En el artículo de la semana pasada hablamos sobre la etapa 1 del desarrollo del pensamiento crítico según John Chafee. En este artículo continuamos con la etapa 2 o Todo es válido.
Una vez que uno ha rechazado el marco dogmático y autoritario de la etapa Jardín del Edén, la tentación en la etapa 2 es ir al extremo opuesto y creer que todo es válido (recuerde que los “expertos” nos dicen que es y que no es válido).
He aquí el razonamiento: si los expertos no son infalibles y no podemos confiar en su punto de vista, entonces ninguna perspectiva es, en última instancia, mejor que otra. En la etapa 1, las autoridades podrían resolver tales disputas, pero si la opinión de usted está al mismo nivel que la de su vecino y la mía, entonces no hay una forma racional de resolver los desacuerdos y las diferencias.
Aunque no suponga la solución y, en ciertos momentos, suponga una dificultad extra, el movimiento pendular de pasar de un extremo a otro, es necesario para sentirnos libres de elegir y podemos verlo positivamente así: es un paso necesario para la madurez del pensamiento pues allí nace la disposición emocional.
En la tradición de la filosofía, este punto de vista se conoce como relativismo: la verdad es relativa a cualquier individuo o situación, y no existe un estándar que podamos usar para decidir qué creencias tienen más sentido.
Utilicemos el ejemplo de la moda. Usted puede pensar que una forma atractiva de presentarse ante el mundo incluye ropa holgada en colores neutros, un peinado convencional al natural y un mínimo de maquillaje y accesorios. Sin embargo, alguien más podría preferir ropa negra (o roja o con animal print) ajustada al cuerpo, cabello a lo Karol G, tatuajes y piercings. En el pensamiento de la etapa 2, no hay forma de evaluar estas u otras preferencias de moda: son simplemente «cuestiones de gusto». Y, de hecho, si examina fotografías pasadas de usted mismo y lo que consideraba «atractivo» hace años, este punto de vista relativista probablemente tenga algún sentido.
John Chafee afirma que, aunque podemos sentirnos atraídos por esta actitud de “mente abierta” aparente (“Todo es válido”), la realidad es que casi nunca somos así de tolerantes. Otra vez: No somos así de tolerantes. Siempre, siempre, siempre, creemos que algunas apariencias son más agradables estética -y hasta moralmente hablando- que otras.
Ahora bien, existe una amenaza aún más seria para el pensamiento del tipo “Todo es válido”. Imagine el siguiente ejemplo de robo (también expropiación sin compensación y con intimidación) que conduce a lo absurdo: mientras usted camina tranquilo por la calle, de repente siente que le colocan un arma contra la espalda acompañado tal acto con la demanda de todos los objetos de valor que usted lleva consigo. Usted le dice al asaltante que no tiene derecho a quitarle sus posesiones. “Todo lo contrario”, responde el malandro que tiene inclinaciones un tanto filosóficas: “quien tiene poder siempre hace lo correcto”, y dado que tengo un arma, estoy en lo correcto y tengo derecho a tus objetos de valor. Tú tienes tus creencias, yo tengo las mías, y como pensadores de la etapa 2, ¡no hay forma de que demuestres que no tengo derecho a tomar tus pertenencias! El caso es que el malandro, a punta de pistola, toma sus pertenencias.
La conclusión “lógica” del pensamiento Todo es válido es, ciertamente, absurda. Si verdaderamente creemos que todo es válido, entonces no podemos condenar ninguna creencia o acción, no importa cuán atroz sea, y tampoco podemos alabar ninguna creencia o acción, no importa cuán merecedora de elogios sea.
Cuando pensamos bien las cosas, es obvio que el nivel de pensamiento de «Todo es válido», simplemente, no funciona porque lleva a conclusiones absurdas que van en contra de nuestra profunda convicción de que algunas creencias son mejores que otras. Otra vez: siempre, siempre, siempre, admitimos que unas creencias son mejores que otras.
Entonces, si bien la etapa 2 puede representar un ligero avance sobre la etapa 1 en sofisticación y complejidad, está claro, para un pensador perspicaz, que es necesario dar un paso a la siguiente etapa.
En el artículo de la semana que viene escribiré sobre esa tercera y última etapa evolutiva según John Chafee: el pensamiento crítico.