver, ni con “Jesucristo”, ni mucho menos, con el “imperio español”. Hay que ser responsable y tener conocimiento del origen y las causas del mismo, para no banalizar un asunto tan grave y poder orientar a nuestro pueblo.
Tampoco es un tema religioso. Antes de la ocupación, judios, musulmanes y cristianos, convivían pacíficamente en Palestina. Una cosa es el judaísmo y otra es el sionismo, una ideología supremacista y fascista, en la cual se basa la actuación del gobierno de Netanyahu. Miles de judíos en todo el mundo, incluso, en Israel, se han expresado en contra de la ocupación de Palestina y del genocidio israelí en Gaza.
La Franja de Gaza, con 41 km de largo y entre 6 y 8 km de ancho, con una población de 2,4 millones de habitantes –la ciudad con mayor densidad poblacional del mundo–, está totalmente bloqueada desde hace 16 años por Israel. Las fuerzas ocupantes erigieron altos muros de concreto armado que rodean a toda la Franja de Gaza, y sus entradas y salidas están controladas por las fuerzas militares israelíes, lo cual ha convertido ese pequeño territorio en una prisión, de la que sus habitantes no pueden salir. Están encarcelados y permanentemente asediados y reprimidos por las fuerzas militares israelíes, lo cual ha llevado a este pueblo a sobrevivir en la desesperanza y el miedo.
Desde que se impuso el bloqueo de Gaza en 2007, tras la victoria electoral de Hamas, se han producido 5 intervenciones militares de Israel sobre la Franja, incluyendo la actual, que han ocasionado miles de muertos entre la población civil palestina, la mayoría de ellos mujeres, niños y ancianos.
El liderazgo tradicional del pueblo palestino, era de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que integraba a todas las organizaciones palestinas, siendo la más importante de ellas Al-Fatah, y estaba dirigida por Yasser Arafat. Bajo su liderazgo, el pueblo palestino desarrolló una tenaz resistencia contra la ocupación israelí de Palestina, incluyendo, las sucesivas Intifadas o rebeliones de la población palestina contra la ocupación, que condujeron a los Acuerdos de Oslo de 1993 (13 de septiembre de 1993), suscritos por el presidente de la OLP, Yasser Arafat, y el primer ministro de Israel, Isaac Rabin, donde ambas partes reconocían la existencia de la otra y la solución de los 2 Estados, incluyendo la creación del Estado Palestino. Ambos líderes recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1994.
Estos acuerdos, firmados en Washington, abrían las puertas a una solución política del conflicto, pero su puesta en práctica fue truncada por los extremistas del sionismo. Primero, el 4 de noviembre de 1995, ocurrió el asesinato de Isaac Rabin, por parte de un ultranacionalista israelí; y luego, el asesinato de Yasser Arafat, el 11 de noviembre de 2004. Ambos crímenes tenían como objetivo, por un lado, dejar sin efecto los Acuerdos de Oslo, los cuales, efectivamente, nunca se cumplieron; y, por el otro, descabezar el liderazgo palestino.
A partir de allí, los sucesivos gobiernos de Israel, incrementaron sus acciones militares y expansión colonialista en contra del pueblo palestino, buscando provocar otra Nakba, para terminar de expulsar a los palestinos de su territorio. La ultraderecha israelí, practica contra el pueblo palestino, una política de exterminio sistemática, valiéndose de su abrumador poderío militar y la sofisticación tecnológica de su maquinaria de muerte.
El asesinato de Yasser Arafat y el debilitamiento de la OLP provocó el surgimiento de Hamás en la Franja de Gaza; mientras que, la primera y Al Fatah, se mantienen al frente de la Autoridad Palestina en los territorios ocupados en la Ribera Occidental.
El pueblo y los jóvenes palestinos sobre todo en la Franja de Gaza se han radicalizado producto de la represión permanente, la asfixia de la ocupación y el bloqueo, así como de la impunidad de Israel para asesinar y colonizar sus territorios. Es difícil hacer juicios de valor sobre lo que deben hacer o no los jóvenes, hombres y mujeres palestinos en contra de las fuerzas de ocupación, en contra del colonialismo, nadie los puede juzgar, un pueblo no se puede dejar exterminar, ni permanecer impasible frente al asesinato de sus niños, la destrucción de sus ciudades de su pueblo.
El liderazgo de Al-Fatah y la Autoridad Palestina ha perdido prestigio y apoyo por su pasividad y de alguna manera convivir con el status quo impuesto por Israel, de allí el avance de Hamás, sobre todo en la Franja de Gaza, de donde por cierto desplazaron de manera violenta a los militantes de la OLP y Al-Fatah. Hamás ha incurrido en actos terroristas, como el asesinato de civiles, en su incursión del 7 de octubre, que son repudiables, las fuerzas revolucionarias venezolanas nunca hemos recurrido ni apoyado el terrorismo.
El gobierno de Netanyahu, que estaba muy bajo en su popularidad, ha utilizado la acción militar de Hamás para unificar a las fuerzas políticas y la población de su país por el odio y la revancha, masacrando a la población civil de la Franja de Gaza, es decir, aplicando el castigo colectivo, sustentado en la doctrina nazi del Sippenhaft y la limpieza étnica.
Las fuerzas militares israelíes, desde que iniciaron sus operaciones de castigo colectivo, han asesinado a más de 9.000 palestinos, de los cuales 3.948 son niños. 70% de los muertos son niños, mujeres y ancianos.
Con la precisión de sus armas de última tecnología y la impunidad de la que gozan, Israel ha demolido completamente barrios, campos de refugiados y áreas civiles; 177.000 viviendas han sido dañadas o destruidas en Gaza; ha bombardeado hospitales, provocando verdaderas carnicerías, como los 400 muertos del Hospital Bautista Al-Ahli Arab; ha utilizado bombas de fósforo, ha bombardeado escuelas e instalaciones de la ONU; ha bombardeado caravanas de ambulancias que socorren y trasladan víctimas; ha bombardeado y asesinado a los civiles que se desplazan desesperados hacia el sur de la Franja, tal como las mismas fuerzas israelíes han indicado; ha bombardeado depósitos de agua, ha cortado la luz, impide el acceso de ayuda humanitaria a través del paso de Rafah, frontera con Egipto; ha matado de forma selectiva más de 46 periodistas, como el caso del periodista ancla de Al Jazeera, Wael al Dahdouh, una figura ampliamente conocida por la comunidad palestina, que fue asesinado con una bomba de precisión, junto a 10 de sus familiares en su propia casa. Todo esto son crímenes de guerra, viola la Convención de Ginebra de 1948 y constituyen crímenes de lesa humanidad.
Ante esta barbarie, los gobiernos de occidente callan, la comunidad internacional y los grandes medios tienen un “doble standard”, una doble moral para juzgar y sancionar los crímenes contra los civiles. La política de deshumanizar a los palestinos, justifica los crímenes contra la población árabe, existe una jerarquización de las víctimas, dependiendo del color de piel y simpatías políticas.
El silencio de los líderes de los países occidentales ante esta barbaridad y su apoyo incondicional a los crímenes de Israel, han impedido incluso, que se pueda adoptar una Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU llamando a un cese al fuego, como ha intentado Brasil, a quien le ha correspondido ocupar la Presidencia del organismo en este período. El mensaje de las potencias occidentales al mundo es claro: Netanyahu puede hacer lo que le da la gana.
Pocas voces e instituciones han expresado su repudio y consternación ante el genocidio en Gaza. Se ha impuesto el miedo ante las retaliaciones que sufren aquellos que apoyan a Palestina, incluyendo la censura a figuras públicas o el despido de deportistas profesionales. En otros casos, prevalece el interés y el cálculo político, y, en muchos otros, la doble moral de instituciones y organizaciones que no son capaces de señalar crímenes contra la humanidad, independientemente de sus perpetradores.
Hay que decir, que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha sido de los pocos que ha levantado su voz y expresado su condena a las acciones militares desproporcionadas de Israel contra los civiles en Gaza. Ante la impotencia de no contar con el apoyo efectivo de los países que pudieran lograr un cese al fuego, se trasladó directamente al paso fronterizo de Rafah, en Egipto, para intentar, al menos, el paso de ayuda humanitaria a Gaza.
Dijo Guterres en su discurso ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que “el pueblo palestino… sometido a una ocupación asfixiante. Ha visto cómo su tierra era devorada por los asentamientos y asolada por la violencia; cómo se asfixiaba su economía; cómo se desplazaba a su población y se demolían sus hogares”. Luego agregó: “Proteger a los civiles no significa ordenar a más de 1 millón de personas que evacúen hacia el sur, donde no hay refugio, ni alimentos, ni agua, ni medicinas, ni combustible, y luego seguir bombardeando el propio sur. Me preocupan profundamente las claras violaciones del derecho internacional humanitario que estamos presenciando en Gaza”.
Igualmente, las organizaciones de apoyo humanitario de la ONU desplegadas en Palestina, tales como la OMS, Unicef, la Agencia de la ONU para refugiados palestinos (UNRWA), han manifestado su rechazo a lo que está sucediendo en Gaza y son una fuente permanente de información confiable de los hechos.
La ONU, a pesar de las críticas justificadas por su incapacidad para resolver este asunto luego de tantos años, sin embargo, ha cumplido un papel ejemplar en esta crisis, sus organizaciones desplegadas en el terreno y su secretario general han desafiado todo tipo de amenazas, chantajes y ofensas de los poderosos y han cumplido con el papel de ayudar a las víctimas de la tragedia y denunciar lo que sucede en el terreno.
Lástima que no esté Chávez, que no tengamos una voz con la autoridad moral y ética que sea escuchada en el mundo, que hable con conocimiento, que actúe coherentemente, una voz que se levante para frenar la masacre, que movilice a los pueblos de América latina, como lo están haciendo en muchas capitales de Europa, los Estados Unidos y en Chile, en contra de la barbarie y de la postura cómplice de sus gobiernos.
La humanidad está en su noche más oscura, con el silencio y complicidad de los poderosos, los niños palestinos, un pueblo entero, indefenso e inocente. El pueblo palestino es víctima de un genocidio.
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