El artículo de la semana pasada concluyó hablando de las tres etapas de desarrollo del pensamiento crítico, de John Chaffee, que van desde el pensamiento dualista al pensamiento relativista y luego al compromiso: etapa 1 o Jardín del Edén, etapa 2 o Todo es válido y etapa 3 o  Pensamiento crítico.

Las personas en la etapa de pensamiento del Jardín del Edén tienden a ver el mundo de manera dual (blanco y negro, válido e invalido, correcto e incorrecto, buenos y malos, etcétera). Entonces, ¿cómo determinan lo que es correcto y en qué creer? La respuesta es a través de los “expertos”. Al igual que en el Jardín del Edén bíblico, el conocimiento es absoluto, inmutable y está en posesión exclusiva de un equivalente al bueno de Dios: el experto.

El sustrato de esta etapa es que la gente común nunca puede determinar la verdad por sí misma; deben confiar en los expertos. No se olvide que en la antigüedad, los expertos eran los brujos que tenían conexión con el “más allá”, es decir, con la divinidad. El caso es que si alguien no está de acuerdo con lo dicho por los expertos, entonces esa persona debe estar equivocada. No hay posibilidad de compromiso o negociación. Y es que cuando estamos en esta etapa de pensamiento, nuestro rol es aceptar lo que dicen los expertos sin cuestionamientos ni críticas.

Ahora bien y en la actualidad, ¿quiénes son los expertos? Según Chafee, los primeros expertos con los que nos encontramos suelen ser nuestros padres. Cuando los padres están arraigados en esta etapa del pensamiento, esperan que los niños hagan lo que se les dice. Los padres son los expertos, y el papel de los hijos es beneficiarse de los años de experiencia de sus padres y de su acopio de conocimientos. Otros expertos, en etapas posteriores de la vida, bien pueden ser los maestros, los consultores y los denominados “KOL” por su acrónimo en inglés de  Key Opinion Leaders.

Las personas en esta etapa de pensamiento, Jardín del Edén, se sienten insatisfechas cuando se dan cuenta de que no pueden simplemente confiar en los expertos para que les digan qué pensar y creer porque, resulta ser, en todos los ámbitos de la existencia humana, pasando por la gerencia, la medicina, la economía, la psicología, la educación, el derecho, la crianza de los hijos, pero sobre todo en la religión y en la política, los expertos a menudo no están de acuerdo entre sí.

Este hecho, el desacuerdo de los expertos, representa una amenaza mortal para el pensamiento de la etapa Jardín del Edén. Si los expertos no están de acuerdo entre sí, entonces, ¿cómo averiguamos qué (y a quién) creer? Los pensadores de esta etapa tratan de lidiar con esta contradicción sosteniendo un argumento infantil: «mis expertos saben más (o son mejores) que tus expertos». Pero si estamos dispuestos a pensar con claridad y honestidad, tal argumento, simplemente, no se sostiene pues hay veces que, por alguna razón, nos vemos obligados a explicar por qué elegimos creer en este experto y no en aquel. Y tan pronto como eso sucede, habremos trascendido el pensamiento de la etapa Jardín del Edén. Así como Adán y Eva no pudieron volver a la aceptación ciega y acrítica de la autoridad una vez que probaron el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, así es casi imposible volver a la etapa Jardín del Edén después de reconocer sus deficiencias simplificadoras.

¿Por qué algunas personas pueden ir más allá del pensamiento de la etapa Jardín del Edén mientras que otras permanecen más o menos atrapadas allí durante toda su vida? Chafee explica que parte de la respuesta radica en cuán diverso es su entorno. Cuando las personas viven en entornos predominantemente homogéneos, rodeadas de personas que piensan y creen de la misma manera, es mucho más fácil mantener la cosmovisión artificialmente uniforme del pensamiento tipo Jardín del Edén (por ejemplo, imagine que usted vive en Corozopando, al sur de Calabozo). Sin embargo, cuando las personas están expuestas a diversas experiencias que las desafían con perspectivas contrapuestas, es mucho más difícil mantener la fe incuestionable en los dictados autoritarios del pensamiento de la etapa 1.

Aun así, el simple hecho de proporcionar a las personas experiencias diversas no garantiza que se sientan estimuladas a cuestionar y trascender los confines limitantes del pensamiento de la etapa Jardín del Edén.

Necesitamos tener la disposición emocional para abrirnos a nuevas posibilidades y la capacidad intelectual para ver los problemas desde diferentes perspectivas. Muy a menudo, las personas están tan enredadas –y ancladas– emocionalmente en su punto de vista que simplemente no están dispuestas a cuestionar su verdad, por lo que el poder de sus necesidades emocionales inhibe la iluminación potencial de sus habilidades de razonamiento.

Adicionalmente, muchas personas no han desarrollado la flexibilidad de pensamiento necesaria para liberarse de su propio punto de vista y ver los problemas desde diferentes perspectivas. Para convertirse en un pensador de la etapa 2, «Todo es válido», se deben cumplir estas dos condiciones: la disposición emocional y la capacidad cognitiva para tener una mente abierta.

De la etapa 2, Todo es válido, hablaremos en el próximo artículo.

 


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