“Ha sonado la hora de Venezuela, la hora de los venezolanos válidos. Por encima del dolor y la vergüenza por lo que ha sucedido, hoy más que nunca tenemos la oportunidad y hasta el desafío de rehacer un país capaz de alcanzar las metas que le ofrecen sus grandes posibilidades. No será fácil, como nunca ha sido fácil ninguna empresa grande”. Arturo Uslar Pietri
Con los que se van, “amaneció de golpe”. Con lo que vienen, acontecerá el nuevo amanecer. Tras un periodo sombrío resulta lógico hablar de nuevo amanecer, con mayor razón habida cuenta de la abrumadora tendencia favorable al cambio político en Venezuela. Esta analogía deslinda lo escabroso del amanecer que vivimos con el primer intento de golpe de Estado en Venezuela de 1992, autodenominado Operación Zamora y también conocido como 4F, del nuevo amanecer de Venezuela, simbolizado por un renacimiento de la esperanza y la posibilidad de cambio en el país. Así como el amanecer trae luz después de la oscuridad de la noche, la victoria de la oposición representará un giro positivo en la historia venezolana.
Como podemos observar, en la historia de Venezuela, los amaneceres han sido más que simples transiciones del día a la noche. Han sido momentos de cambio, de esperanza y de transformación. El primer amanecer, marcado por el intento de golpe de Estado liderado por un grupo de militares, fue para mal, si bien es cierto que ha dejado una huella en la memoria colectiva de los venezolanos, está no es imborrable como lo aseguran algunos, el renacimiento de la esperanza en el país permitiría trascenderla pulverizándola de la faz de esta tierra de gracia. Ese amanecer fue escabroso, lleno de incertidumbre y desafíos dañosos. Sin embargo, también sentó las bases para una transformación más profunda: la búsqueda de una democracia más sólida y participativa, cuyo advenimiento está por materializarse.
El segundo amanecer, el que está por venir, se perfila como un renacimiento de la esperanza. Pero este nuevo amanecer no depende solo de líderes individuales; es un proceso colectivo que requiere la participación activa de todos los ciudadanos, o sea, de todos nosotros. Por eso, la analogía entre el oscuro amanecer de 1992 y el nuevo amanecer de 2024 es poderosa. El primero nos recuerda la fragilidad de nuestras instituciones y la necesidad de fortalecerlas. El segundo nos desafía a construir un país donde la esperanza prevalezca sobre la desesperanza, donde la luz venza a la oscuridad. Como ciudadanos, debemos estar dispuestos a participar activamente en este proceso, para que el nuevo amanecer no sea solo una aspiración banal, sino una realidad que ilumine nuestro camino hacia la libertad y la justicia.
En el actual escenario político electoral en Venezuela, marcado por la inminente realización de las elecciones presidenciales programadas para el 28 de julio de 2024, este evento se presenta como un punto de inflexión en la historia reciente del país, donde la posibilidad de un cambio significativo en el liderazgo político ha generado un ambiente de esperanza y expectativa entre la población. Por eso, la analogía del “nuevo amanecer” es particularmente pertinente en este contexto, ya que refleja tanto la lucha por la democracia como las tensiones inherentes a un proceso electoral en un entorno complicado y adverso, de cara a la resistencia que existiría en quienes detentan el poder de aceptar los resultados de estos comicios.
Desde la llegada de Nicolás Maduro al poder, Venezuela ha atravesado un periodo de crisis económica, social y política. Las elecciones de 2024 están precedidas por un Acuerdo de Barbados, que buscaba garantizar condiciones mínimas para un proceso electoral justo. Sin embargo, este acuerdo ha sido violado repetidamente por el gobierno, lo que ha generado desconfianza en la oposición y en la comunidad internacional. A pesar de todo, la oposición, se presenta como una alternativa viable, con la esperanza de que su victoria marque el inicio de un “nuevo amanecer” para Venezuela. Este cambio es visto como una oportunidad para restaurar la democracia y la estabilidad en un país que ha sufrido años de autoritarismo y represión. La analogía entre el amanecer y el renacer de la esperanza es especialmente relevante, dado que la oposición busca no solo ganar las elecciones, sino también recuperar la fe en un futuro mejor para el país.
Todos sabemos que la historia reciente de Venezuela está marcada por intentos de cambio, desde el fallido golpe de Estado de 1992 hasta las protestas masivas de 2014 y 2017. Cada uno de estos eventos ha dejado una huella indeleble en la memoria colectiva del país. La victoria de la oposición en las próximas elecciones podría simbolizar un giro en esta narrativa, representando no solo un cambio de gobierno, sino también un retorno a los principios democráticos y el respeto a los derechos humanos. Suena bonito e inspirador decirlo, pero a pesar de la creciente esperanza, el camino hacia un nuevo amanecer está lleno de desafíos. La campaña electoral ha estado marcada por la violencia y la represión contra los opositores, lo que ha llevado a llamados internacionales para garantizar un proceso electoral libre y justo. Gobiernos de la región, incluso amigos del régimen, han expresado su preocupación por el hostigamiento a la oposición y han exigido el cese de la represión política, algo que no ha sido del agrado de los represores.
La retórica de Maduro, que ha amenazado con un “baño de sangre” en caso de perder, añade una capa de tensión a la situación. Este tipo de discurso no solo busca deslegitimar a la oposición, sino que también puede incitar a la violencia y al miedo entre los votantes. Sin embargo, la respuesta de la comunidad internacional y la firmeza de la oposición podrían ser factores determinantes para asegurar un proceso electoral pacífico. De tal manera que “el nuevo amanecer” que se anticipa en Venezuela es más que una simple metáfora; representa la esperanza de un cambio profundo en la estructura política del país. La victoria de la oposición podría ser un paso crucial hacia la restauración de la democracia y la reconciliación nacional. Sin embargo, el éxito de este proceso dependerá hasta el final de la capacidad de los actores políticos para navegar las complejidades de un entorno electoral hostil y de la voluntad del pueblo venezolano de participar activamente en la construcción de su futuro. La historia de Venezuela está en un punto de inflexión, y el amanecer que se avecina podría traer consigo la luz de un nuevo comienzo.
@robertveraz
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